Comentario sobre Mateo 2:1-23

Mateo 2:1

Cuando Jesús nació—En griego es “Jesús habiendo nacido”, da a entender que los relatos de este capítulo sucedieron después de su nacimiento. Aunque nuestro arte contemporáneo navideño muestra a pastores y magos adorando juntos al recién nacido Jesús, la evidencia indica que los magos llegaron días, meses, o hasta un año y meses después de su nacimiento.

En Belén de Judea—Belén en hebreo significa “Casa de pan”. En textos del Antiguo Testamento es “Belén-Éfrata”. Éfrata quiere decir “fructífero”, posiblemente por las cosechas abundantes en las tierras cercanas. Hubo otro pueblo con el mismo nombre, Belén, de la tribu de Zabulón, en Galilea (Jos 19:15). Belén de Judea está en la ladera de un valle no profundo, rodeado de cerros, ocho kilómetros al sur de Jerusalén. Desde las alturas de Belén se ve el Mar Muerto, y al otro lado de éste, los campos de Moab, de donde vino la Rut mencionada como esposa de Booz (Mt 1:5). Belén aparece en varios libros del Antiguo Testamento. En el tiempo del nacimiento de Jesús, Belén tuvo una población de unas 1.000 personas, siendo una de las ciudades judías de menor relevancia. Es importante notar que Aquel que afirmó, “Yo soy el Pan de Vida” (Jn 6:35) nació en el pueblo cuyo nombre significa “casa de pan”.

Nacimiento de Jesús en Belén

Lucas nos informa que José y María viajaron de Nazaret a Belén para ser empadronados en el censo, practicado por Cirenio bajo órdenes de Augusto César (Lc 2:1-2). Por cientos de años Roma practicaba censos para calcular el número de ciudadanos y el valor de su propiedad, el monto de impuestos a exigir de cada provincia, ver si la población estaba procreando hijos para el crecimiento del imperio, o para preparar una afirmación de lealtad a Roma de cada cabeza de familia en cada provincia. A veces la cabeza de familia tenía que volver a su tierra ancestral, y a menudo la esposa fue obligada a acompañarle.

En aquel tiempo, Augusto César estaba preocupado por un declive en la población y promulgó varias leyes apoyando al matrimonio y la procreación de hijos; en el censo podría ver si sus iniciativas estaban aumentando la población. Un hombre podía ser encarcelado o ejecutado si se ausentaba de un censo romano, o sufrir multa o castigo si no era casado y si no producía tres hijos para el bienestar del imperio. Quizás fue uno de los motivos porque la encinta María acompañó a José a Belén.

Augusto César ordenó censos en 28 a.C., 8 a.C. y 14 d.C. Se requerían varios años para llevar a cabo un censo en todo el inmenso imperio romano, y probablemente fue el censo ordenado en 8 a.C. el que finalmente llegó a Palestina en 6 o 5 a.C. Además, Augusto estaba molesto con Herodes en esos años, y es muy posible que el César quiso saber más detalles de Palestina.

El censo del territorio de Herodes fue tan importante, que un amigo del emperador, el general Cirenio, recibió el encargo de implementarlo. Cirenio fue nombrado gobernador de Siria en 6 d.C.; pero antes de eso fue un enviado militar del César en Asia Menor, con mucha autoridad para asuntos militares y relaciones con regiones cercanas. Lc 2:2 dice en griego que Cirenio fue el “hegemon” (hombre fuerte, término griego usado para delegados militares, con poderes especiales concedidos por el César). Así que el censo ordenado por el emperador, que comenzó en 8 a.C. y que llegó a Palestina en 6 o 5 a.C., bien pudo haber sido llevado a cabo bajo el mando militar de Cirenio, exactamente como Lucas observó.

En días del rey Herodes—El historiador Flavio Josefo es la fuente que ofrece más detalles sobre Herodes y otros gobernantes, y la historia de los judíos de aquella época. Herodes fue un idumeo/árabe (su padre, Antipater, descendía de Esaú, y su madre fue árabe/nabatea), que con mucha astucia, y siguiendo los pasos de la diplomacia engañosa de su padre, ganó el apoyo de Roma. Herodes fue criado como judío, pero los judíos lo aborrecían, en parte por la prohibición de Moisés contra un rey foráneo (“No podrás poner sobre ti a hombre extranjero, que no sea tu hermano”; Dt 17:15), por sus gravosos impuestos, por sus muchos matrimonios, y su crueldad. Además, durante siglos existían intensos conflictos entre los edomitas y los israelitas (ver 2 Sam 8 y Sal 83:6).

Al principio de su carrera (40 a.C.), Herodes peleó contra una invasión de Palestina por el ejército de Partia, un enorme imperio asiático que reemplazó al reino de Persia, y que se extendía por lo que hoy es Irán, Iraq, parte de Turquía, Pakistán y otros países. Por 725 años (96 a.C. – 628 d.C.) los partos y los romanos se entregaron a hostilidades y guerras, luchando por controlar la rica producción agrícola y los impuestos que se levantaban en las zonas fronterizas de Asia Menor y la provincia de Siria, que incluía a Palestina. Las guerras entre los dos enormes imperios, Roma contra Partia, afectaron a todo el Oeste de Asia, y Europa hasta 628 d.C., cuando Partia cedió territorio a Roma. Esto sucedió pocos años antes de las conquistas árabes, cuando tanto Roma como Partia, exhaustos por los siglos de guerra, no pudieron resistir al avance árabe musulmán.

Herodes era un guerrero muy sagaz, feroz en su crueldad durante guerra y paz, y concluyó que tendría más apoyo si se aliaba con Roma, en vez de Partia. Roma premió a Herodes por su apoyo, y en 39 a.C., con la aprobación de Marco Antonio y Octavio César, el Senado Romano proclamó a Herodes “Rey de los Judíos” y “rey aliado y amigo del pueblo romano”.
A la vez agrandaron su reino para que incluyera a Judea, Idumea, Galilea y Samaria, casi tan largo y ancho como era Israel en los tiempos de David y Salomón—para que en aquellas provincias Herodes levantara impuestos para enviar a Roma (y en el proceso Herodes podría enriquecerse). Herodes vivía en constante tensión con la reina Cleopatra VII de Egipto, pues ella deseaba porciones de su reino.

Ese “Rey de los Judíos” levantó una serie de fortificaciones para protegerse de otra invasión de los partos. Construyó muchas grandes obras, incluyendo la reconstrucción del magnífico Templo en Jerusalén, abrió un enorme puerto en el Mediterráneo (Cesarea Marítima), edificó ciudades enteras, y palacios invulnerables para su propia protección (Masada, Herodium, Maqueronte, etc.). Cubrió los fuertes gastos para tales obras con las ganancias de sus minas de cobre y otros minerales, y con los aplastantes impuestos que cobraba a la población. Herodes recolectaba casi el 20% de las cosechas y trabajos del pueblo, lo cual dejó a la mayoría de los judíos hambrientos y en extrema pobreza. Fue el constructor más grande que Israel haya tenido; por eso es recordado como Herodes el Grande. Pero la mayoría de los judíos lo odiaban a causa de su parentela extranjera, su crueldad, sus impuestos gravosos, su afán por Roma y los dioses paganos, y su vida inmoral.

Herodes se mantuvo como rey porque eliminaba inmediatamente a cualquier persona que le parecía infiel o pretendiente al trono. Mataba a miles de personas en sus campañas militares, aplastaba sublevaciones entre sus súbditos con una ferocidad que terminaba con miles de judíos exterminados, mató a la favorita de sus 10 esposas y también al abuelo de ésta, mató a una de sus suegras y a otros familiares, dio muerte a tres de sus propios hijos, y muchos de sus siervos fueron aniquilados por supuestos crímenes de deslealtad. Sus ejércitos eran mercenarios que le servían por el salario; procedían de Siria, Alemania, Suiza y otras regiones europeas lejanas, y por eso no tuvieron ningún recelo en perseguir a los judíos, pues los consideraban unos religiosos locos.

Cuando llegamos a Herodes en Mateo 2, él tiene 70 años, está muy enfermo con las condiciones que le han de acabar en pocos meses, y sufre de una paranoia que pone en peligro a todos los que le rodean.

Moisés escribió a los israelitas que “no aborrecerás al edomita, porque es tu hermano” (Dt 23:7), pero los judíos que sufrían bajo Herodes con mucha dificultad habrán obedecido este consejo.

He aquí—La traducción literal del griego (“idou”) es “¡Mira!” Los días de Herodes eran terribles, desoladores, y cargados de horror y pánico. En tales circunstancias uno puede preguntar, “¿Dónde está Dios? ¿Dios nos ha abandonado? La monotonía de la maldad nos agobia, y sentimos que no hay ninguna esperanza.” Precisamente en medio de estos momentos encontramos el “¡Mira!” Aparece algo inesperado, algo que demuestra que Dios sí está con nosotros, y que no ha olvidado sus promesas.

Vinieron del oriente a Jerusalén unos magos—Magos (significaba “grande” en el idioma de Persia) eran personas de mucho honor e importancia, merecedores de sumo respeto. Probablemente procedían de Babilonia u otra ciudad del imperio parto, al oriente de Palestina.

Algunos opinan que los magos venían de Arabia, de Egipto u otro país. Hay antiguas tradiciones que mencionan a Arabia en especial. Sin embargo, la designación de ellos como “magos”, una clase identificada estrechamente con los imperios de Persia y Partia, su ciencia y estudio de los cielos, y la consternación que su llegada precipitó en Herodes, nos convence que venían de una ciudad importante de Partia. El imperio de Persia fue absorbido en el imperio de Partia.

Los magos eran muy educados, científicos, astrónomos, embajadores de la corte con protección especial, estudiosos de libros de religión, ética y sabiduría, maestros e instructores de los próximos reyes de Persia, y luego de Partia. Seguían la religión de Persia y adoraban al sol, que consideraron ser el fuego divino; pero a la vez poseían la curiosidad por saber más, algo que identifica a los buscadores de la verdad en todas las edades. Entre sus oficios, interpretaban sueños y estudiaron los cielos para descifrar las señales de la astrología (algo muy respetado en todas las naciones en aquel entonces) para dar orientación al rey y otras personas importantes. Recordamos que Daniel hacía algo de esto en la corte de Nabucodonosor (Dn 2 y 4), y Daniel fue puesto sobre los magos (Dn 1:20; 5:11). Opinaron los partos, romanos y otros, que por medio del movimiento y la alineación de los planetas y las estrellas, los dioses comunicaban su voluntad a los humanos. Por eso creían en un universo con propósito y orden, una creencia que no era considerada en otras religiones de su tiempo. Es casi cierto que conocían las escrituras judías, es decir el Antiguo Testamento, y las profecías acerca de la venida de un Mesías para el pueblo judío. Miles de judíos vivían en el imperio parto, y Babilonia fue un centro importante de estudios judíos.

