San Mateo

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Mateo—Introducción (Versión 10 julio 2022)

MATEO, el discípulo y apóstol,
Hay mucha discusión acerca del hombre Mateo y el autor del Evangelio según Mateo. Para comenzar, miremos primero lo que se sabe del hombre Mateo.

Es probable que el primer nombre de este hombre fue Leví (Mr 2:14; Lc 5:27). Marcos y Lucas usan Leví para identificarlo cuando Jesús le llamó. Pero en sus listas de apóstoles usan Mateo (Mr 3:18; Lc 6:15; Hch 1:13). En cambio, en el Evangelio según Mateo la identificación es “Mateo el publicano” (Mt 10:3).

Surge, entonces, la pregunta: ¿Son Leví y Mateo la misma persona? Parece que sí. Las circunstancias en las tres citas (Mt 9:9-13; Mr 2:13-17; Lc 5:27-32) son idénticas: (1) Jesús llamó públicamente a un hombre; (2) El hombre estaba sentado; (3) Era un recaudador de impuestos (Mateo, Marcos y Lucas usan la misma palabra griega por tributo: telonio); (4) En los tres Evangelios Jesús llamó al hombre con las mismas palabras en griego, que traducidas son, “Sígueme”; (5) El hombre hizo un gran banquete para Jesús; (6) Asistían también publicanos y pecadores; (7) Jesús respondió a las críticas de los fariseos.

El nombre Leví probablemente indica que el hombre era de la tribu de Leví, el pueblo de los religiosos, los maestros de la ley y los sacerdotes. En tal caso, este hombre Leví habrá recibido intensiva instrucción en la ley, las Escrituras y los ritos de Israel. Estudiaba el hebreo y el arameo, sabiendo leerlos y escribirlos. Además, dado que muchos galileos, incluso sacerdotes, hablaban y estudiaban el griego, Leví manejaba bien este idioma, que fue usado en todo el imperio romano. Por esto, Leví podía leer las Escrituras (el Antiguo Testamento) en hebreo, y en griego (la versión Septuaginta, LXX). Fue un hombre bien educado, posiblemente el más educado de todos los apóstoles.

¿Qué pasó para que un hombre de una tribu religiosa se descendiera a cobrar tributos e impuestos para el pagano poder de Roma? No sabemos. Ha ocurrido muchas veces en la historia de cada nación que unos ciudadanos, para provecho personal, o por presión y circunstancias de la vida, se afilian con el poder dominante que oprime a sus semejantes. Hay muchas excusas para este tipo de traición. Lo cierto es que Leví fue aborrecido por otros judíos. Y era muy rico, posiblemente el más rico de todos los apóstoles.

Un recaudador de impuestos en Capernaum ocupaba un puesto muy lucrativo. Se cobraba a los pescadores y todo el comercio local relacionado con la Mar de Galilea. También recolectaba impuestos de las grandes caravanas foráneas, con sus cientos de camellos, que pasaban por Capernaum entre Egipto y Damasco, por la Vía del Mar. Requería mucha rapidez anotar por escrito todas las transacciones, el monto de tributo requerido, los nombres y pormenores de todas las personas. Leví tenía que ser veloz y exacto con los detalles, porque había más de 110 diferentes tipos de complicados impuestos.

Los impuestos que Leví colectaba eran de dos tipos: (1) pagos fijos (por terrenos, granos, vino, frutas, aceites de olivo, porcentaje de ganancias, y tributo/peaje por persona); y (2) aranceles asignados por aduanas, el transporte, e impuestos de importación y exportación. El cobrador de impuestos operaba estrechamente con el poder militar. Era muy común que esa persona tomara la libertad de cobrar más de lo reglamentado para beneficio personal. El pueblo judío sabía que los publicanos eran avaros, y esto aumentaba su aborrecimiento hacia ellos. Se les prohibía entrar en las sinagogas, y ellos, junto con asesinos, recibían el mismo rechazo social. Por esto, Jesús observó en Lc 18:9-14, que el publicano, “estando lejos”, oraba aparte de la congregación.

Algunos consideran que Leví cobraba impuestos para Herodes el tetrarca, lo cual le librara de la acusación de trabajar por Roma. Pero no importa: como gobernador cliente, Herodes tuvo que juntar los impuestos y dar a Roma la porción que el imperio demandaba. Herodes mantenía su riqueza con un porcentaje adicional que exprimía del pueblo. Cobrar el impuesto para Herodes fue cobrarlo para Roma. Directa o indirectamente, Leví estaba financiando al cruel ejército romano, tomando dinero de los pobres súbditos judíos.

Siendo un levita por linaje y educación, ¿cómo habrá Leví dormido bien de noche, cómo vivía con una consciencia afligida todo el tiempo por su estilo de vida y los trastornos éticos y espirituales que afrontaba?

