- El ocio y la falta de disciplina abrió la puerta para la tentación y la caída de David con Betsabé, también llamada Bet-súa (2 S 11:1-5; 1 Cr 3:5).
- David procuró decepcionar a todos por su adulterio, pero no le resultó como querría, y agregó el pecado del homicidio al ordenar la muerte en batalla de Urías (2 S 11:6-25). Natán, un profeta valiente, le enfrentó a David con su pecado (2 S 12:1-12).
- El pecado de David afectó a muchos:
- —David: en su conciencia y en su vida sufrió las consecuencias del pecado (Sal 32:3-4; 51:1-9).
- —Betsabé: fue acosada por un hombre poderoso, perdió su marido, su primer hijo murió, y vivió el resto de su vida atrapada en la intriga del palacio.
- —Urías: valeroso militar, convertido a Israel de la nación y religión pagana del imperio heteo (su nombre significa “Jehová es mi luz”), obediente a su disciplina militar en todo, murió traicionado en batalla (2 S 11:6-24).
- —Eliam: padre de Betsabé, fue uno de los más valientes soldados de David (2 S 11:3; 23:34). Fue también llamado Amiel (1 Cr 3:5).
- —Ahitofel: abuelo de Betsabé, era consejero de David, cuyo consejo “era como si se consultase la palabra de Dios” (1 Cr 27:33-34; 2 S 16:23). En la sublevación de Absolom, Ahitofel—que habrá guardado mucha cólera contra el rey por causa de lo que David hizo a su nieta Betsabé—abandonó a David, se alió con el hijo rebelde, causó vergüenza pública a David, y quiso seguir inmediatamente a David para matarlo (2 S 15:31; 16:21-17:4). Luego, Ahitofel se suicidó, porque veía que todo iba a salir en su contra (2 S 15:32-37; 16:16-19; 17:5-23).
- —Israel: el mal ejemplo del rey afectó la moral de toda la nación (2 S 12:7-14), y por eso David quiso públicamente reconocer su pecado y servir a Dios (Sal 51).
- —Jehová: bien dijo David “Contra ti, contra ti solo he pecado” (Sal 51:4). Nuestro santo Dios está inseparablemente vinculado con su pueblo, y un pecado o agresión contra ellos es una agresión contra Él (Hch 9:4).
- Dios perdonó a David, y a pesar del pecado confirmó sus promesas al rey (Sal 51; 2 S 12:13, 24-25)—por medio de sus hijos Salomón (genealogía de José en Mateo 1) y Natán (1 Cr 3:5; Lc 3:31-32; genealogía de María). Recordemos y prediquemos 1 Jn 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.