Habrán viajado varios meses para llegar desde Partia a Jerusalén. Por ser tan cercanos al rey parto, es seguro que tuvieron que pedirle permiso oficial para viajar a una provincia fronteriza, porque Judea estaba bajo el mando de Roma, enemigo acérrimo de Partia. Para protección contra los bandidos en la ruta, los viajeros en ese tiempo se agrupaban en grandes caravanas, con cientos de camellos y guardias armados, y avanzaban hasta 20 kilómetros por día. Había entre 800 y 1.000 kilómetros para llegar a Jerusalén, con frecuentes descansos, y días esperando en cada intersección del camino para reconstituir la caravana cuando algunos viajeros se separaban de la caravana madre para tomar otras rutas. Diferentes rutas existían entre Babilonia y Damasco, y de Damasco tomarían el Camino del Mar (la Vía Maris) que pasaba por Magdala de Galilea y cerca de Nazaret, luego a Cesarea Marítima en la costa del Mediterráneo, hasta llegar a la subida que conducía a Jerusalén en las montañas de Judea.

No eran solamente tres. Fue una compañía de magos, oficiales y siervos, un buen número de guardias o soldados, y una cantidad de camellos de montar y de carga. A veces una caravana con rica mercancía era acompañada por miles de soldados para proteger la mercancía contra bandas de ladrones o ejércitos enemigos. ¡La llegada de los magos a Jerusalén fue impresionante!

Jerusalén, situada en las alturas de Judea, fue la capital de Herodes, y el centro del pueblo judío con el Templo y todos los cultos y las fiestas que se practicaban allí cada año. La ciudad era amurallada, con unas 20.000 personas ubicadas dentro de los muros, y otras 5.000 a 10.000 personas humildes viviendo fuera de los muros. Las calles eran estrechas, y se torcían en cada dirección, al estilo del Medio Oriente. Habrá sido un espectáculo ver a los magos, y sus oficiales y siervos, vestidos con las ropas brillantes de Partia, caminar por las calles de la ciudad judía.

Mateo 2:2

¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido?—En el país de los magos el nacimiento de un futuro rey era causa de celebración nacional. Los magos pensaron, entonces, que todos los judíos sabrían del evento y les podrían dar razón, y por eso comenzaron a preguntar a la gente en la calle. Pero, por otro lado, tal vez los magos sabían de la malevolencia de Herodes, y su paranoia horrible que extinguía la vida de toda persona que le amenazaba en el reinado, y por eso evitaron ir a su palacio. El “Rey de los Judíos” era Herodes, proclamado así por el Senado Romano, ¡y no podía haber otro rey! El pueblo habrá pensado que eso del nacimiento de un rey era una imaginación de los magos, algo fuera de la realidad. Pero a la vez, la pregunta habrá levantado en muchos judíos la esperanza de un nuevo rey, uno que reemplazaría al maligno y corrupto Herodes.

El título dado por los romanos a Herodes y usado por los magos al preguntar por el Niño, “Rey de los Judíos”, es exactamente lo que Poncio Pilato escribió y colocó sobre Jesús en la cruz (Mt 27:37). ¿Por qué lo ordenó así Dios? Saliendo de la boca de magos, gentiles extranjeros y no de Israel, significaba que ¡el Rey de los Judíos es también el Rey de Todos!

Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle—¡Los magos hablaban de una señal en los cielos, algo que no pudo imaginarse, algo real, algo visible! ¿Será cierto? se habrán preguntado todos los que lo oían. En griego es “porque de él su estrella”, dando énfasis en la certeza que los magos sintieron acerca de la identificación del nuevo rey.

La palabra “estrella” en el griego puede referirse a un planeta, una estrella (un sol), un cometa o meteoro, o un acercamiento visible de planetas y estrellas. Para los astrónomos y astrólogos antiguos, cada planeta, estrella y constelación en los cielos tenía su significado. En este caso, en el año 7 a.C. sucedió un fenómeno especial que muy bien puede ser lo que vieron los magos. El planeta Júpiter (que les significaba un “rey”) se aproximaba al planeta Saturno (que les significaba los “judíos”), y fue visible en la zona de la constelación Piscis (significaba la “tierra de los judíos”). Todo esto ellos vieron en el horizonte del este, cuando la aproximación celestial estaba recién formándose. Para los que creían estas cosas, era evidente que se estaba levantando un nuevo rey (Júpiter) de los judíos (Saturno) en la tierra de los judíos (Piscis), Palestina. Esta aproximación de Júpiter y Saturno en Piscis ocurrió tres veces en 7 a.C.: el 29 de mayo (visto en el este), el 3 de octubre (visto en el sureste), y el 4 de diciembre (visto en el sureste). No era común y ordinario: sucede solamente cada 900 años.

En aquel tiempo los astrónomos de Babilonia podían calcular exactamente los movimientos de planetas y estrellas, y predecir, con años de anticipación, su posición en los cielos. Tenían extensas listas de planetas, estrellas y constelaciones, e instrumentos que les ayudaban a identificar y calcular los movimientos de objetos celestiales.

Al decir “de él su estrella”, los magos posiblemente se referían a cinco razones:

  • La profecía de Balaam (Nm 24:17): “Saldrá estrella de Jacob, y se levantará cetro de Israel.” Los escritos judíos eran conocidos en Partia, especialmente en Babilonia con su gran colonia de judíos. Siendo lectores de libros religiosos, los magos habrán estudiado este texto.
  • Las profecías mesiánicas de Daniel eran conocidas por los magos, pues Daniel había sido un ilustre miembro, y jefe, de su compañía (Dan 1:20; 2:34-35, 44-45, 48; 5:11; 7:13-14; 9:20-27).
  • Basados en otros libros religiosos (no del Antiguo Testamento), los judíos creían que 70 generaciones después de Enoc vendría el Mesías, y según sus cálculos ya era el tiempo para su venida.
  • La expectación en aquel tiempo, en el Oriente y también en Roma, de que una persona de Israel sería levantada para gobernar al mundo entero en paz.
  • El historiador romano Seutonio (69-140 d.C.), escribió: “Estaba establecida y difundida en todo el Oriente la antigua creencia de que por aquella época sería el destino de los hombres de Judea gobernar el mundo.”
  • Otro historiador romano, Tácito (56-120 d.C.), recordó: “Había la convicción de que en esta época el Este crecería en poder, y que gobernantes de origen judío adquirirían un imperio universal.”
  • La señal de la estrella, la aproximación de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis, confirmó en la mente y el corazón de los magos que las profecías habían llegado a su conclusión y el esperado Rey de los Judíos ya estaba presente.

Bien observó William Barclay, un comentarista escocés de la Biblia: “Cuando Jesucristo vino al mundo, los hombres vivían en ansiosa expectativa. La humanidad entera esperaba a Dios. Los corazones de los hombres anhelaban a Dios. Habían descubierto que sin Dios no era posible construir la Edad de Oro.”

Los que seguimos a Jesús estamos convencidos que así fue, y Aquel que dijo “Yo soy la estrella de la mañana” manifestó su luz para que en todas las edades podamos andar a su luz (Ap 22:16; 2 Ped 1:19).

“Venimos a adorarle”—El estilo de adoración que practicaban los magos era inclinarse ante una figura, o una persona que consideraban de sumo respeto, y de rodillas, con la cara hacia abajo tocar la tierra con la frente, a veces quedándose en esta posición por varios segundos, o hasta minutos si era una persona de suprema reverencia.

Mateo 2:3

Oyendo esto, el rey Herodes se turbó—Los magos no buscaron a Herodes; él escuchó el rumor, posiblemente por su policía secreta, y tuvo que preguntar de qué se trataba. ¿Por qué no fueron los magos a Herodes primero? Eran hombres astutos, inteligentes al máximo, experimentados en los pormenores de la diplomacia, y es muy posible que en el camino escucharan de la asesina crueldad de Herodes.

El historiador Plutarco (45-120 d.C.) escribió que un general parto, Surenas, acostumbraba viajar en una caravana de 1.000 camellos con 10.000 siervos, cuidadores de animales, y soldados montados a caballo. Los magos eran altos oficiales de la corte en Partia, y puede ser que ellos viajaban con a lo menos decenas de camellos y cientos de soldados a caballo.

Herodes fue un usurpador extranjero al trono de Israel, y en sus venas no corría ni una gota de sangre judía. Tembló al escuchar de un nuevo rey, nacido en Israel y de Israel para ser Rey de los Judíos.

El hecho de que los magos no vinieron primero a él dio lugar en Herodes a más sospechas. En su juventud, como brillante comandante militar, echó fuera a los partos de Palestina. Y ahora, padeciendo enfermedad y vejez, llegan altos funcionarios del Oriente, de la zona de Partia, preguntando por un nuevo rey. ¡Qué terror sentía Herodes! El fantasma de Partia le estaba siguiendo. (Algunos ven en los cuatro caballos del Apocalipsis [Ap 6:1-8] una referencia a Partia, enemigo de Roma, porque sus soldados eran expertos en pelear a caballo.)

¡Sí, por cierto Herodes se turbó! La palabra en griego significa “temblar, sentir confusión y alarma.” Era posible que los magos vinieran oficialmente del rey de Partia para saludar a un nuevo rey en esta provincia fronteriza. No era posible, mientras Herodes vivía, que dos reyes existieran a la vez. Imaginó que al estilo oriental, un nuevo rey judío mataría a Herodes y a todos sus familiares y siervos.

Y toda Jerusalén con él—Los habitantes de Jerusalén se turbaron si Herodes se turbó. Cuanto más se envejecía el enfermo rey idumeo, más cruel volvía. La historia de sus últimos meses está repleta de rumores, complots, acusaciones, condenaciones, la muerte de todos los acusados o sospechados, y actos de demoniaca brutalidad cometidos por el rey paranoico. Todas las clases eran afectadas:

  1. El pueblo común estaba sin defensas contra la ira de Herodes y sus mercenarios extranjeros, que a menudo daban muerte sin causa a judíos sencillos. En sus corazones el pueblo quería más a los partos en contraste con Herodes y los romanos—los partos cobraban menos impuestos, eran más respetuosos del pueblo, y sus costumbres e idioma (el arameo) eran comprensibles a los de Palestina. Herodes sabía esto, y perseguía al pueblo debido a sus preferencias por Partia.  A la vez, los pobres aguardaban al Mesías prometido, y se sublevaban repetidas veces al oír de alguien que pretendía ser el mesías. Estas sublevaciones mesiánicas engañaban a muchos, e incitaban la represión oficial desde Roma. Similares situaciones de falsos mesías son mencionadas por Gamaliel en Hechos 5:34-40.
  2. Los comerciantes de Jerusalén, y los saduceos, también su turbaron. Ellos se habían acomodado, y apoyaban a Herodes por interés personal y económico. Se asustaron al pensar en otro rey, uno que podría derrotar a Herodes, castigar a sus partidarios, y con una rebelión contra los romanos arruinar el comercio y meter al país entero en una gran guerra.
  3. La clase religiosa, los sacerdotes y levitas, era muy numerosa en la ciudad. De los 25.000 a 30.000 residentes en la zona de Jerusalén, más de la mitad eran religiosos. Durante los dos siglos previos el puesto del sumo sacerdocio se vendía por los gobernantes a la persona que les ofreciera más dinero. O para mantenerse en el poder, como Herodes hacía, el más alto oficial nombraba sumo sacerdote a la persona que apoyaría al gobierno. En ciertas circunstancias hubieron varios sumos sacerdotes por año, uno tras otro, a disposición de Herodes. Era una posición de mucho poder, y el sumo sacerdote tenía múltiples oportunidades para enriquecerse de las ofrendas que el pueblo traía para el Dios de Israel. El puesto más santo en Israel se había ensuciado. Los religiosos temían perder su poder y el dinero robado de las ofrendas en el Templo.