Aquí es donde viene el nombre “Mateo”. No sabemos si Leví decidió cambiar su nombre cuando Jesús le llamó, o si el mismo Cristo le cambió el nombre. Los dos, Leví y Mateo, son nombres judíos. Era común que personas tuvieran dos nombres, usar uno o el otro, o preferir un segundo nombre. El Señor dio a Simón un nuevo nombre, Pedro/Cefas (Jn 1:42). El joven Juan llegó a ser Marcos (Hch 12:12, 25; 2 Ti 4:11; 1 P 5:13). Saulo se transformó en Pablo (Hch 13:1, 7, 9, 13,16, etc.). Tener dos nombres no fue una novedad o raro.

Mateo muy poco escribía de si mismo. Y cuando lo hizo, siempre fue con la confesión, “Mateo, publicano” (Mt 9:9; 10:3). En gratitud a Cristo por el llamado y cambio que le dio, Leví quedó en el pasado, y “Mateo que fue publicano pero Jesús le cambió” es el nombre del nuevo hombre.

El nombre se escribe “Matthaios” en el griego. Es una transliteración de dos palabras hebreas: Mattat que significa “don”, o “algo que transforma una cosa en otra”, o “dotado”. Y “aios” es un símbolo para “Jah”, una forma abreviada del nombre Jehovah (ver Sal 68:4; 77:11; 94:7; Is 12:2; etc.). El nombre tenía trascendencia histórica: 180 años antes el anciano Matatías, siendo un judío muy devoto a Jehová, inició la revuelta macabea contra poderes extranjeros.

Dado la humildad de Mateo hacia su propia persona después que el Señor le llamó, es más probable que Jesús le dio un nombre tan significativo, porque la obra escrita de aquel que antes fue publicano ha sido para millones de lectores un don grande que cambia nuestras mentes y vidas.

La llamada de Mateo ocupa un lugar de importancia. Es la única llamada, aparte de los cuatro pescadores, que se relató en los tres Evangelios sinópticos (Mt 9:9-13; Mr 2:13-17; Lc 5:27-32). Felipe y Natanael eran interesantes, según Juan (Jn 1:43-51), pero los otros Evangelios no hablan de esa llamada. Esto nos lleva a la conclusión de que el Señor estaba llamando a uno que Él consideraba excepcional, aquel que sería el primero en escribir sobre la vida, las enseñanzas, la muerte y resurrección, y la Gran Comisión del Cristo.

AUTOR
Desde el primer siglo cristiano, había testimonio unánime de que Mateo, también conocido como Leví, que fue publicano antes de ser llamado por el Señor Jesús, siendo hijo de Alfeo, escribió el primer evangelio. No fue hasta la segunda mitad del siglo 18 que críticos dudaban lo que se había mantenido desde el principio de la iglesia. Proponen que otro, que no han podido identificar, fue autor del Evangelio según Mateo. Sigue esta tesis no probada hasta hoy.

Muchos creen que esta conjetura desprestigia a los escritores cristianos que conocían a los mismos apóstoles, y mantenían la autoría de Leví/Mateo. Veremos este asunto más a fondo, porque es una cosa seria dudar del autor del evangelio de Cristo que la iglesia ha aceptado por 1.860 años.

Ninguno de los cuatro evangelios declara el nombre de su autor, y por esto hemos de buscar evidencias de ellos.

A continuación consideraremos pruebas externas, o sea escritos de los primeros padres de la iglesia. Luego, veremos pruebas internas, dentro del mismo Evangelio según Mateo, de que Leví/Mateo fue el autor.

Pruebas externas
Después de la ascensión del Señor y el día de Pentecostés, los apóstoles principalmente predicaban acerca de la vida, las enseñanzas y los milagros de Jesús: (1) A los judíos, y a los que temían al Dios de Israel y asistían a la sinagoga, anunciaban que Jesús cumplió las profecías de las Escrituras (Hch 2:22-36; 3:11-26; 4:8-12; 5:29-32; 7:2-53; 8:29-35; 10:34-43; 13:16-41). (2) A los gentiles, que no conocían las Escrituras hebreas, predicaban que la vida, las enseñanzas y los milagros de Jesús llenaban los anhelos de las gentes para un Salvador (Hch 14:15-17; 16:30-32; 17:22-31).

Dentro de pocos años circulaban varios escritos que pretendían presentar la vida y las obras de Jesucristo, porque en ese entonces, como ahora, la venta de libros produce ganancia para los publicadores. Lucas anotó su preocupación por esto, y señaló las deficiencias de aquellos libros cuando escribió el prólogo del Evangelio según Lucas (Lc 1:1-4).