Es así que todo Jerusalén se turbó con Herodes. El Niño Jesús incrementó la tensión entre Herodes y los que esperaban al Mesías.

Mateo 2:4

Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo—Estando entre los judíos, Herodes había oído de las profecías de un Mesías venidero, pero ignoraba los detalles. La llegada de los magos bruscamente despertó su preocupación. Sucede lo mismo hoy cuando una persona que ha sabido de Dios, pero no le ha prestado atención, enfrenta una amenaza en su vida y se le despierta un ardiente deseo por saber más acerca de Él.

Herodes había perseguido al Sanedrín, el consejo supremo de Israel, en años anteriores, matando a varios de sus miembros y quitando poder al consejo. En años más recientes les permitió practicar obligaciones religiosas, pero les prohibió guiar al pueblo. Ahora los necesita, y convoca a sumos sacerdotes y escribas del pueblo. El gran rabino Maimonides escribió que el Sanedrín se componía de (1) principales sacerdotes, (2) levitas (escribas), y (3) representantes del pueblo. Es posible que el anciano rabino Hillel estuvo entre los eruditos que dieron respuesta a Herodes. Hillel fue abuelo de Gamaliel, maestro de Saulo (Pablo) de Tarso (Hch 5:34; 22:3).

Es importante notar que el Sanedrín fue convocado para opinar sobre el nacimiento de Jesús y, años después, para condenarlo a muerte (Mt 26:57-68).

Mateo 2:5

Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta—Los sacerdotes y escribas conocían los textos bíblicos, e inmediatamente dieron respuesta a Herodes, citando al profeta Miqueas 5:2. Las Escrituras eran en hebreo, pero Herodes y el pueblo de Jerusalén hablaban arameo, y griego; estudiosos opinan que lo que dijeron aquí no es una traducción directa del hebreo, ni es una repetición del griego de la Septuaginta, sino que es una paráfrasis en arameo. (Esto explica el porqué en varias citas del Antiguo Testamento en Mateo, las palabras no son exactamente lo que vemos en la traducción del hebreo del Antiguo Testamento—el arameo se interpuso).

Mateo 2:6

Y tú, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá—Hemos notado que Belén era una población de poca importancia entre los judíos. Pero, dice Dios, aun los de poca importancia entre los hombres son importantes para Él.

Porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel—El “Guiador” sería de la ciudad del gran Rey David, aquel que antes era pastor de ovejas. Para su coronación los de Israel dijeron a David, “Jehová te ha dicho: ‘Tú apacentarás a mi pueblo Israel, y tú serás príncipe sobre Israel’” (2 S 5:2). Desde entonces, David fue “pastor” de Israel, pues el concepto principal de un rey es que provea para su pueblo, como también afirma la profecía mesiánica de Ez 34:23, “Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y él les será por pastor.” En este caso “David” refiere a Jesucristo, hijo de David.

La Septuaginta tradujo Mi 5:2 al griego así: el Príncipe “se parará y dará pasto a su rebaño en la fuerza del Señor.”

Las dos palabras—“guiador” y “apacentará”—son actividades de un pastor. Guiador es uno que va delante y marca el buen camino. Jesús dijo en Jn 10:3-4 que el Buen Pastor llama a las ovejas por nombre, las saca del redil, va delante de ellas, les halla pastos (Jn 10:9), y las ovejas le siguen porque conocen su voz.

Cuando los líderes judíos hablaron este texto de Miqueas ante Herodes, le fue un reproche enorme. Es como si dijeran a ese hombre impuesto sobre ellos por su enorme egoísmo, y el poder militar de los romanos: “Vendrá un verdadero Rey, nacido entre nosotros, que no será un tirano extranjero, sino un inteligente Guiador y compasivo Pastor que proveerá para las necesidades del pueblo.”

Mateo 2:7

Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos—Herodes, maestro de la astucia política, quiso controlar las noticias que corrían por Jerusalén acerca de los magos. Temía que el pueblo, que con causa le aborrecía, y tenía simpatía hacia Partia de donde venían los magos, se levantara en apoyo al nuevo rey. Por eso quiso investigar el asunto de los magos en secreto, para evitar rumores dañinos a su reino.

Indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella—Se preocupó el viejo astuto por el tiempo exacto de la “aparición” o “lumbre” (griego “fainomenou”) de la estrella, que bien podría coincidir con la fecha de nacimiento del nuevo rey. Buscó los detalles para conocer la cronología—esto fue muy importante cuando Herodes dio órdenes en Mt 2:16 para matar a los niños varones menores de dos años en Belén y sus distritos. Puede ser que los magos vieron la estrella entre 12 a 18 meses antes de su llegada a Jerusalén, lo cual hubiera dado tiempo para sus preparativos y los largos meses del viaje. Fue para asegurar la muerte del recién nacido rey que Herodes dio orden de matar a los niños menores de dos años.

La mayoría de los expertos calculan que Jesús nació entre 7 a 5 a.C., pues sabemos que Jesús, el verdadero Rey de los Judíos (y del mundo) nació antes de la muerte de Herodes. Herodes el Grande murió en los últimos días de marzo o los primeros días de abril de 4 a.C.

Mateo 2:8

Enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore—Herodes mentía. Intentaba engañar a los magos y usarlos para descubrir quién era el nuevo rey, y luego informarle, no para adorar al nuevo rey, sino para matarlo. Los magos, experimentados en discernir las intrigas de la política, ¿habrán creído al rey Herodes?

Jesús indicó a la Samaritana en Jn 4:20-24 que hay falsos y verdaderos adoradores de Dios. Aquí, entre Herodes y los magos, vemos los polos opuestos de la adoración. Herodes fue falso, los magos eran verdaderos.

Mateo 2:9

Ellos, habiendo oído al rey, se fueron—En Jerusalén, Dios empleó la profecía de Miqueas en las Sagradas Escrituras para asegurar a los magos paganos que estaban en buen camino. En Jerusalén el rey les habló una mentira, y siendo hombres muy inteligentes es seguro que discernieron que Herodes fue mentiroso. ¿En el camino entenderían la verdad? Es muy probable que hubo en ellos cierto sentido de sospecha y confusión.

He aquí—“¡Mira!” Otra vez Dios dio una señal, una prueba de la verdad. Confirmó las Escrituras con un milagro. Como en Mt 1:20; 2:13, 19; 3:16, 17 y otros textos, el “he aquí” (¡Mira! “idou” en griego) anticipa la aparición de un ángel o una divina revelación para orientar a los humanos que necesitan dirección de Dios.

La estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño—El milagro fue la aparición de la estrella, que tal vez los magos no habían visto por muchos meses. Hay dos principales explicaciones de esta estrella:

Fue la misma aproximación de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis, que desde Babilonia, u otro lugar donde vivían, los magos observaron en los cielos del este. Esta “estrella” se veía primero en el este el 29 de mayo de 7 a.C.

Luego, aproximaciones de los mismos planetas en la constelación de Piscis eran evidentes en los cielos del sureste el 3 de octubre, y el 4 de diciembre de 7 a.C.

Es posible que los magos, ahora en Palestina, vieran estas aproximaciones celestiales. Pero Belén está al sur de Jerusalén, no al sureste. Y una aproximación de planetas en los cielos no puede “ir delante” de unos viajeros y “detenerse sobre” un lugar terrestre.

Es más probable, y tomando en cuenta que el “he aquí” siempre procede un acto especial de Dios, que fue un ángel del Señor que les apareció como la estrella que habían visto antes, y de esta forma pudo ir delante de ellos y detenerse sobre donde estaba el Niño. Conviene comparar los textos Dn 8:10; Ap 1:20; 12:4 donde los ángeles son llamados “estrellas”. Ángeles muchas veces guiaban a los siervos y al pueblo de Dios: Gen 24:7, 40; Ex 14:19; 23:20, 23; 32:34; 33:2. Un ángel bien podría ir delante de los magos, y detenerse sobre el lugar donde estaba el Niño.

De esta manera, la primera aparición de la estrella pudo haber sido un evento natural, preparado por Dios en el movimiento de los planetas siglos o milenios antes de que ocurriese. Y la segunda aparición de la estrella un acto milagroso de Dios por medio de un ángel.

Preparar sus camellos y viajar desde Jerusalén a Belén les habrá tomado a los magos un máximo de tres a cuatro horas; hay unos valles y cerros por subir en el camino de ocho kilómetros.

Lo extraño del caso es que, según el texto, parece que ninguna persona de Jerusalén acompañó a los magos. La división entre personas por causa de Cristo (Mt 10:34-39) comenzó con la pregunta sencilla de los magos: “¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido?”

Por un lado, Jesús fue una amenaza al reino cruel y corrupto de Herodes, y todos los que apoyaban a Herodes y los romanos, incluyendo los herodianos, los saduceos, los publicanos, etc.

Por otro lado los fariseos, los sacerdotes, los escribas y todo el pueblo pio de Judea debieran saltar de alegría porque parecía que estaba por cumplirse la profecía de Miqueas acerca del Mesías Libertador que, según su creencia, sacaría a Israel de todos sus problemas.

El milagro de la incredulidad es que ni los unos ni los otros acompañaron a los magos a Belén para comprobar sus temores o sus esperanzas. Eran indiferentes, o estaban cansados de esperar, u ocupados en sus quehaceres (comparar con Mt 22:3-6). Aquí vemos lo peligroso de no prestar atención a las señales que Dios nos da.

Mateo 2:10

Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo—El texto en griego dice literalmente, “se alegraron con alegría grande enormemente”. Los magos habían viajado tres meses o más para llegar a Jerusalén, a gran costo y soportando miles de dificultades en el camino, enfrentando constantes amenazas de ladrones y bandidos—con no mucha seguridad que hallarían lo buscado. Pero la aparición de la estrella les confirmó que no estaban equivocados, y que lo buscado y esperado estaba cerca.

Mateo 2:11

Al entrar en la casa—Lc 2:7 declara que María envolvió al recién nacido Jesús y lo acostó en un pesebre. Las familias humildes guardaban sus animales de noche dentro de la casa, y allí había pesebres para dar alimento a los animales. En este versículo Mateo observa que los magos entraron en una casa. Pasó un buen tiempo entre el nacimiento de Jesús y la llegada de los magos. Jesús fue circuncidado a los ocho días (Lc 2:21), y a los 40 días de haber nacido fue presentado en el Templo (Lv 12:2-4; Lc 2:22-23). Allí se ve la pobreza de la familia porque ofrecieron un par de tórtolas o dos palomas, lo mínimo requerido por la ley (Lv 12:6-8; Lc 2:24), aunque José y María sabían que este Niño era el Mesías—no habían recibido todavía los ricos regalos de los magos. Durante este tiempo José habrá ganado la vida para la familia en su oficio de construcción (ver Mt 13:55 y las notas al final del comentario sobre este capítulo). Se habrán quedado en Belén para que el Niño creciera, y posiblemente porque no querían volver a enfrentar los vituperios de Nazaret que chillaban todavía en sus oídos.

Algunos escépticos critican la Biblia porque Lucas no relata lo que está en Mateo, y Mateo no repite lo que dice Lucas. Pero no debemos preocuparnos por los diferentes detalles en estos relatos del nacimiento de Jesús. Los cuatro Evangelios son como cuatro testigos en una corte, donde el testimonio de cada uno complementa y refuerza el testimonio de los otros tres. Así que tomemos los testimonios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, y el conjunto nos explica todo lo necesario acerca de Jesús.

El Mesón, el Pesebre y la Casa

Lucas nos informa que María “envolvió [al niño Jesús] en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón” (Lc 2:7); pero no dice en que sitio exacto ocurrió el nacimiento.

Mateo dice que los magos encontraron al Niño y su madre en una casa (Mt 2:11).

Debemos considerar lo siguiente al contemplar estos dos informes:

La hospitalidad es sumamente importante en las culturas del Medio Oriente, sobre todo cuando se trata de miembros de la familia. Es difícil pensar que José, y su obviamente encinta esposa, María, siendo de la extendida familia de David, no hallasen ningún hogar en Belén, con sus tantos descendientes de David, que les hospedase.

Es más posible considerar que hallaron una familia pobre de la línea de David, y aunque la casa estaba llena de visitantes por causa del censo, hubo un pequeño rincón para ellos. La palabra griega (“kataluma”) aquí traducida “mesón”, en la mayoría de los casos refiere a un “cuarto para huéspedes” conectado a una casa.

Las casas de Israel en zonas rurales y ciudades menores eran pequeñas, de un solo cuarto techado, con dos niveles— los animales pernoctaban dentro de la casa en el nivel bajo, cerca de la puerta, mientras la familia vivía y dormía en el segundo nivel, todos juntos. De esta manera los animales estaban adentro, protegidos de ladrones, leones, lobos y perros (los animales domésticos nunca estaban de noche a la intemperie, sin personas cuidándolos constantemente). En el invierno el calor emitido por los animales abrigaba a los de casa. Uno o dos pesebres, hechos de piedra tallada, estaban siempre a la mano en una casa pobre, con pasto seco para los animales.

Algunas casas tenían un “cuarto para huéspedes”, pero por causa del censo y la confluencia de viajeros, cada “cuarto para huéspedes” en Belén estaba ya ocupado, y la pareja de Nazaret tuvo que compartir el cuarto de la familia, en una casa humilde, cerca de los animales. Allí, con toda la hospitalidad posible para una familia indigente, junto a los animales, nació el Salvador del mundo, y lo acostaron en un pesebre de piedra. El Mesías fue rechazado por los ricos y religiosos, pero recibido entre los pobres.

La única versión de la Biblia en español que presenta correctamente este pasaje es La Palabra de Dios para Todos, y dice: “Mientras estaban allí, llegó el momento de que diera a luz. Al nacer su hijo primogénito, lo envolvió en retazos de tela y lo acostó en un pesebre dentro de la casa, porque no había ningún lugar para ellos en el cuarto de huéspedes” (Lc 2:6-7 PDT).

Los pastores también eran indigentes, despreciados por los de la alta sociedad. Cuando ellos recibieron del ángel el mensaje que hallarían al recién nacido Mesías “envuelto en pañales, acostado en un pesebre” al estilo de las familias pobres, cobraron valor para ir y ver al Niño. No sintieron miedo del rechazo social, porque lo de los pañales y el pesebre les fue una señal (Lc 2:12) de que el Niño estaba en un hogar humilde, donde ellos hallarían entrada. No les hubiera sido posible entrar a una casa rica.

Es lo que Pablo luego notó: “Porque conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, por amor de ustedes se hizo pobre para que ustedes con su pobreza fueran enriquecidos” (2 Co 8:9 RVA2015).

Vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron—Aunque María estaba presente, el texto revela claramente que ella no fue objeto de adoración de los magos. Toda la adoración se dirigía al Niño. Siempre el Niño es primero, y luego se menciona su madre (Mt 2:11, 13, 14, 20, 21). Mateo nos muestra con toda transparencia lo que Pablo dijo, “A fin de que Él tenga en todo la primacía” (Col 1:18, LBLA). María lo sabía, y se regocijaba en servir (Lc 1:38).

El griego dice que “cayendo lo adoraron”. Son dos palabras en el griego: “cayendo” (“pipto en griego; caer, postrarse), “se postraron ante Él” (“proskuneo”, doblar las rodillas y poner la frente en el suelo). Con dos potentes palabras Mateo enfatiza la extrema reverencia que aquellos hombres importantes mostraron. Los magos, hombres de ciencia, embajadores de reyes, maestros de príncipes, ricos y sabios, cayeron de rodillas y en la manera oriental se inclinaron delante del Niño hasta presionar sus frentes en la tierra, indicando así su absoluto respeto, reverencia y ofrecimiento de servicio al Omnipotente, nacido para ser Rey de los Judíos. ¡Qué gran espectáculo! ¡Cuánta admiración habrá causado entre los vecinos, pobres pobladores de Belén, que hombres tan ilustres estuviesen inclinándose de esta manera ante el Niño!

El Hijo de Dios fue revelado al judío primero (María, Elisabet, José, los pastores, Simeón, Ana; Mt 1-2; Lc 1-2), y también al gentil (los magos; Mt 2). Primero a los pobres y humildes, luego a los grandes y ricos. Ver Romanos 1:16, donde “griego” equivale a gentil (versión NTV, NVI, etc.).

Estos extranjeros que adoraban a Jesús eran los primeros en una gran columna de millones de gentiles que son sus seguidores y adoradores. Se profetizó de Él: “Andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento” (Is 60:3). Mostraron ellos que hay gentiles que buscan la verdad, hay educadores y estudiantes y científicos y comerciantes y otros muchos que buscan la Verdad (Jn 14:6). La visión apostólica, que veía a personas de todas las naciones reconociendo a Jesús, cobró fuerza de esta escena en el pueblecito judío de Belén (Ro 1:5; Fil 2:9-11; Ap 7:9-10; 21:24, 26, etc.).

Hay muchos otros casos en el Evangelio de Mateo de personas que adoraron al Señor Jesús, donde hallamos la palabra por postrarse (“proskuneo”; Mt 8:2; 9:18; 14:33; 15:25; 18:26; 20:20; 28:9, 17). Los magos, de una nación lejana, eran los primeros en hacerlo. En forma especial lo hicieron: “cayendo, se postraron”.

Y abriendo sus tesoros—Literalmente es “abriendo los bultos”. Para despistar a los ladrones y bandidos que acosaban a viajeros, y para protección contra golpes, los objetos de valor se envolvían en bultos ordinarios. Así vino el Cristo, la persona más preciosa en la historia del mundo, presentado visiblemente como el niño de pobres padres jóvenes, ¡pero Él es la Perla de Gran Precio!

Le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra—Era costumbre en el Medio Oriente traer presentes de gran valor a un rey, y considerando lo que trajeron los magos, pocos judíos del primer siglo hubiesen podido conseguir regalos tan costosos.

En una profecía, Isaías dijo “traerán oro e incienso, y publicarán alabanzas de Jehová” (Is 60:6). Jesús estaba comenzando el reino de los cielos cuando le trajeron estos regalos, evidencia de la bendición de Dios sobre Él, y evidencia que las profecías estaban por cumplirse.

Los magos trajeron regalos muy valiosos, que representan motivos espirituales para muchos escritores cristianos.

ORO—para el Rey, porque siempre este metal valioso fue para el servicio del rey. El oro también se usaba con abundancia en la construcción del Tabernáculo y del Templo (Ex 25-26; 1 Reyes 6-7).

INCIENSO —para el Sacerdote, porque el incienso era central en la adoración de Dios (Ex 30:34-36). Se recoge como goma de un árbol especial (Bowellia sacra), tiene un aspecto blanco, se mezclaba con las ofrendas (Lv 2:1, 2, 15, 16), y se usaba en las bodas (Cnt 3:6). El árbol crece en la península arábica y en la costa del noreste de África; pero el historiador romano Strabo escribió que el mejor incienso venía de las fronteras de Persia, de donde procedían los magos.

MIRRA—para el Sacrificio. Mirra, también recogida como goma de árboles (Commiphora myrrha) en Arabia, África y la India, se mezclaba con aceite y se aplicaba al cuerpo adolorido por sus beneficios medicinales; fue usado por mujeres como un perfume especial (Pro 7:17; Est 2:12); y fue envuelta en las telas que cubrían a un difunto (Jn 19:39).

De los tres regalos, en ese entonces el menos valioso fue el oro, porque los precios del incienso y la mirra eran muy altos. Los magos no habrán viajado meses para llegar y meses para retornar a sus hogares, sólo para llevar regalos pequeños o de poco valor. Se ha estimado que los tres regalos, en moneda de hoy, tendrían un valor equivalente a cientos de miles de dólares (USD), o más. Aquella noche dramática la pequeña familia se convirtió de muy pobre en muy rica—fue la provisión de Dios para los tiempos difíciles que venían.

Además de los tres regalos, los magos dieron de sí mismos: (1) su pasión por las cosas de Dios; (2) su adoración a Jesús; (3) y como veremos, su deseo de proteger a Jesús, volviendo a su lugar por una ruta diferente que probablemente fue más difícil y larga que su ruta de venida.

Mateo 2:12

Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes—“Avisados” en el griego (“crematizo”) puede traducirse “recibieron una advertencia en respuesta a su pregunta”. Con mucha razón los magos sospechaban los motivos de Herodes, y preocupados por qué hacer, habrán levantado a Dios una petición por dirección. Entonces Dios les contestó en un sueño, posiblemente la misma noche que llegaron a Belén.