Los primeros cristianos ejercían mucha cautela cuando leían u oían mensajes que pretendían ser autorizados. Pablo advirtió seriamente a los creyentes en Galacia que (1) había predicadores que querían perturbarlos y pervertir el Evangelio; (2) que no debían creer a ninguno, ni un supuesto ángel del cielo, que anunciara un evangelio diferente; y (3) que sería condenada la persona que predicara otro evangelio (Gá 1:7-9).

Los creyentes tenían confianza en los escritos que de veras eran de los apóstoles. Es por esto que Pablo, y Pedro, tanto declaraban y defendían el apostolado, y la autorización que recibieron de Cristo (Ro 1:1; 1 Co 1:1; 12:28-29; 2 Co 1:1; 11:4-15; 12:11-12; Gá 1:1; 2:7-10; Ef 1:1; 2:19-20; 4:11; Col 1:1; 1 P 1:1; 5:1; 2 P 1:1, 16-21, etc.).

Las pruebas de la autenticidad de los escritos cristianos eran muy importantes.

Todas las iglesias, quien fuera su fundador humano, deseaban poseer copias de los Evangelios. Querían tener datos e historias fidedignas de las palabras y los hechos de Jesús. Los cuatro Evangelios—Mateo, Marcos, Lucas y Juan—formaban parte de todas las colecciones de libros autorizados. Durante las primeras décadas, Mateo era el favorito. Debido a la minuciosa investigación de dichas obras, sólo los cuatro que ahora tenemos fueron admitidos en las listas aprobadas por las iglesias. La colección de los cuatro Evangelios, publicados en un solo volumen, cada Evangelio con una página al comienzo con el nombre del autor apostólico, se realizó antes de terminar el primer siglo, antes de la muerte del apóstol Juan.

Cabe enfatizar, entonces, que nunca en los siglos primeros de la iglesia existía una duda acerca del autor humano del Evangelio según Mateo. Aunque Mateo no se nombró como autor dentro de la obra, los manuscritos griegos más antiguos tienen una página al principio que declara: “Evangelio según Mateo”. Todos unánimes lo atribuían a Leví/Mateo, aquel que antes era publicano. Que un libro fue escrito por un apóstol servía como la evidencia primordial de su autenticidad.

Ignacio de Antioquía (35-112 d.C.) citaba textos del Evangelio según Mateo en sus escritos.

El padre de la iglesia, Policarpio de Esmirna (cerca de 69-155 o 166 d.C.), conocía al apóstol Juan durante un período de 10 a 15 años. Recordaba bien lo que Juan enseñaba, y lo que decía del Señor Jesús. En sus cartas Policarpio incluía citas del Evangelio según Mateo, y otros libros del Nuevo Testamento. Murió como mártir, cerca de 90 años de edad.

Papías de Hierápolis (cerca de 60-130 d.C.), un líder de la iglesia al fin de los tiempos apostólicos, conocía al apóstol Juan. También era amigo de Policarpio. Sabemos que Papías escribió cinco tratados acerca de las enseñanzas de Cristo. Pero solo fragmentos nos quedan, preservados en los escritos del historiador Eusebio (260-340 d.C.), y otros padres de la iglesia.

Papías tenía la costumbre de buscar las fuentes más fiables. Explicó que procuraba recordar con mucho cuidado lo que él oyó y aprendió de los que escucharon a los apóstoles de Cristo. Quiso garantizar la verdad.

Aquel historiador escribió, “Si venía alguno que había sido seguidor de los ancianos, yo le preguntaba acerca de las palabras de los ancianos”. Papías dijo que averiguaba acerca de “lo que dijo Andrés o Pedro, o lo que dijo Felipe, o Tomás, o Santiago, o Juan, o Mateo, y lo dicho por cualquier otro de los discípulos del Señor . . . Porque no pensé que lo que se obtendría de los libros me beneficiaría tanto como lo que provenía de la voz viva y permanente».

Al considerar la autenticidad de varios libros del Nuevo Testamento, Papías anotó, “Por lo tanto, Mateo compuso los dichos [de Cristo] en la lengua hebrea y cada uno los traducía como le fue posible.” Algunos eruditos opinan que “hebreo” probablemente significaba arameo, siendo el idioma principal en Palestina en el primer siglo, y el idioma que Jesús más habrá usado cuando hablaba con la gente del campo. En las grandes ciudades Jesús habrá hablado griego.

Papías no dijo que conocía personalmente al documento de Mateo en hebreo. Los ancianos, los que vivían antes de Papías, eran los que lo conocían. Eusebio copió esta cita de Papías porque habrá consideraba que aquel primer documento en hebreo/arameo fue esencial para la composición del Evangelio según Mateo en griego.