El Supremo Dios de toda la creación habló a los magos en términos que ellos entendiesen—la historia, las Escrituras del Antiguo Testamento, las estrellas, el Niño, un ángel, sueños—y los trajo a la verdad. Así ha hecho Dios por siglos, y lo seguirá haciendo, hablando a las personas, según la situación y la urgencia, en términos que ellas comprenden, para conducirlas a su Hijo, el Señor Jesucristo.

Regresaron a su tierra por otro camino—En Belén los magos estaban a sólo ocho kilómetros de Jerusalén, pero no podían volver por allí donde les esperaban Herodes y sus soldados mercenarios. Había otro camino que bajaba hacia el sur desde Belén hasta Beerseba, y de allí podían viajar hasta encontrar los caminos muy transitados por los comerciantes nabateos de Petra. Les habrá sido posible incorporarse a grandes caravanas con miles de camellos, para así “desaparecer” de Herodes y volver a su tierra.

Mateo 2:13

Después que partieron ellos, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José—No sabemos la hora cuando partieron los magos, pero es posible que comentaron a José el sueño que recibieron, indicándoles que volvieran por otro camino. Sabemos que el ángel habló a José aquella noche, insistiendo que se apurase. La policía secreta del gobierno iba a notificar a Herodes que los magos ya no estaban en Belén, y que no habían regresado a Jerusalén.

En este relato se introduce un proceso que se repite en Mateo: cuando se ve hostilidad, hay un retiro de la acción, y se señala el cumplimiento de una profecía. Aquí se ve la hostilidad de Herodes, hay el retiro de Belén, y se nota el cumplimiento de Jeremías 31:15. Para otros casos similares ver Mt 2:22-23; 4:12-16; 12:14-21; 14:10-13; y 15:1-13 con 21.

Levántate . . . huye . . . Herodes buscará—Tres veces en estas frases el ángel apuró a José, insistiendo que no había tiempo para perder, porque el peligro venía galopando. Vemos aquí una seria lección: cuando Dios nos habla, debemos movernos inmediatamente, porque no sabemos cuánto tiempo tenemos.

Toma al niño y a su madre—“Toma” en el griego (“paralambano”) es la misma palabra de ternura que se usó en Mt 1:24. Primero, José tomó a María a su lado para protegerla y cuidarla, y aquí José toma al indefenso Niño a su lado para protegerlo y cuidarlo. ¡Qué admirable ejemplo es José para esposos y padres!

Huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga—Ni Herodes ni sus sucesores tenían poder en Egipto. Decenas de miles de judíos vivían en varias ciudades egipcias, con la mayor concentración de 200.000 judíos en Alejandría. Era muy fácil que en esa nación la familia “desapareciera”, como los magos hicieron, del furor herodiano.

Porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo— En el griego “matarlo” (“apollumi”) literalmente es “destruirlo violentamente, totalmente”. Esta misma palabra en Juan 3:16 es traducida “no se pierda”. Satanás, actuando en Herodes, quiso destruir (con violencia, por completo) al que vino para rescatar a hombres, mujeres y niños de las garras del maligno. La palabra aparece también en Mt 27:20, cuando los sumos sacerdotes y ancianos judíos quisieron matar a Jesús, y así “destruirlo” de la historia humana. En ambos casos, al principio y al fin de su vida, sus adversarios no pudieron destruir a Jesús, porque Él tiene el poder de una vida indestructible: es el Autor de la Vida (Hch 3:15; Heb 7:16).

Un resumen de esta situación es instructivo: “El final de Jesús se presagió en el principio: (1) debido a la presencia de extranjeros (los magos, y luego los romanos) había una fuerte preocupación; (2) Jerusalén se turbó; (3) los principales sacerdotes estaban envueltos; (4) la vida de Jesús fue amenazada” (Davies y Allison).

Mateo 2:14

Y él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto—Al instante, al despertarse y aun de noche, José tomó al Niño y su madre (con ternura, ver Mt 1:24; 2:13), y con rapidez hizo los preparativos para el viaje. El ángel no apareció a María, y ella tuvo que confiar en su esposo. Viajar a Egipto era difícil. El camino por la costa, la Vía del Mar, cruzaba inmensos arenales donde no había agua; el camino por los cerros tenía muchas bajadas y cuestas. Dependiendo del camino que José escogió, la distancia sería 300 kilómetros o más, y avanzando 15 kilómetros por día viajarían a lo menos 20 días. ¿Tenían un animal para cargar a la madre con el Niño? Probablemente no lo tenían antes, porque habían sido indigentes. ¿Quién iba a llevar los regalos traídos por los magos? Sin perder ni un segundo, y en las tinieblas de noche, José tuvo que conseguir uno o dos animales, cargarlos y prender viaje. ¡Gracias a Dios por los valiosos regalos de los magos!

Aquella noche se vio mucho movimiento. Llegaron los magos a Belén, adoraron al Niño y presentaron sus regalos, recibieron el aviso en sueños y partieron por otro camino, el ángel habló a José del peligro, José rápidamente hizo arreglos para el viaje, y la familia salió de Belén hacia Egipto.

Debido al gran número de judíos residentes en Egipto y el tráfico constante entre Judea y Egipto, había lugares de descanso cada 15 a 20 kilómetros en los caminos, y la familia encontraría donde pasar las noches. De día habrán caminado con otros viajeros para protegerse de ladrones.

En Egipto pudieron hallar residencia en un barrio judío. José habrá encontrado trabajo entre los carpinteros y constructores de la ciudad, y tuvieron los regalos de los magos que podían vender poco a poco.

Hoy, en Egipto se mantiene tradiciones que Jesús, José y María visitaron 32 lugares y ciudades durante tres años y medio en Egipto, y que el Niño Jesús hizo muchos milagros. Es difícil creer que llegaron a tantos destinos. Es más seguro que vivieron tranquilamente en un solo lugar, sin milagros, y sin atraer la atención hacia sí mismos. Además, Juan dijo que el primer milagro de Jesús fue en las bodas de Caná (Jn 2:11).

Mateo 2:15

Estuvo allá hasta la muerte de Herodes—El Padre Celestial había librado a su Mesías del turbión. Y porque Él sufrió tales ataques, en las palabras del profeta, “será aquel varón [Jesús] como escondedero contra el viento, y como refugio contra el turbión”
(Is 32:2). La estadía en Egipto duró varias semanas o algunos meses; es improbable que estuvieran allí más tiempo.

En este período peligroso de la vida de Jesús, las palabras del Sal 139:5 se realizaron para Él: “Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano.”

Para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo—Cita de Oseas 11:1. En el contexto, el profeta estaba hablando de la nación de Israel como hijo. Pero el pasaje prefigura y representa al más amado, el unigénito Hijo de Dios, Jesús (ver Mt 17:5).

Hay quienes critican a Mateo por su uso de Oseas 11:1 para referirse a la estadía de Jesús en Egipto. Pero ignoran la interpretación que hasta hoy dan los rabinos judíos a esta situación. Mateo era un judío estudioso y conocía muy bien las interpretaciones rabínicas.

En las escuelas rabínicas, Israel como nación se identificaba con el Mesías: según ellas el Mesías saldría de la nación de Israel, su misión sería rescatar a la nación de Israel, glorificar a la nación de Israel, y levantar a la nación de Israel por encima de toda otra nación en el mundo. Por ejemplo, en sus estudios de Isaías 53, los escritos rabínicos identificaban al Mesías e Israel tan cercanos que el Mesías e Israel tendían a ser casi idénticos. Para muchos estudiantes rabínicos la interpretación que dio Mateo a Oseas 11:1 no sería extraña. Para ellos, Israel y el Mesías eran inseparables—hablar de uno era hablar del otro.

Un comentarista judío de nuestro tiempo, al referirse a Isaías 53, escribe: “El texto hebreo original claramente se refiere al pueblo judío como ‘el Siervo sufriente’”. Y en otro lugar explica que “el Siervo de Dios [el Mesías] es equivalente a la nación de Israel.”

Las interpretaciones cristianas identifican por separado a Israel y al Mesías. En este ejemplo de Isaías 53, casi todos los cristianos creen que el pasaje se refiere al Mesías, y que Él es el Siervo sufriente. El conflicto de interpretaciones es lo que provocó la pregunta del etíope a Felipe cuando leía Isaías 53: “Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro?” (Hch 8:34).

Recordemos que fue Jesús quien explicó a sus discípulos como Él cumplía las escrituras del Antiguo Testamento (Lc 24:44-45). En este pasaje de Mateo 2, y otros, Mateo estaba aplicando las explicaciones de Jesús acerca de sí mismo, en términos empleados por los judíos.

El paralelo es potente: Jehová llamó a su hijo, la nación de Israel, de Egipto; y Jehová llamó a su unigénito Hijo, el Mesías, de Egipto. Lo de Herodes y la huida a Egipto no fue una casualidad—fue el propósito del Dios Soberano.

Mateo 2:16

Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho—El engañador fue engañado. Herodes fracasó con los magos, y fracasó cuando mandó matar a los niños de Belén, porque los magos y el Mesías se escaparon de sus planes malvados. Herodes debería haberse enojado consigo mismo, porque había perdido el camino de Dios . . . y la muerte se le acercaba.

El historiador judío, Flavio Josefo, escribió que Herodes sufría de una creciente paranoia, y las enfermedades de sus postreros años acrecentaban sus sospechas de los de cerca y los de lejos. Mató cruelmente a muchos miembros de su familia, incluyendo una esposa, tíos, sobrinos e hijos, sin contar los muchos líderes y sacerdotes judíos. En su paranoia Herodes no toleraba ni el rumor de un engaño; inmediatamente enviaría a sus soldados mercenarios para despachar a la persona sospechada con espada y lanza, sin una investigación seria o tribunal honesto.

El caso de los magos fue más desesperante para el viejo homicida. No podía perseguirlos porque los magos tenían, como embajadores del rey de Partia, un salvoconducto diplomático, y por eso eran intocables.

Mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos—Herodes es recordado, más que todo, por este acto depravado que carece de toda sensibilidad y compasión humana. En la mente pública, no es recordado por sus muchas conquistas, ni sus grandes construcciones, ni por sus maquinaciones con Roma. Es recordado como un criminal internacional al lado de Atila el Huno, Tamer, Hitler, Mao Tse-Tung, y otros horribles seres carentes de cualquier afecto normal.

La matanza de los niños inocentes de Belén se asemeja al mandato del Faraón de matar a los niños hebreos en Egipto (Ex 1:15-22). Es otra comparación que Mateo hizo entre Moisés y Jesús; los dos libertadores fueron rescatados de la orden de matarlos.

¿Por qué niños menores de dos años? Se calcula que el intervalo entre la aparición de la estrella (que puede haber sido el 29 de mayo de 7 a.C.) y la llegada de los magos a Jerusalén fue menos de dos años. No sabemos con exactitud cuándo Jesús nació, pero es casi seguro que sucedió en este intervalo. Recordemos que Herodes “indagó de los magos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella”. Entonces Herodes, porque no sabía la fecha exacta del nacimiento, y para asegurar que sus soldados mercenarios exterminasen al recién nacido rey, amplió la orden para asegurar que el escuadrón de la muerte terminara con su rival al trono.