No existe hoy una copia de la primera obra de Mateo en hebreo. Pero Eusebio anotó que Panteno de Palestina (falleció cerca de 200 d.C.), director de la escuela cristiana de Alejandría, viajó como misionero a la India (179-189 d.C.), y allí vio un Evangelio según Mateo escrito en letras hebreas. Los del lugar dijeron que el libro de Mateo en hebreo fue traído a la India por el apóstol Bartolomé. En 3 listas de los apóstoles, Bartolomé y Mateo aparecen juntos (Mr 3:18; Lc 6:14-15; Hch 1:13).

Jerónimo (347-420 d.C.), escribió: “Mateo, que es también Leví, y que de publicano pasó a ser apóstol, primero compuso un Evangelio de Cristo en Judea en lengua y caracteres hebreos para beneficio de los de la circuncisión que habían creído.

“Quién lo tradujo después al griego no está suficientemente comprobado. Además, el hebreo mismo se conserva hasta el día de hoy en la biblioteca de Caesarea, que el mártir Pánfilo recopiló tan diligentemente. También me permitieron los nazarenos [cristianos] usar este volumen en la ciudad siria de Berea para copiarlo”. (La biblioteca cristiana en Caesarea Marítima fue destruida durante la conquista musulmán en 640 d.C.)

Continuó Jerónimo, “Él [Mateo], siendo hebreo, escribía en hebreo, es decir, en su propia lengua y con la mayor fluidez”. Jerónimo observó que “las cosas que fueron escritas elocuentemente en hebreo fueron convertidas más elocuentemente en griego”. Aquí Jerónimo afirmó que primero había un Evangelio según Mateo en hebreo, y luego un Evangelio según Mateo en griego, y lo escrito en griego era mejor que la versión en hebreo.

Ireneo de Lyon (cerca de 135-202 d.C.) escribió, “Mateo publicó un libro escrito del evangelio entre los hebreos en su propio dialecto, mientras Pedro y Pablo predicaban el evangelio en Roma y fundaban la iglesia.” Además, en sus libros Ireneo incluía largas porciones del Evangelio según Mateo en griego, y las atribuía al mismo Mateo que primero escribió en hebreo/arameo. (Según la historia, se deduce que Pablo y Pedro predicaban en Roma desde 60 d.C., y que fueron martirizados después del gran incendio de Roma en 64 d.C., bajo el emperador Nerón.)

Origen de Alejandría (185-254 d.C.), citado por Eusebio, escribió, “El primer evangelio fue escrito por Mateo, que una vez fue cobrador de impuestos, pero después llegó a ser un discípulo de Jesucristo, y lo fue preparado para los convertidos del judaísmo y publicado en el idioma hebreo.”

Eusebio mismo recordó: “Mateo había predicado primero a hebreos, y cuando estaba por ir a otros transmitió en forma escrita en su idioma nativo el evangelio según entendía.” Preguntamos: ¿Quiénes eran los “otros”—gentiles? Y ¿cuál era su idioma nativo? Siendo educado, Mateo habrá dominado igualmente hebreo, arameo y griego.

Eusebio citaba a los libros que nunca fueron disputados en las iglesias primitivas, y entre los libros autorizados incluía los Evangelios según Mateo, Marcos, Lucas y Juan, los Hechos de los Apóstoles, y 13 epístolas de Pablo. Estos libros eran recibidos por todas las iglesias. Luego, Eusebio presentó pruebas por que otros libros debían de ser aceptados.

Desde la iglesia primitiva se ha mantenido que Mateo fue el autor del primer Evangelio. No hubo otro nombre bajo consideración—sólo Mateo fue mencionado. No existe ninguna crítica antigua del título “Evangelio según Mateo”. Todavía vivían en el año 100 d.C. personas que en su niñez o juventud conocían a los apóstoles o a sus seguidores inmediatos, y pudieron haber corregido un error. Los padres de la iglesia copiaron muchas citas de la edición en griego de este Evangelio.

Todos los líderes de la iglesia sostuvieron que el apóstol Mateo escribió el Evangelio según Mateo, y que lo escribió primero en hebreo (arameo). Al comparar sus declaraciones, se entiende que aquel primer escrito fue usado como un bosquejo cuando el mismo Mateo compuso su Evangelio en griego—el Evangelio según Mateo que tenemos hoy. La primera edición en hebreo (arameo) fue para los judíos en Palestina. Luego, al extenderse la iglesia, y para alcanzar a judíos y gentiles fuera de Palestina en el resto del mundo mediterráneo, Mateo compuso un documento más completo en griego.

Un contemporáneo no-cristiano de Mateo hizo exactamente lo mismo. Josefo, historiador de Judea, primero escribió su libro sobre las guerras judías en hebreo/arameo. Luego agregó más material y formalidad para una edición en griego. En su prólogo del libro Las Guerras Judías, Josefo explicó: “Me he propuesto a mí mismo; en beneficio de los que viven en el imperio romano, traducir esos libros a la lengua griega, que antes compuse en el idioma de nuestro país [hebreo o arameo], y envié a los bárbaros [gente de otras naciones]”.

Historiadores han notado que de todos los escritos del Nuevo Testamento, el Evangelio de Mateo tuvo la influencia literaria más amplia y profunda en la literatura cristiana hasta las últimas décadas del siglo segundo. Aquella composición del apóstol Mateo siguió siendo el evangelio por excelencia. Este evangelio era, por tanto, normativo de la vida cristiana. Creó el trasfondo para el cristianismo común.

Bien anotó Edouard Massaux, un erudito francés, “La única explicación adecuada para la influencia del Evangelio [según Mateo] y su abrumadora popularidad en la iglesia primitiva es su autoría apostólica. Que uno de los Doce lo escribiera poco después de escribir su memoria de Jesucristo en arameo, y antes de que Marcos y Lucas escribieran sus evangelios es, con mucho, la explicación más satisfactoria.”

¬Pruebas internas
Si el autor del Evangelio según Lucas fue un doctor (Col 4:14), se notaría palabras e ideas médicas en su Evangelio—y las hay. Si Pedro fue la fuente principal para el Evangelio según Marcos (1 P 5:13), se hallaría referencias discretas a Pedro y su punto de vista en ese Evangelio—y las hay.

Por consiguiente, si Leví/Mateo, el recaudador de impuestos, fue el autor del Evangelio según Mateo, se observaría su influencia y las habilidades de su profesión en este Evangelio—y las hay.

Todas las pruebas a continuación están dentro del Evangelio según Mateo, y el lector descubrirá que son las huellas de un publicano. Muchos de los siguientes puntos fueron señalados por Werner G. Marx de Nicaragua, y Keith Thompson en sus respuestas a Islam.

Usar la tercera persona singular
Cuando Jesús llamó a Leví, este le hizo un gran banquete en “su casa” (Lc 5:29) y “casa de él” (Mr 2:15). En cambio, en Mt 9:10, el autor del Evangelio refiere a “la casa”. Es muy común, al escribir acerca de un evento cuando el autor estaba presente, para evitar muchos pronombres posesivos en la primera persona singular, que escriba uno en la tercera persona singular. Con frecuencia hablamos y escribimos así en el español: en vez de decir “mi casa”, hablamos de “la casa”, y el oyente entiende que es en realidad la casa propia del autor. Es obvio, entonces, en aquel gran banquete, y para no halagarse por lo ostentoso del evento, que “la casa” pertenecía al autor, Leví/Mateo.

Del mismo modo, es muy posible que en Mt 9:9, el autor se refirió a si mismo con “un hombre llamado Mateo” y “le siguió”. Fue una práctica normal entre autores de ese período hablar de sí mismo en la tercera persona singular. Se ve ejemplos de esto en autores griegos como Tucídides y Jenofonte, y el romano Julio César.

Enfatizar la misericordia
Sólo Mateo recordó las palabras de Jesús cuando citó Os 6:6—“Misericordia quiero, y no sacrificio” (Mt 9:13; 12:7). Leví, que había sido un publicano aborrecido y rechazado, ahora escribía como Mateo. Era muy agradecido que Jesús, en su misericordia, le aceptaba y le incluía entre sus seguidores más próximos.

No poner tropiezo a los que colectaban la ofrenda requerida
Mt 17:24-27 es el único lugar donde leemos esta pequeña historia acerca de Pedro, Jesús, y los que cobraban el dinero requerido para el Templo. Notó el autor que Jesús dijo a Pedro que pagase la ofrenda “para no ofender” a los que la cobraban. La palabra usada por el Señor para ofender es “escandalón”, o sea, “levantar obstáculos para ellos”. Jesús quiso quitar toda barrera delante de los colectores, para que le siguieran. Como uno que había sido publicano, Mateo tenía el corazón abierto a esta clase de personas. Recordaba la misericordia que él recibió del Señor, y sabía por experiencia que Jesús abre la puerta de la salvación a publicanos y gente rechazada. Se entiende, entonces, porque Mateo estuvo muy atento a las palabras de gracia que Jesús habló acerca de estos colectores de la donación requerida para el Templo.

Es interesante también notar en este caso que Mateo usó la palabra exacta para la ofrenda, dos dracmas por persona, porque conocía las monedas. Escribió del “didracma” (17:24 en el griego), una moneda que igualaba a dos dracmas. El didracma fue una moneda griega que los religiosos judíos escogieron para la donación anual requerida para mantener el Templo. El dracma tenía el mismo valor que un denario romano—pero el dracma y el didracma no eran estampadas con la imagen repugnante del emperador romano, y su plata fue más pura.