Estos niños eran considerados por la iglesia primitiva como los “protomártires”, o sea, los primeros en dar su vida por Jesús. Esta gran compañía de mártires, siendo ellos los primeros, crece y crece. En el siglo XX sufrieron y murieron por Jesús más personas en el mundo que en todos los siglos anteriores; y al comenzar el siglo XXI parece que el número de mártires que aman al Señor más que sus propias vidas sigue aumentando.

Herodes cometía horribles crímenes públicos con frecuencia, y consideraba que la muerte de unos niños campesinos en Belén no sería noticia en Jerusalén, ni crearía un escándalo en Roma. Herodes calculó correctamente, porque sólo Mateo relató el repugnante hecho, y detalló para todo el mundo el agobiante dolor de las madres privadas de sus infantes varones.

Muchas sublevaciones ocurrieron en los últimos días del enfermo Herodes, y después de su muerte. Con los levantamientos de miles de personas, y tanto drama político que atrajo la atención de Augusto César en Roma, no es de sorprenderse que la matanza de 15 a 20 niños de una zona rural no fuera registrada en la historia secular. Pero la matanza de estos amados y queridos niños, gozo de sus madres y esperanza de sus padres, fue un gran horror y enorme pena en aquellas familias. Eso es lo que Mateo enfocó. La historia secular se preocupa por los ricos y los poderosos. La Biblia se preocupa por los desheredados y la gente común que está al margen de los eventos nacionales.

Críticos de Mateo disputan el valor histórico de este relato, pues dicen que el historiador Flavio Josefo nunca lo mencionó. Pero no debemos preocuparnos porque Josefo lo omitiera, y hay cuatro razones para ello: (1) Josefo nació 42 años después de este acto malvado, y escribió su Historia de los Judíos 80 años después de la matanza. (2) Josefo dependía de otros por la mayoría de su materia. (3) Josefo traicionó a los judíos, y luego, protegido por Roma, escribió a favor del imperio, omitiendo casos que ofendieran a los romanos. (4) Josefo distorsionó varios eventos, omitió muchas cosas, tiene inconsistencias y errores de hechos y cronología. Así que no es para admirarse que pasara por alto la matanza de aquellos niños.

Mateo 2:17

Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías—Cita de Jeremías 31:15.

Mateo 2:18

Voz fue oída en Ramá, grande lamentación, lloro y gemido; Raquel que llora a sus hijos, y no quiso ser consolada, porque perecieron—Raquel, la esposa amada del patriarca Jacob, falleció durante el parto de su segundo hijo, Benjamín, faltando como un kilómetro para llegar a Éfrata, un suburbio de Belén. Hay un memorial a Raquel al norte del centro de Belén. En aquella situación Raquel lamentó su propia muerte (Gen 35). Luego, en 586 a.C., cuando los jóvenes judíos fueron llevados a Babilonia después de la conquista de Jerusalén, las madres de esta zona lloraron al ver sus hijos llevados en cadenas a una tierra lejana (Jer 40:1).

La aguda pena que siente una madre al perder su hijo grita a voz viva en este texto. Hay tres palabras de dolor aquí: lamentación, lloro, y gemido. Jesús siente el dolor de cada madre cuando fallece su hijo o hija, no importa lo que le quitó la vida de su ser tan querido (ver Mt 18:10, Lc 7:11-16).

Esta cita de Jeremías ocurre en un capítulo lleno de promesas de salvación y restauración para los afligidos de Israel, que sucederá en el tiempo del Mesías. La frase “En aquel tiempo” (Jer 31:1) muchas veces refiere al reinado del Mesías. El capítulo de Jeremías sigue con la promesa de un nuevo pacto, que según Hebreos 8:6-13 es el nuevo testamento que Dios selló con la sangre de Jesucristo (Heb 9:13-22).

El dolor de las madres en Belén fue sumamente grande. Pero la llegada del Salvador, aquel que hizo un Nuevo Pacto basado no en la ley sino en la gracia, este Salvador les quitará los llantos y las lágrimas, porque esperanza habrá en su llegada, y verán otra vez a sus hijos (Jer 31:16-17).

Aquí aprendamos una lección sobre las profecías bíblicas: muchas veces los lectores no tenemos la menor idea como una profecía va a cumplirse. En tales circunstancias, no critiquemos a la profecía, más bien esperemos con paciencia para observar como Dios la va a cumplir.

Mateo 2:19

Pero después de muerto Herodes—En el griego las palabras literales son “habiendo muerto sin embargo Herodes”. El “sin embargo” ofrece observaciones importantes: (1) A pesar de su largo y cruel reinado, el dictador murió; es decir, “No hay mal que dure 100 años . . .” Dios, y los factores de la historia, han de acabar con gobernantes o situaciones horribles; mantengamos la esperanza. (2) Dios mismo vengó la matanza de los niños de Belén, y los otros actos depravados del viejo rey; “Mía es la venganza” (Dt 32:35; Rom 12:19). (3) A pesar de cualquier aparente obstáculo, el Reino de Dios seguirá creciendo, y un tirano no lo puede detener (Dn 2:34-35, 44-45).

Parecía que la maldad oscurecía todo y no había futuro; sin embargo, ¡nació Jesús, el Sol de justicia que trae salvación en sus alas! (Mal 4:2)

La muerte de Herodes, que sucedió en Jericó en los últimos días de marzo o los primeros días de abril de 4 a.C., cuando él tenía 70 años, fue penosa y extendida. Sufría el rey de una enfermedad crónica de los riñones, la cual afecta seriamente al corazón, retiene el agua en el cuerpo, produce hinchazón y picazón dramático en los brazos y las piernas, aumenta la presión sanguínea, y finalmente produce la muerte. Herodes también sufría de gangrena bacterial en las partes inferiores del tronco, que destruye la piel, produce un olor de carne podrida, y abre el cuerpo a las más dañinas infecciones. Es una condición extremadamente dolorosa y repugnante. Se quejaba, también, de agudos dolores intestinales y tuvo tumores en los pies, a la vez que sufría convulsiones y asfixia. Herodes el Grande afanosamente buscó médicos y remedios, pero todo fue en vano—pasó a la eternidad y el juicio de Dios en desesperante dolor y angustia.

He aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José en Egipto—“¡Mira!” (he aquí). El Dios que hablaba a José en Palestina también le habló en Egipto. ¡Dios puede comunicarse con los suyos dondequiera! A pesar de miles de ídolos paganos y la cultura tan sensual de Egipto, con dioses masculinos y femeninos, el Dios verdadero y eterno estaba allí.

La bulla de ideas y distracciones en Egipto habrá sido enorme para aquel padre de la sierra palestina. Es por eso que Dios habló claramente a José en el sueño, y lo llamó a salir de aquella cultura pagana egipcia y encaminarse hacia el plan de Dios.

Mateo 2:20

Levántate, toma al niño y a su madre, y vete a tierra de Israel, porque han muerto los que procuraban la muerte del niño—Aparecen otra vez las palabras, “Levántate, y toma [“paralambano” en griego, con ternura, a tu lado] al niño y a su madre,” que vimos antes en esta historia.

Al decir “tierra de Israel”, el ángel se refirió al patriarca Jacob/Israel, padre de la nación. El término “judío”, aunque usado ampliamente entre los israelitas, al principio significaba una persona de la tribu de Judá. Judá fue uno de los 12 hijos de Jacob/Israel, y su territorio se llamaba Judea. Al decir a José que volviera a la tierra de “Israel”, el ángel claramente indicó que el futuro del Niño sería reinar sobre todos los israelitas, no solamente sobre la tribu de Judá.

“Toma al niño y a su madre” indica otra vez que José no era el padre. Las Escrituras enfatizan de esta manera que la concepción de Jesús fue en una virgen, por medio del Espíritu Santo (Mt 1:20).

“Murieron los que procuraban la muerte del niño” incluye a lo menos dos personas: Herodes, y su hijo Antipater. Este hijo fue cortado de la misma tela ambiciosa que su padre y su abuelo del mismo nombre, y hubiera dado muerte a cualquier pretendiente al trono. Antipater anhelaba el reino de su padre con tanto deseo que causó sospechas, antes de su muerte, en el viejo rey. Antipater fue encarcelado no lejos de donde el rey estaba moribundo. Cuando corrió un rumor por el palacio que el rey había fallecido (Herodes procuró suicidarse con un cuchillo para pelar manzanas, pero un siervo lo detuvo), Antipater se alegró e intentó sobornar al carcelero y así conseguir su libertad, para tomar inmediatamente el trono. Herodes llegó a saberlo, y sólo cinco días antes de su propia muerte, mandó matar a su hijo y designado sucesor, Antipater. Esto sucedió cuando la familia de Jesús estaba en Egipto.

En este versículo vemos otro paralelo entre Moisés y Jesús. Jehová dijo a Moisés que volviera “porque han muerto todos los que procuraban tu muerte” (Ex 4:19), casi las mismas palabras que vemos en Mateo 2:20. Moisés trajo la dispensación de la ley, habiendo salido de Egipto. Jesús trajo la dispensación de la gracia, habiendo salido de Egipto (ver Jn 1:17). Ambos fueron librados de enemigos que quisieron matarlos.

Mateo 2:21

Entonces él se levantó, y tomó al niño y a su madre, y vino a tierra de Israel—Obediente al mandato de volver a la tierra de Israel, parece que José tenía a Belén en mente como el destino, para que Jesús creciera en la ciudad del Rey David, cerca de Jerusalén donde participara en las escuelas rabínicas, y donde podría ser reconocido como el Rey de Israel. Igual que el viaje de ida a Egipto, el regreso a Israel tomaría 20 días o más caminando.

Escribió un comentarista desconocido alrededor de 400 d.C., “A primera vista, María estaba alimentando a un niño, y José cuidaba de ella. En realidad, sin embargo, el Niño alimentaba a su madre, y José estaba siendo atendido. Tampoco era la gloria del hijo tener esa madre, sino que fue su bendición tener ese hijo.”

Mateo 2:22

Pero oyendo que Arquelao reinaba en Judea en lugar de Herodes su padre, tuvo temor de ir allá—Al fallecer Herodes el Grande (4 a.C.), tres de sus hijos disputaban quien quedaría con el reino. El ejército de Herodes se dividió en dos facciones, y hubo peligrosas sublevaciones entre el pueblo judío. Herodes Arquelao, hijo de Herodes y la samaritana Malthake, se interpuso, y tomó el trono. El pueblo pidió menos impuestos, y clemencia para los líderes que habían sido acusados ante Herodes el Grande. Pero cuando una demostración en el Templo se volvió contra Arquelao durante una cena de coronación, éste envió soldados que mataron a 3.000 judíos dentro de los muros del Templo. La situación empeoraba, y Arquelao viajó a Roma para pedir a Augusto Cesar que lo declarara rey. Sus hermanos Antipas y Felipe, con varios judíos, también llegaron a Roma y argumentaron contra Arquelao. Entonces Augusto le dio sólo el título de “etnarca”, y le dijo que tendría que ganarse el título de rey.