Otra cosa interesante, el Señor dijo a Pedro que en la boca del pescado hallaría un “estatero” (17:27 en el griego), que era equivalente a dos didracmas, o sea cuatro dracmas (también se llamaba tetradracma). Dado que el estatero, o tetradracma, fue más común que el didracma, había la costumbre de que dos judíos pagaran la donación al Templo con un estatero (tetradracma). En todo el Nuevo Testamento, sólo aquí hallamos estas dos monedas especializadas, incluidas por uno que antes fue recaudador de impuestos y conocía bien a las monedas: Mateo.

Otras referencias a publicanos
Repetidas veces el autor de este Evangelio anotó palabras de Jesús acerca de los que recaudaban los impuestos. Dichas palabras aparecen sólo en el Evangelio según Mateo, obviamente porque le eran muy importantes a uno que antes fue publicano.
• En Mt 5:46, Jesús habló de la cortesía que publicanos ejercen entre sí.
• En Mt 11:19, el autor recordó que Jesús fue acusado de ser “amigo de publicanos y pecadores”.
• En Mt 18:17, el autor reconoció el rechazo que sufren los publicanos.
• En Mt 21:31, el autor se gozaba porque los publicanos y las rameras que siguen a Cristo van delante de los religiosos al reino de Dios.

Experto en monedas y dinero
En los Evangelios, Mateo escribió del dinero 44 veces, Marcos escribió del dinero 6 veces, y Lucas lo hizo 22 veces. ¡Se ve inmediatamente quien fue el experto que tenía interés en el dinero! En ese tiempo no existía dinero en billetes, más bien, circulaban monedas de varios países, con diferentes valores. Haber sido un publicano que manejaba diferentes tipos de monedas dio mucha pericia al autor del Evangelio según Mateo. El autor de este Evangelio describió más diversos tipos de monedas que los otros tres Evangelios:

El cuadrante (kodrante)
Fue la moneda romana más chica, fabricada de cobre. El autor escribió de ella en Mt 5:26, y es apropiado en el contexto de un juez romano, porque el cuadrante fue aceptado para pagos oficiales en el sistema judicial romano.

El cuarto (assarion)
Fue una moneda romana de más valor, también de cobre. 16 cuartos (assarion) hacía un denario. Tenía poco valor; según lo que dijo Jesús en Mt 10:29, dos pajarillos costaban un cuarto (assarion) en el mercado.

El denario (denarion)
Era una moneda romana de plata, y en el tiempo de Jesús fue considerado el jornal para un hombre por un día de trabajo (Mt 20:2). Se fraccionaba un denario en 16 cuartos (assarion) o 64 cuadrantes. Así que, en la parábola de la viña (Mt 20:1-16), el dueño de la viña tenía la opción de pagar proporcionalmente a los obreros conforme a las horas trabajadas. Pero no lo hizo—¡pagó por igual a todos! Esta enseñanza revolucionaria de Jesús impactó a Mateo, pues él conocía muy bien la opción más económica que Jesús no incluyó en la parábola. Mateo captó que el Señor es bondadoso con su gracia, y sólo Mateo recordó esta parábola.

El talento (talanton)
Sólo Mateo incluyó dos parábolas del Señor cuando hablaba del talento. El talento no fue una moneda. Fue una manera para calcular grandes cantidades de dinero, porque un talento equivalía a 6.000 denarios, o sea, más de 16 años de trabajo para un hombre. Se entiende su enorme valor cuando uno multiplica un salario diario actual (el equivalente a un denario) por 6.000 = y ¡la cantidad es muy grande!

En la parábola de Mt 18:23-35, los 10.000 talentos que el ministro del rey le debía, equivalía a 60 millones de denarios. Cada lector puede calcular la cantidad equivalente en su país. El tributo que Roma cobraba a Judea, Samaria e Idumea sumaba a 600 talentos por año. Galilea y Perea, áreas que Mateo conocía muy bien, pagaban 200 talentos por año; y esto fue una suma muy pesada para los pobres de la región. La conmoción de la parábola en Mt 18 es que el muy endeudado ministro del rey le encarcelara a su consiervo que le debía al ministro la pequeña cantidad de 100 denarios. El ministro fue perdonado por una deuda que no hubiera pagado durante cientos de vidas, y estaba furioso con su consiervo porque éste le debía el valor de 4 meses de trabajo. ¡Fue una injusticia increíble! Y Mateo lo entendió.

En Mt 25:14-30, Jesús dio una parábola que sería de sumo interés a banqueros y gente adinerada de la capital Jerusalén. Habló de inversiones y el manejo de grandes cantidades de dinero y valores. Cada uno de los que recibieron talentos tenía las mismas posibilidades de invertir el dinero para ganar intereses con ello. El de cinco talentos lo hizo; el de dos talentos lo hizo; pero el de un talento lo escondió en tierra porque temía los riesgos del mercado, y al final perdió todo. En esta parábola Jesús usó la palabra talento (talanton—Mt 25:15, 16, 20, 22, 24, 25, 28), pero también usó la palabra plata/dinero (argyrion—Mt 25:18, 27); puede ser que el Señor estaba calculando el valor del talento en monedas de plata. Mateo, habiendo sido recaudador de impuestos y cuidadoso con detalles de dinero, captó y recordó los pormenores de esta parábola.

Dinero/plata (argyrion)
En varios lugares de los capítulos finales del Evangelio según Mateo hallamos esta moneda (Mt 25:18, 27; 26:15; 27:3, 5, 6, 9; 28:12, 15), que es muchas veces traducido “dinero”. Fue una moneda griega (llamada tetradracma, es decir cuatro dracmas), acuñada de plata en Antioquía, en Cesárea de Capadocia (hoy Turquía) y en Tiro, equivalente a cuatro denarios romanos. El general Pompeyo fijó el cambio oficial entre un dracma griego de plata y un denario romano de plata, en igual valor; Josefo confirmó que este era el cambio.

Sólo el autor del Evangelio según Mateo recordó que los sacerdotes dieron 30 piezas de plata a Judas para que entregara a Jesús (Mt 26:15). Se cree que estas monedas eran tetradracmas de plata, y había en el Templo abundancia de dichas monedas, puesto que los judíos las donaba cada año para el mantenimiento del Templo. Mateo, el que antes fue recaudador de impuestos, con su conocimiento de dinero, se habrá dado cuenta que el Señor Jesús fue traicionado por el equivalente de 120 días de trabajo (1 día de trabajo por 1 denario/dracma X 4 dracmas en un tetradracma X 30 = 120 días). 30 piezas de plata era el valor de la vida de un esclavo (Ex 21:32).

Otra información que sólo Mateo nos dio es acerca de un acuerdo monetario mal motivado. Muchos comentaristas creen que el “mucho dinero” que los sacerdotes dieron a los guardas romanos después de la resurrección de Jesús (Mt 28:12), que literalmente en el griego es “mucha plata”, fueron mondas tetradracmas. Leví/Mateo, habiendo presenciado antes mucho manejo ilegal de dinero, captó y nos informó el detalle de este dinero que compró el silencio de los guardas.

Pregunta acerca del tributo
Los judíos estaban obligados a pagar un impuesto de captación según el censo que los romanos periódicamente llevaron a cabo en diferentes provincias o en todo el imperio. Los fariseos, que abiertamente repugnaban a Jesús, quisieron atraparle delante del pueblo y las autoridades romanas, con una pregunta muy discutida (Mt 22:15-22). Mateo, y solo él entre los cuatro autores de Evangelios, recordó las palabras exactas de Jesús cuando Él pidió “la moneda” (nomisma en griego) que se usaba para ese tributo. Marcos y Lucas escribieron “denario” en griego; Mr 12:15; Lc 20:24. Mateo notó que Jesús habló un término neutral, como que no sabía de cuál dinero hablaban sus opositores, y nos revela que usó esta maniobra sutil al no identificar la moneda. Esto obligaba a los enemigos furtivos a nombrar la moneda, que era un denario romano. Siendo conocedor de todas las monedas en circulación, Mateo fue el único que nos informó de la manera en que el Señor en esta manera desequilibró a la oposición antes aun de contestar su pregunta.

Cabe señalar aquí que los fariseos del partido de Shamai en manera especial aborrecían a los judíos que fraternizaban con gentiles, como hacía antes Mateo, y como Jesús los trataba con amor. En varios lugares de su Evangelio, el autor señaló la rabia de la oposición farisaica hacia Jesús, dado que en su tiempo como publicano Mateo también sintió la furia de ese rechazo (Mt 9:11, 34; 12:2, 14, 24, 38-39; 15:1-2, 12; 16:1, 6, 11-12; 19:3; 21:45-46; 22:15, 34-36).

Valor de minerales
Mateo fue el único que notó que Jesús habló de cobre, plata y oro al enviar a los Doce en misión (Mt 10:9). Marcos recordó “cobre” (xalkos en griego, Mr 6:8), y Lucas escribió “plata” (argurion en griego, Lc 9:3). Un recaudador de impuestos se fijaría inmediatamente en la diferencia de valores entre los tres metales.

Sólo Mateo recordó la visita de los magos al Niño Jesús, y los tres muy valiosos regalos que le ofrecieron: oro, incienso y mirra (Mt 2:11). Estos regalos fueron una provisión de Dios para cubrir los costos del viaje y la estadía en Egipto, el regreso a Nazaret, y el gasto para la familia del Mesías al reiniciar la vida en ese pueblo.

Mateo oyó y tomó nota de las parábolas del Señor acerca de objetos de gran valor, y el sacrificio para obtenerlos: el tesoro escondido, la perla de gran precio, y tesoros nuevos y viejos (Mt 13:44-46, 51-52). Los otros tres autores de Evangelios no incluyeron dichas parábolas en sus relatos.