En ese tiempo se levantaron varias rebeliones contra el gobierno de Judea, que fueron aplastadas por tropas romanas acuarteladas en Siria. Herodes Arquelao gobernó mal, y en 6 d.C., delegaciones judías y samaritanas viajaron a Roma para pedir que fuera destituido. Augusto Cesar lo trajo a Roma, lo sentenció por su crueldad y por haber puesto en peligro la pax romana, y Arquelao fue desterrado a lo que hoy es Vienne, Francia. Desde allí en adelante Judea fue gobernada directamente, por un prefecto romano, como una provincia de Roma.

En 4 a.C., Augusto Cesar dio a Herodes Antipas, también hijo de Herodes el Grande y la samaritana Malthake, el título de “tetrarca”, para gobernar Galilea y Perea. Gobernó 42 años, y es el Herodes nombrado en Mt 14:1, el que mató a Juan el Bautista. Jesús lo llamó “aquella zorra” (Lc 13:32), un término despectivo que sugiere que Antipas tenía tendencias bisexuales.

También en 4 a.C., Augusto dio a Felipe, hijo de Herodes el Grande y Cleopatra de Jerusalén, el título de “tetrarca”, para gobernar territorio al norte y noreste del Mar de Galilea.

Pero avisado por revelación en sueños, se fue a la región de Galilea—No fue un solo sueño, sino varios, que convencieron a José a cambiar su destino (probablemente Belén) y viajar a Galilea.

Es comprensible que José no quisiera volver a Nazaret, donde él y María sufrían abusos indebidos por el embarazo de María. Dios le persuadió con más de un sueño que se dirigiera hacia el pueblo que los denigraba. Es así que Dios muchas veces nos dirige—por su Palabra, su Espíritu, u otros medios—para que vayamos a servirle en lugares y entre personas que, al principio, no nos son atractivos. Pero la sabiduría de Dios es grande, y Él conoce el mejor futuro y ministerio para nosotros.

Galilea estaba muy lejos de Jerusalén, en todos los sentidos. Caminos de gentiles cruzaban la zona, soldados extranjeros acampaban en varios lugares, hablaban los galileos con un acento marcado, el pueblo era menos religioso, y la instrucción en la ley para los niños no igualaba a la de Jerusalén. Era lo opuesto de lo que José y María tenían planeado para este Niño especial. Pero Galilea fue la voluntad de Dios, y lo aceptaron.

Mateo 2:23

Y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret—¿Cuál habrá sido el comentario en Nazaret cuando José y María, con el Niño, entraron al pueblo? Unos dos o tres años antes salieron José y María de Nazaret, y los vecinos recordaban muy bien las circunstancias. Esta vez, los regalos traídos por los magos habrán ayudado a la pequeña familia a establecerse en el pueblo, a pesar de cualquier rumor, rechazo o acusación.

Nazaret tenía una población de 500 personas, y es casi seguro que existía allí la realidad de “pueblo chico, infierno grande”. En este pueblo creció, estudió y trabajó Jesús. El descubrimiento reciente en Nazaret de un extenso baño, al estilo romano, podría indicar que hubo un campamento militar romano en las cercanías.

Algunos dudan lo de Nazaret, porque el historiador judío Flavio Josefo no mencionó al pueblo. Pero en sus escritos, Josefo dijo que había 219 pueblos en Galilea, y menciona sólo a algunos de ellos por nombre. Así que su omisión de Nazaret sugiere que era de poca importancia.

Nazaret se ubica en un valle de un kilómetro y medio de largo, y medio kilómetro de ancho, rodeado por cerros. Desde los cerros más altos, uno puede ver el Mar Mediterráneo al oeste, al Mar de Galilea y la región de las diez ciudades (Decápolis) al este, el Monte Hermón al norte, y al sur el Valle de Jezreel, los montes Carmelo, Gilboa y Tabor, y la antigua ciudad de Megido. Grandes eventos del Antiguo Testamento sucedieron en este panorama.

Jesús pudo ver de esa altura los cuatro caminos, incluyendo la famosa Vía Maris (Vía del Mar), que se cruzaban cerca de Megido: el camino al este llegaba a Partia, y últimamente hasta la India y la China; al norte el camino conducía a Siria, lo que hoy es Turquía, Rusia y los países cercanos; al oeste se viajaba al Mediterráneo, a Grecia, Roma y Europa; al sur se viajaba a Jerusalén, Arabia, Egipto, Etiopía y África. Desde las alturas de Nazaret, Jesús contemplaba al mundo pasar bajo su vista, una vista propia para el Salvador del Mundo (Jn 4:42).

Nazaret fue un centro designado donde sacerdotes judíos, que ministraban por el turno que les tocaba, se congregaban desde las zonas de Galilea, para viajar juntos a Jerusalén. Durante su niñez y juventud Jesús pudo observar y estudiar a los sacerdotes, fariseos, escribas y levitas.

Así que Nazaret vivía dos corrientes: (1) el comercio, las noticias políticas, las ideas, y los viajeros de todo el mundo conocido; y (2) los personajes y los antiguos ritos judíos.

Para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas, que habría de ser llamado nazareno—Nótese que esta frase no cita a un profeta singular, sino el sentido generalizado de los profetas, o sea, una convicción expresada por varios profetas. Hay dos principales interpretaciones de esta frase:

  1. Algunos creen que el nombre Nazaret se relaciona con la palabra hebrea “netzer”, que es vástago, la pequeña ramita que brota de las raíces de un árbol cortado. Refiere al vástago de la higuera. La palabra aparece en Isaías 11:1, siguiendo a Isaías 10 y su descripción de destrucción. Después de Is 11:1, se halla un pasaje obviamente mesiánico que detalla las bendiciones que el Mesías traerá. También se nota este concepto en otros pasajes del Antiguo Testamento, usando palabras sinónimas de “netzer” (Sal 132:17; Is 4:2; Jer 23:5; Ez 29:21; Zac 3:8, etc.), y en documentos mesiánicos de la comunidad de Qumrán. Esta es la interpretación expuesta por muchos predicadores cristianos: que Jesús creció en tiempos malos, cuando se había agotado la expectativa del Mesías. ¡Pero el vástago (el Mesías) brotó del tronco viejo, y ofreció al pueblo nueva esperanza!
  2. Es cierto que Nazaret fue un pueblo de poca estimación, sin mucho valor entre los judíos. Natanael preguntó, “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” (Jn 1:46). Al saber que Jesús era de Nazaret (Mt 21:11; 26:71), algunos lo menospreciaban como una persona de baja categoría. Esto es exactamente lo que varios profetas hablaron: “No hay parecer en él… sin atractivo… despreciado y desechado”, etc. (Is 53). Para otros ejemplos ver Sal 22:6-7, 12-13; 118:22; Zac 13:6-7; Dn 9:26, y muchos más. Esta interpretación enfatiza el humilde trasfondo de Jesús.

Jesús optó por una vida de humildad, y fue criticado fuertemente por ello (ver Mt 8:20; 11:16-19, 29; 12:24; 27:21-23, 63; etc.).

Pablo fue acusado por los judíos de ser “cabecilla de la secta de los nazarenos”, y lo reprocharon como “una plaga, y promotor de sediciones” (Hch 24:5), porque seguía el camino de Jesús. Pero tomemos nota que Jesús, resucitado y glorificado, se identificó como “Jesús de Nazaret” (Hch 22:8).

En 207 d.C., el padre eclesiástico Tertuliano, escribió que “los judíos nos llaman Nazarenos”, y que Jesús tenía que venir de Nazaret para cumplir la profecía. Así que ambas interpretaciones de “ser llamado nazareno” son aptas; la una no excluye a la otra.

El Cristo de humillación y de gloria

Los judíos en el tiempo de Jesús esperaban un Mesías poderoso que los libraría de la opresión extranjera (Roma, Partia, Grecia, Egipto, etc.), y les daría gloria y poder internacional. Preguntaban y discutían pasajes como el Sal 22 e Is 53, que hablan de un siervo que sufre; no lo comprendían, porque no cuadraba con sus preconceptos de gloria para Israel. El etíope de Hch 8:28-35 era un simpatizante del judaísmo, y reflejaba la laguna teológica de los judíos acerca de Isaías 53. Pero los esenios de Qumrán, al margen de Israel, esperaban dos mesías: uno sufriente, y el otro un guerrero triunfante.

Fue en 250 d.C., dos siglos después de la vida terrenal de Jesús, que rabinos judíos reconocidos postularon dos mesías: (1) Mesías ben José (hijo de José), que llevará los sufrimientos; (2) Mesías ben David (hijo de David), que será el gran rey. Hasta hoy día muchos judíos esperan a dos diferentes mesías.

Pedro describió la situación perpleja para los profetas del Antiguo Testamento: “Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos” (1 Ped 1:10-11). Ver también 1 Ped 4:13; 5:1, 4.

La fe cristiana tiene un solo Mesías. En su primera venida el Mesías (Jesucristo) sufrió ignominia, reproches, humillación y muerte por nosotros, lo cual nos limpia de nuestros pecados. En su segunda venida, el mismo Mesías (Jesucristo) volverá en gloria para instituir su justo reino universal de gozo y de paz. El Señor Jesús primero lo explicó en Lc 24:25-26, y los ángeles lo anunciaron (Hch 1:11). Pedro lo amplió en Hch 3:13-15, 18-21. El apóstol Pablo captó maravillosamente estos dos conceptos en Fil 2:5-11, con lo que parece ser una primitiva canción que celebra la humillación y la exaltación de Jesucristo (el Mesías).

Cuando José marchó hacia Nazaret, sin saberlo, estaba colocando al Niño Jesús en la situación creada por Dios; estaba encaminando al Niño en la ruta del humilde Siervo sufriente profetizado en el Antiguo Testamento.

¿Qué hizo Jesús en Nazaret?

La Biblia da mínima información sobre la niñez, la juventud y la vida adulta de Jesús antes de su bautismo. Es obvio que los cuatro Evangelios no son biografías completas, sino se enfocan en el ministerio redentor y público de Jesús, desde su bautismo hasta su muerte, resurrección y ascensión. Sin embargo, podemos entender algo de la juventud de Jesús al estudiar las costumbres judías de aquel entonces.

Los judíos dividieron la infancia y juventud de un niño en ocho etapas, con descripciones adecuadas:

  • El nuevo nacido
  • El que mama
  • El que comienza a pedir comida
  • El niño destetado
  • El que se aferra de su madre
  • El que se afirma
  • El que se independiza
  • El maduro

Jesús pasó por cada una de estas etapas, como cualquier otro judío. Leemos en Lc 2:40, “Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.” Y Lc 2:52 dice que “Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.”