Herencia levita
Se ha notado que su otro nombre, Leví, indica la probabilidad de que Mateo nació en la tribu de Leví. Los levitas recibían instrucción en la argumentación rabínica, que era muy detallada, con discusiones intricadas sobre muchos temas. Presentaban casos posibles y los discutían con suposiciones e inferencias. Es interesante, entonces, hallar en el primer Evangelio muchos lugares donde el autor empleaba frases condicionales, con explicativos e inferencias. Demuestran estas frases que el autor poseía una mente bien ordenada y era un experto en el arte del argumento rabínico. Entre los muchos ejemplos en el Evangelio según Mateo, notamos estos cuatro: las condiciones acerca del perdón en Mt 6:12-15, y 18:21-22 y 35; son muy complejas, y han generado siglos de debate. De igual manera, las preguntas condicionales de Jesús en Mt 12:26-28 acerca de demonios y la liberación de ellos, y Mt 22:45 sobre David y su Señor/hijo, son profundas en teología. Mateo expresó estas declaraciones con brevedad y decoro, pero a la vez entendía que demandan una explicación y aplicación muy cuidadosa. Hay más frases condicionales en Mateo que en Marcos y Lucas, y esto indica que el autor, gracias a sus estudios como levita años antes, comprendía las intrincadas preguntas y respuestas que Jesús hacía.

Ministerio y muerte de Mateo
El Nuevo Testamento no ofrece detalles acerca del ministerio de Mateo. Estuvo entre los 12 apóstoles que recibieron autoridad del Señor Jesús para predicar, sanar enfermos, limpiar leprosos, resucitar muertos, echar fuera demonios, viajar como pobre entre el pueblo, anticipar persecución, no temer la oposición, perseverar a pesar de traición, y recibir el cuidado de Dios (Mt 10).

Mateo, entre los 11 apóstoles, recibió la gran comisión para hacer discípulos, bautizarlos y enseñarlos hasta el fin del mundo (Mt 28:19-20). También estaba entre los que oyeron al Señor enviarlos a Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra (Hch 1:8). Habrá enseñado con los otros 11 “la doctrina de los apóstoles” en Jerusalén, y ministrado la palabra de Dios (Hch 2:42; 6:2, 4). Cuando los creyentes fueron esparcidos después del martirio de Estéban, Mateo habrá quedado en Jerusalén para servir a la iglesia local, y a la dispersada (Hch 8:1). Posiblemente participó en el concilio de Jerusalén, cuando oficialmente se abría la iglesia a los gentiles (Hch 15). Después, como los otros apóstoles, Mateo habrá viajado a muchos lugares, predicando el evangelio y enseñando a los nuevos creyentes.

De allí en adelante, Irenio (cerca de 135-202 d.C.) escribió que Mateo predicó entre los hebreos, y Clemente de Alejandría notó que lo hizo por 15 años. Los historiadores antiguos mencionan países evangelizados por Mateo, incluyendo Etiopía al sur del mar Caspio (hoy en Turquía), Partia, Macedonia y Siria. Casi todos los historiadores de la antigüedad recordaron que Mateo entregó su vida por Cristo en una muerte violenta como mártir, pero no concuerdan en cómo murió ni dónde.

Es bueno tener en mente que Mateo comprendio y siguió las palabras de su Señor: “No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. . . ¿No se venden dos gorriones por una monedita de cobre? Sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin que lo permita el Padre; y él les tiene contados a ustedes aun los cabellos de la cabeza. Así que no tengan miedo; ustedes valen más que muchos gorriones”. (Mt 10:28-31 NVI)

Para cerrar esta sección sobre el autor del Evangelio según Mateo, se cita la sabia observación de Werner Marx:

“El recaudador de impuestos tenía que escribir rápido, con gran precisión, a menudo usando estenografía mientras observaba atentamente la vida a su alrededor, para asegurarse de que se cumplieran todas las obligaciones tributarias. Ser recaudador de impuestos en Capernaum requería dones extraordinarios. Su otro nombre, Levi, parece indicar que pertenecía a la tribu de los levitas y, por lo tanto, habrá conocido bien el Antiguo Testamento y las costumbres judías. Pero también necesitaba conocer a fondo las lenguas de los gentiles y su cultura. Entonces Jesús llamó a Leví, para que se convirtiera en su discípulo Mateo, un hombre rápido de pluma, judío de raza pero en casa en el mundo romano, que entendía el hebreo y el arameo, pero que también escribía griego con facilidad y precisión.”

Tomando en cuenta las pruebas externas e internas, en este comentario se considera que Leví/Mateo, antes publicano, fue el autor del Evangelio según Mateo que tenemos hoy en griego, y que ha sido traducido a miles de idiomas en todo el mundo.

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