Aquí topamos con un misterio, que es más profundo que nuestra comprensión. Entendemos lo de crecer en estatura (edad y tamaño) y gracia con los hombres (la vida social). Pero, ¿cómo es que el eterno Hijo de Dios, encarnado en Jesús, creciera en sabiduría y en gracia con Dios? “Crecía” en el griego también puede traducirse por “progresaba”, e incluye la idea de “avanzar con esfuerzo”.

Hay otro texto que nos causa admiración: Heb 5:8 dice que “aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia.” La palabra griega traducida “aprendió” es usada en varios lugares del Nuevo Testamento para uno que aprende, comprende algo de otro.

Libros enteros se han escrito sobre este misterio, lo cual Pablo presentó abiertamente en Fil 2:5-8: “. . . Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente . . .” En alguna manera que no entendemos, el eterno Hijo de Dios se limitó, se vació, se despojó a sí mismo, y se hizo humano como nosotros, pero sin pecado propio. De esta manera, Jesús vino a habitar entre nosotros, y nos comprende en todos los desafíos y todas las batallas de lo que es ser humano. Por ejemplo, Jesús habrá crecido en lo siguiente:

EDUCACIÓN.

Como otros niños y jóvenes, en el hogar, y luego en la escuela de la sinagoga, Jesús escuchó y aprendió de las constantes referencias y lecciones del Antiguo Testamento. Recibió la educación religiosa que se ofrecía en aquel pueblo aislado, tan lejos de Jerusalén y las escuelas rabínicas. El maestro en la escuela de Nazaret estaba dando lecciones bíblicas al Hijo de Dios, sin saberlo. (Muchos profesores hoy día cumplen una labor, e influyen a sus estudiantes, en una gran manera que no sabrán hasta verlo en el cielo.)

Pero, al no haber estudiado bajo algún rabino famoso, en Jerusalén “se maravillaban los judíos, diciendo: ‘¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?’” (Jn 7:15). La cuestión que ellos no consideraron fue: si Él es el Hijo de Dios, ¿hace falta los estudios? La realidad es que de todas maneras Jesús demostró en su ministerio que era el más “educado” en el mundo entero.

  • Era obvio que Jesús sabía leer el hebreo, pues lo hizo en la sinagoga (Lc 4:16-20), y el Sermón del monte hace ver que Jesús había leído y entendido las Escrituras judías (Mt 5-7)
  • Sabía escribir, y lo hizo en público (Jn 8:6, 8).
  • Podía enseñar y razonar al estilo rabínico, y lo hizo con tal excelencia que nadie osó preguntarle más (Mt 21:1-22:46).
  • Conocía perfectamente las Escrituras judías—y con mucha frecuencia las citaba de memoria durante todo su ministerio.
  • Además, algunos estudiosos opinan que Galilea tenía más rabinos por población que Judea, y al asistir a las sinagogas Jesús había oído a muchos de ellos

Los de Jerusalén tuvieron que reconocer que Jesús tenía una educación superior a lo que ellos conocían, y Jesús lo señaló en Jn 7:16—“Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió”. El Padre Celestial fue su maestro.

TRABAJO.

Lc 2:51 afirma que Jesús “estaba sujeto” a José y María. Cada familia tenía a lo menos una parcela de tierra para arar, sembrar, cuidar y cosechar, y Jesús habrá participado en esos labores. Sabía por experiencia propia las tareas del agricultor que mencionó en sus enseñanzas acerca de los sembríos, la viña, y la higuera (Mt 13, 21).

José era un “tekton” (griego), o sea un constructor que trabajaba con piedras, maderas y artículos de metal (Mt 13:55). Por ser el hijo mayor de la familia, Jesús aprendió ese oficio (Mr 6:3) y participó con José en sus trabajos.

Jesús no fue débil, sino fuerte y vigoroso. Unas 19 variedades de árboles crecían en Galilea, y Jesús habrá aprendido a trabajar con cada uno, según sus diferentes características.

Lo que sigue fue escrito por Steve Rudd, un experto en construcciones del tiempo de Jesús: “En la terminología del primer siglo, un ‘tekton’ no fue simplemente un carpintero, sino un experto que también construía casas enteras.

“La construcción empezaba con la recolección de materiales por parte del dueño y su familia. Estos materiales, que incluyen piedras, grandes cantidades de mortero y cal, y madera para techos, generalmente se almacenaban en el sitio de construcción. Además, a menudo se excavó una cisterna de agua en el sitio un año antes de comenzar la construcción de la casa, a fin de garantizar en esta tierra que a menudo carece de lluvias, un suministro de agua suficiente para el proceso de construcción. Está claro, por lo tanto, que muchas veces transcurrió un tiempo considerable antes de que comenzara la construcción.

“Una vez reunidos todos los materiales de construcción, el dueño de la casa contrataba los servicios de un maestro de obras o ‘tekton’ a quien se le encomendaba la supervisión de la construcción. El tekton era un profesional, cuyo trabajo fue muy apreciado. El oficio, transmitido de padres a hijos y manteniendo ciertas reglas y estándares de construcción, incluía experiencia en todas las etapas del trabajo, incluido el revestimiento de piedra, la preparación del mortero y el yeso, y la colocación de las hiladas de piedra para las paredes. El tekton también traía los andamios necesarios para las partes superiores de la pared y el techo, y su habilidad en la construcción del techo y el vaciado del techo fue crucial”.

Según antiguos escritos, Jesús también fue especialista en la confección de arados de madera y hierro, y yugos para animales de trabajo. En 150 d.C., Justin Mártir, que nació en Samaria, escribió que en Galilea encontró a agricultores usando arados de 100 años, hechos por Jesús de Nazaret. Anotó, “Cuando Jesús llegó al Jordán, se le consideraba hijo de José el carpintero; y apareció sin hermosura, como declaran las Escrituras; y fue considerado carpintero porque tenía el hábito de trabajar como carpintero cuando estaba entre los hombres, haciendo arados y yugos; por lo cual enseñó los símbolos de la justicia y una vida activa”.

Estas experiencias en la agricultura y la construcción daban a Jesús la perspectiva humana para hablar de una viga de casa, una casa firme, el yugo, los sembríos, trigo y cizaña, la mostaza, edificar con piedras sobre la roca de fondo, la viña, la piedra cabeza del ángulo, la piedra de tropiezo, las hierbas pequeñas, el arado correcto, la construcción de una prensa de vino, etc. (Mt 7:3-5, 24-27; 11:29-30; 13:1-9, 24-31; 16:18; 20:1-16; 21:28-44; 23:23; Lc 9:62; 14:28-30).

Por no ser mencionado después del viaje a Jerusalén cuando Jesús tenía 12 años (Lc 2:42), parece que José habrá fallecido entre ese viaje a Jerusalén y el bautismo de Jesús. En tal caso, Jesús fue obligado por costumbre del pueblo a ser el obrero principal de la familia hasta que sus hermanos y hermanas tuviesen suficiente edad para proveer su propio sostenimiento. Habrá sido Jesús quien suplía las necesidades de su madre; al final de su vida terrenal, en la cruz, Jesús entregó esta responsabilidad a Juan (Jn 19:26-27).

Jesús cumplió las funciones del hijo primogénito de la familia, aprendió a trabajar, tomó la responsabilidad de la familia cuando José falleciera, y proveyó por sus hermanos y hermanas, y madre. En todo esto Él enaltece a la familia y sus relaciones, y dignifica el trabajo de cuidar y suplir lo necesario para otros.

Unos seis kilómetros al norte de Nazaret se reedificaba la capital romana de Galilea, Séforis, donde Herodes Antipas tenía sus palacios, y con hogares para ricos oficiales y una guarnición de soldados romanos. Lujosas casas se levantaban allí, y es casi cierto que José, con el joven Jesús, trabajara en construcciones de piedra y madera en esa zona.

MULTICULTURAL, VARIOS IDIOMAS.

Nazaret, estando en Galilea con su mucha influencia extranjera, estaba cerca de una gran variedad de culturas: de Asia, de Europa, y de África. Rostros de diferentes fisionomías y colores pasaban cada día por la Vía Maris, el camino internacional, y por la capital Séforis. Jerusalén fue unicultural; Nazaret era multicultural. Muchos idiomas se hablaban a diario: los de allí conversaron en arameo en las calles, las personas de otros lugares y judíos de la diáspora hablaban griego o latín, y en la sinagoga la instrucción y las lecturas se conducían en hebreo. Jesús habrá hablado estos idiomas.

Jesús tuvo 10 años cuando el hijo de Herodes el Grande, Arquelao, por ser un incapaz y muy cruel gobernador de Judea, fue dispuesto por el emperador romano y exilado a lo que hoy es el sur de Francia. Cuando Jesús aproximaba los 19 años, el emperador romano Augusto César murió (14 d.C.), y fue sucedido por Tiberio. Tiberio permaneció como emperador romano durante el resto de la vida terrenal de Jesús y durante los primeros años de la iglesia; falleció en 37 d.C. Por ser súbdito de Roma, Jesús habrá escuchado mucho de la politiquería del imperio.

ESPIRITUAL.

El breve relato de la visita de Jesús al Templo en Lucas 2:41-52 muestra el crecimiento de su concientización espiritual, y entendimiento de quién era. Pocos jóvenes de 12 años podrían sentarse “en medio de los doctores de la ley, oyéndolos y preguntándoles”, con la reacción de maravillar a los oyentes de “su inteligencia y sus respuestas”. Y es reveladora su contestación a María y José: “¿No sabían que en los asuntos de mi Padre me es necesario estar?” (Lc 2:48; RVA2015).

A los 12 años Jesús ya conocía muy bien las Escrituras, y su entendimiento admiraba a los más avanzados intelectuales del judaísmo. Parte de eso habrá aprendido en la escuela de la sinagoga en Nazaret. Pero su comprensión tan profunda podría venir solamente de su relación única con el Padre Celestial. Cuando regresó de aquel viaje a Jerusalén, los de Nazaret habrán visto un joven, luego hombre, que vivía tranquilamente en el pueblo, laboraba en construcción, servía a la familia y a sus clientes, oraba y estudiaba las Escrituras del Antiguo Testamento, y hacía las tres peregrinaciones obligatorias cada año a Jerusalén. Pero por dentro, Jesús crecía y progresaba en mucha profundidad, construyendo las bases interiores para cumplir su gran misión.

Esperaba su hora, cuando Dios lo llamara a un ministerio público que asombraría e impactaría al mundo entero por más de 20 siglos.

(Los cuentos ficticios del Niño Jesús obrando milagros para entretener a sus compañeros, matando a otros niños, etc., son fantasías locas creadas más de 100 años después de su crucifixión, y carecen totalmente del alto valor histórico y espiritual de los cuatro Evangelios. Esos cuentos han sido rechazados por expertos en los antiguos documentos cristianos.)

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *