Comentario sobre Mateo 4:1-11

Mateo 4:1

Luego—El griego indica “inmediatamente”, o “en seguida”. Jesús había oído la voz del cielo que declaró, “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt 3:17). Después del gran anuncio de Dios Padre, pensamos que Jesús hubiera comenzado su misión entre las masas con el mensaje libertador. Pero no fue así.

En el bautismo había testigos para contar lo que pasó. Para las siguientes pruebas en el desierto, no hubo ningún testigo. Sabemos lo que pasó porque Jesús lo habrá contado a sus discípulos. Él quiso que ellos supieran del adversario, y como triunfar sobre él.

Jesús—La declaración afirmativa del Padre Dios en el bautismo confirmó a Jesús que era el Hijo de Dios. Y su insistencia a Juan que le bautizara indica que Jesús sabía que su misión era ser el ideal Siervo de Jehová, en cumplimiento de profecías como Isaías 53 y otras. Su camino llegaría a la cruz. En las tres pruebas el diablo procuró tentar a Jesús para que abandonara ese camino, y tomara otro.

¿Cuándo supo Jesús que era el Hijo de Dios?

¿Cómo se identificaba Jesús? En pasajes como Jn 1:1-18; 10:30-33; Col 1:15-20, etc., se nos explica claramente que Jesús es Dios. Las declaraciones de Jesús mismo iban aclarando esta verdad cuanto más se aproximaba a la cruz. La pregunta es, ¿cuándo supo Jesús esto?

A los 12 años, Jesús fue al Templo, como cada año hacía con José y María, y allí, al ser reprendido por María por haberse quedado en el Templo mientras la familia regresaba a Nazaret, le contestó: “¿No sabían que en los asuntos de mi Padre me es necesario estar?” (Lc 2:49, RVA 2015). Es obvio que Jesús comprendía que tenía con Dios una relación especial de Hijo. ¿Jesús entendió a fondo esta relación? Jesús volvió con José y María a Nazaret, estando sujeto a ellos, y allí “Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres” (Lc 2:52, LBLA). ¿Cómo es que “crecía . . . en gracia para con Dios”? Aquí hay un misterio.

El apóstol Pablo, batallando con falsas doctrinas, escribió que “indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad [griego: ‘reverencia ante Dios por lo que Él llame sagrado’]: Él [Dios] fue manifestado [griego: ‘colocado en plena vista, comprensible’] en carne, vindicado en Espíritu, contemplado por ángeles, proclamado en naciones, creído en mundo, llevado/recibido en gloria” (1 Ti 3:16, literal del griego). Son conceptos idénticos a lo que leemos en Jn 1.
Pablo lo explicaba más en Fil 2:5-10: “Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo [literal, ‘a sí mismo vació’; i.e., renunció temporalmente a sus privilegios] tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (LBLA). En una manera que no sabemos comprender ni explicar, el eterno Hijo de Dios se humilló, y desde el nacimiento hasta la muerte en cruz, vivió como hombre-Dios aquí en la tierra.

Durante su niñez en Nazaret, Jesús habrá reflexionado mucho sobre los sorprendentes eventos del nacimiento de Juan, las profecías angelicales dadas a María (“Jesús . . . será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios el Señor le dará el trono de su padre David . . . Así que el santo niño que va a nacer lo llamarán Hijo de Dios” Lc 1:31, 32, 35). A José, Dios lo reveló (“lo llamarán Emanuel—que significa Dios con nosotros;” Mt 1:23). Había también su propio nacimiento virginal, los ángeles y los pastores, los magos, y las profecías de Simeón y Ana. Jesús habrá conectado esos eventos sobrenaturales con textos de las Escrituras, y por eso sabía, al llegar a Jerusalén cuando tuvo 12 años, que su Padre era Dios.

Volviendo de Jerusalén a la escuela de la sinagoga en Nazaret, Jesús habrá estudiado las profecías acerca de un líder venidero como Moisés (Dt 18:15, 17-19), la estrella que saldría de Jacob (Nm 24:17, 19), los muchos pasajes mesiánicos de los Salmos, la promesa de Dios a David que su casa y su trono quedarían establecidos para siempre (2 S 7:16). Además, como otros niños judíos, estudiaba en la escuela de la sinagoga acerca del Siervo Sufriente de Sal 22 e Is 53, la Sabiduría personificada desde la eternidad en Pro 8, el nacimiento en Belén del gobernador de Israel cuyos orígenes son desde tiempos inmemoriales (Mi 5:2), y muchos pasajes más.

Jesús sabía que vino en forma milagrosa, sin padre terrenal (Mt 1:18-25; Lc 1:26-38). En su ministerio, Jesús hablaba de cosas del cielo que sólo Dios podía saber: vio a Satanás caer como un rayo (Lc 10:18); sabía que los ángeles de los niños están cerca de Dios (Mt 18:10); profetizó los detalles del sitio romano y la caída de Jerusalén (Mt 24:15-22); explicó con parábolas íntimas el corazón amoroso de Dios (Mt 18:12-14; 20:1-16; 22:1-10, etc.); y habló del banquete futuro con los patriarcas en el reino de los cielos (Mt 8:11-12). Sus muchos milagros demostraron que Él era Dios (comparar Dt 4:34 con Mt 9:1-8; 11:2-6; 14:22-32; etc.).

A la vez, Jesús se mostró humano. Nació de una madre humana (Lc 2:4-6), crecía como otros niños (Lc 2:40), se cansaba (Jn 4:6), dormía (Mt 8:23-27), sufrió hambre (Mt 4:3) y sed (Jn 19:28). No sabía la hora de su segunda venida (Mt 24:36), ni habló los detalles de largo alcance desde su ascensión hasta la segunda venida (Mt 24).

Vivió Jesús emociones humanas: al oír la fe del centurión romano, Jesús “se asombró” (Mt 8:10); se conmovió, se entristeció y lloró por la muerte de Lázaro (Jn 11:33-35); confesó ante unos griegos que inquirieron por Él que todo su ser estaba angustiado (Jn 12:27). Otra vez, en la última cena con sus discípulos, habló de un traidor y se angustió profundamente (Jn 13:21). Sintió el alma afligida hasta el punto de la muerte (Mt 26:38). Como afirmó el padre de la iglesia, Origen, “El participó plenamente de nuestra condición humana, excepto por el pecado”. Agregó Juan Calvino, “Cristo se vistió de nuestras emociones juntamente con nuestra carne”.

Habrá reflexionado profundamente durante largas horas de oración en la presencia de Dios acerca del comienzo del ministerio de Juan, al oír la voz del cielo en su bautismo, y durante los 40 días en el desierto. En todo esto, Jesús estaba comunicándose con su Padre, preparándose para el ministerio que le esperaba. Jesús habló claramente de su misión en Jn 6:38: “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que Él me ha dado yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final”.

Son palabras del Dios-hombre.

A través de los siglos y hasta el día de hoy, ha habido fuertes controversias acerca de la naturaleza de Jesús. Hay herejías que enfatizan su deidad, y otras herejías que enfatizan su humanidad. Sabemos de las Escrituras que Jesús fue verdadero Dios y verdadero hombre. Siendo Dios, murió. Siendo hombre, resucitó. Mataron al Autor de la vida cuando crucificaron a Jesús de Nazaret (Hch 3:15). Jesucristo es la más compleja paradoja en la historia del mundo. Todo esto es más de lo que la mente humana puede comprender, y en lugar de decretar doctrinas que procuran manifestar lo misterioso, es mejor arrodillarnos ante el Hijo de Dios, y con toda reverencia honrarle y servirle porque Él es digno y lo merece.

Pero hubo una potencia que no le honraba, y Jesús salió en campaña para batallar con ese rebelde formidable.

Fue llevado—Es una palabra fuerte en el griego: significa obligar a una persona a cumplir su misión. Se podría traducir “tirado por el Espíritu” o “mandado por el Espíritu”. Esta palabra indica que Jesús no fue al lugar de prueba solamente por su propia voluntad, sino de acuerdo con el propósito diseñado en el cielo con su Padre, para enfrentar el poder de las tinieblas.

Para arrebatarle sus súbditos, Jesús primero tuvo que conquistar (“atar”) al diablo (Mt 12:29). Por eso el Espíritu condujo a Jesús al campo de batalla. Jesús no tuvo temor del poder de las tinieblas; por voluntad conjunta de la Trinidad, se lanzó en un ataque frontal contra el gran enemigo de Dios y de los humanos.

A la vez es cierto que Dios hizo salir a Satanás para mostrar sus tácticas, sus mentiras, y para demostrar como vencerlo. Sabemos que Satanás está sujeto a Dios, tiene que informarle de sus actividades, y no puede hacer más de lo que Dios permite (Job 1:6-12; 2:1-7). El diablo fue obligado a confrontar al hombre-Dios.

Satanás conocía perfectamente quien era su rival en este encuentro de enormes consecuencias. Si los demonios reconocían a Jesús como el soberano y eterno Santo Hijo de Dios (Mt 8:28-32; Mr 1:23-24; 5:1-13; Lc 4:33-34), es seguro que Satanás lo reconocía, y temblaba (Stg 2:19).

Satanás, el príncipe de los demonios, había instigado la rebelión en el cielo, y por el poder de Dios fue echado fuera (Is 14:12-15; Ez 28:12-17; Lc 10:17-18; Ap 12). ¡Satanás estaba frente a su conquistador, el Santo Hijo de Dios!

La equivocación del diablo fue estimar que posiblemente el agotado hombre-Dios fuese suficiente débil, después del ayuno prolongado, para acceder ante los retos que le haría.

Al desierto—En lugar de iniciar su ministerio entre las turbas humanas, Jesús fue guiado a meterse en la soledad del desierto. “Fue llevado” significa también “conducir de un lugar bajo a un lugar más alto”.

El río Jordán, donde Jesús fue bautizado, fluye hacia el sur en el fondo del inmenso valle al este de la Palestina. Desde el río hasta la cima oeste, cerca de Jerusalén, hay una diferencia de 800 metros; es una subida muy empinada. La ladera al este es igualmente inclinada.

Los dos lados del valle son desérticos; hay riegos y plantas sólo en el fondo del valle, donde corre el Jordán. “Desierto” indica un lugar árido, con sólo piedras y arena, en una planicie o entre cerros y precipicios. También indica “soledad, abandonado, sin habitantes, aislamiento de otros”.

Mr 1:13 nota que Jesús “estaba entre las fieras”. Nos recuerda las promesas del Sal 91:9-13, donde Dios afirma que cuidará a aquel que tiene a Jehová por su refugio, pues triunfará sobre leones y serpientes venenosas.

Fue a uno de los lados del valle donde el Espíritu condujo a Jesús. La tradición lo pone en el lado oeste, y señala un cerro, el monte Quarantana (por los 40 días de prueba). Pero ningún humano sabe hoy el lugar exacto donde Jesús fue probado. Es zona de enormes precipicios y cuevas, donde una persona puede hallar algo de protección contra el caluroso sol de día y los fríos vientos de noche. En ese lugar Jesús estaba tan lejos de la comodidad del hogar en Nazaret, tan aislado de todo contacto humano, tan debilitado por el ayuno que se entregaría totalmente a la voluntad de su Padre, para ahora y para el futuro.

De una experiencia con grandes emociones, como fue su bautismo y el oír la voz del cielo declarando que Dios estaba complacido con Él, Jesús fue inmediatamente al lugar de privación, hambre y tentación. Es así muchas veces con los humanos: Elías tuvo un enorme triunfo sobre 450 profetas de Baal en el Monte Carmelo, pero al día siguiente corría de la reina Jezabel (1 R 18-19). Descendió de la cima del éxito al abismo de la desesperación y el temor. Conociendo la realidad de esta reacción humana, de lo alto a lo bajo, nos urge protegernos por medio del compañerismo cristiano, la diligencia y la vigilancia contra las asechanzas del maligno. Ese maligno, aprovechando la reacción humana de Jesús, lo tentaría después del bautismo triunfal, y el ayuno en la soledad del desierto.

EL DESIERTO Y DIOS

La palabra griega (“eremos”) puede indicar desierto, o tierra aislada. Un ermitaño es “una persona del desierto”, que decidió vivir como solitario en lugares despoblados. Durante la historia de la iglesia, muchas personas han retirado a la soledad para buscar a Dios.

Entre los judíos de ese tiempo el desierto tuvo una distinción especial: (1) fue en el desierto que los patriarcas, Abraham, Isaac, y Jacob, escucharon a Dios y recibieron su llamado para ser padres de la nación israelita. (2) Fue en el desierto donde Jehová diariamente proveyó pan (el maná) al pueblo, sin el cual hubiera muerto de hambre, y donde dio la ley a Moisés (Ex 15-20). (3) En el desierto un ángel alimentó a Elías (1 R 19). (4) Jehová llevaría a su pueblo al desierto para hablarle al corazón (Os 2:14). (5) Algunos judíos mesiánicos de aquel tiempo creían que el Mesías aparecería en el desierto y, por eso muchos, como los de Qumrán, establecieron pequeñas comunidades mesiánicas en el desierto.

Los cuatro evangelistas recuerdan que durante su ministerio Jesús solía retirarse a lugares aislados para orar, meditar, y entrar en comunión con su Padre (Mt 14:13; Mr 1:45; Lc 4:42; Jn 11:54). En estos pasajes, es la misma palabra griega para desierto (o lugar solitario) que estamos viendo en Mt 4:1 (ver también Mr 1:35).

Ap 12:14-16 indica que es en el desierto donde la iglesia (“la mujer” es la novia de Cristo, la iglesia: Ef 5:25-27; Ap 19:7-8) será protegida del furor de la serpiente, el diablo.

El texto griego indica que Jesús “entró en medio del desierto”, no fue un observador casual. Jesús, con propósito y decidida voluntad, fue impulsado por el Espíritu. Nuestro Señor no hace nada a medias. Y al decir que se metió en el desierto, el texto habla de la geografía, de la tierra. Sin embargo, hay un sentido espiritual aquí: Jesús se mete en nuestro desierto, en nuestra soledad, en nuestro abandono, en nuestro aislamiento.

Y allí, en esa soledad, apartado de todo socorro o compañía humana, el eterno Hijo de Dios, el Señor que escogió bajar del cielo a la tierra, enfrentó a su gran enemigo. El Ser del máximo bien avanzó y penetró en el territorio del ser de la máxima maldad.

Batallaban dos reyes y dos reinos, la luz y las tinieblas, ambos con la meta de ganar los corazones y las vidas de hombres y mujeres de todo el mundo.

Por el Espíritu—En el bautismo vimos al Dios Trino: el Padre (la voz confirmatoria del cielo, Mt 3:17), el Hijo (Jesús en el río Jordán, Mt 3:16) y el Espíritu (que ungiéndole, descendía como una paloma y descansaba sobre Jesús, Mt 3:16). Vemos la Trinidad también en la prueba de Jesús: el Espíritu guio a Jesús al lugar de prueba (Mt 4:1), el Hijo de Dios estuvo frente al diablo (Mt 4:3), y hay referencias a Dios el Padre (Mt 4:4, 7, 10).

Mateo nos muestra en este Evangelio que (1) el Espíritu Santo no es una fuerza impersonal, sino es una persona divina (Mt 12:31-32; 28:19). (2) El Espíritu guiaba a Jesús en todos los aspectos de su vida y ministerio (Mt 1:18, 20; 22:41-45). (3) El Espíritu dirigía a Jesús conforme a la voluntad del Padre (Mt 3:16; 4:1; 12:18). (4) Es el Espíritu Santo quien daba poder a Jesús para triunfar sobre las tentaciones tendidas por Satanás (Mt 3:11; 12:28). (5) Y el mismo Espíritu da poder y palabras a los seguidores de Jesús (Mt 10:20; 28:19-20).

El Santo Espíritu de Dios posiblemente volaba, como paloma, delante de Él para que le siguiera. Lucas afirma que “Jesús, lleno del Espíritu, volvió del Jordán” cuando el Espíritu lo condujo al lugar de batalla (Lc 4:1). Hay quienes pretenden ser tan espirituales y perfectos que no son tentados. Pero Jesús, habiendo recibido de Dios “todo el poder de su Espíritu” (Jn 3:34, TLA), y siendo perfecto delante de Dios, fue probado y tentado. Una prueba, una tentación, no nos viene porque somos malos, sino para obligarnos a crecer en fuerza espiritual. Un atleta corre en los cerros para fortalecer sus piernas, pulmones y corazón. De la misma manera, una prueba o tentación nos refuerza el espíritu.

Para ser probado—La palabra griega “peirazein”, usada más de 50 veces en el Nuevo Testamento, puede traducirse como “prueba, examen, o tentación”. En la mayoría de casos, trata de la puesta a prueba, o el examen de una persona. El propósito de esta “prueba” es (1) investigar las características morales y espirituales de una persona; (2) manifestar y desarrollar las excelencias de una persona; y (3) descubrir las debilidades y fallas de una persona para enmendarlas y curarlas. Ejemplos bíblicos se ven en Gn 22:1; Éx 20:20; Jn 6:6; 2 Co 13:5; Ap 2:2.

“Tentar” es seducir a alguien para que haga lo malo, procurando así que escoja el mal camino. Cuando la palabra “peirazein” es usada en relación con el diablo, es obviamente una “tentación” porque el diablo tiene el objeto de hacer caer a la persona. Stg 1:13-14 combina los significados: Dios “prueba” a una persona, pero no la tienta para procurar su caída. Al contrario, somos “tentados” hacia una caída por nuestros propios malos deseos. Y en 1 Co 7:5, Pablo advierte de la “tentación de Satanás”, en cuanto a una posible caída sexual.

Se “pone a prueba” un artículo de metal, usando golpes, peso o tensión, para saber su fuerza antes de usarlo. Y la aplicación apropiada de fuego y calor fortalecen al metal.

Los rabinos hablaban de pruebas antes de que un siervo de Dios comience su ministerio, considerando la enseñanza de Sal 11:5, “Dios pone a prueba a los justos; él mismo los examina, pero odia con toda su alma a los malvados y a los violentos” (TLA).

Las pruebas de Jesús funcionaron para comprobar y demostrar su fiel capacidad, aunque era humano, de resistir al diablo y vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Visto de esta manera, las pruebas o tentaciones que nosotros sufrimos no son permitidas por Dios para hacernos caer. El diablo, sí, quisiera que caigamos. Pero son permitidas por un Padre que quiere fortalecernos para que vivamos como sus fieles hijos e hijas.

Dios quiere que salgamos de la prueba más fuertes, puros y valiosos.

Probar y tentar son dos lados de la misma moneda. El diablo tienta a una persona por una circunstancia o evento para inducirlo a pecar. Dios prueba a una persona por la misma circunstancia o evento para formar carácter en él o ella. Dios nunca es tentador de nadie (Stg 1:13). Tres veces en este versículo se emplea la palabra “peirazein”. A diferencia del diablo, Dios emplea la situación para examinar el carácter de la persona para que él o ella logre el bien (ver Heb 11:17 donde se usa la misma palabra “peirazein”). El Padre Celestial no tiene el propósito de hacernos personas malas, sino personas inclinadas al bien. La “tentación” por el diablo, cuando es vencida, nos entrena para que Dios nos use aún más.

Hay un antiguo dicho judío: “El Santo, bendito sea su Nombre, no eleva a nadie al nivel de dignidad que le está reservada sin antes haberle probado y examinado; si soporta la tentación, sólo entonces le confiere la dignidad”.

¿Es posible que Jesús fuera tentado?

Recordemos que la misma palabra en el griego puede traducirse por “prueba” o “tentado”. Lo que señala la diferencia es que si uno resiste es una prueba, si uno cae es una tentación.

Siendo Jesús Dios-hombre, ¿cómo podría Dios ser tentado? Creemos, según la Biblia, que Jesús fue verdadero Dios y verdadero hombre. No entendemos, ni podemos explicar, las exactitudes de esta dinámica unión en Él.

Porque es hombre, el ayuno de 40 días y noches habrá debilitado enormemente a nuestro Señor. Ha habido personas que al procurar ayunar así, por 40 días y noches, murieron. Jesús era carpintero y constructor, con un cuerpo fuerte, pero llegó al punto en que ni el cuerpo ni la mente ni la voluntad estaban en buenas condiciones. Las pruebas para este Ser querido eran reales, eran fuertes, y eran directas.

Jesús fue probado como Adán fue probado, y como todo ser moral es probado. Pero Heb 4:15 afirma, “él también estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros; sólo que él jamás pecó” (DHH).

Jesús tuvo lo que está disponible para nosotros: el Espíritu Santo y la Palabra de Dios. Y Jesús venció. ¡Es un poderoso incentivo para que nosotros nos acerquemos al mismo Espíritu y a la misma Palabra para triunfar!

A la vez, leemos acerca de nosotros en 1 Jn 1:8, “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”.

Hoy vivimos en la tensión existencial entre Heb 4:15 y 1 Jn 1:8. Gracias a Dios que tenemos a 1 Jn 1:9 para consolarnos (“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad”) y el resto de Heb 4:15-16 (“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza . . . Acerquémonos , pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”).

Las fuertes experiencias de Jesús en el desierto fueron pruebas. Siendo el Unigénito Hijo de Dios, Jesús tuvo la oportunidad de aprender (Heb 5:8), y demostrar por estas pruebas que, a diferencia de Moisés, Elías y la nación de Israel, Él puede servir con total obediencia a su Padre. Todos ellos fallaron. ¡Jesús triunfó!

Además, ¿cómo podría Jesús llamar a otros a seguirle en obediencia, fe y sumisión a Dios si Él mismo no lo hizo?

Las preguntas quién, cuándo, dónde, qué y porqué son muy importantes en cuanto a la tentación y la prueba. Por ejemplo, el ganar dinero no es en sí algo malo. Pero la pregunta es ¿cómo? Si la respuesta incluye actividades ilegales, dañinas a otros, o durante una época prohibida, se transforma en una tentación al pecado. Si es experimentar el deleite sexual, ya sabemos que es una bendición que Dios nos otorga en el matrimonio de un hombre con una mujer. Pero al preguntar ¿cuándo? o ¿con quién? y la respuesta es antes del matrimonio, o con una persona que no es su cónyuge, o en una manera que dañe al individuo o a otra persona, es una tentación al pecado.

Había aspectos de las pruebas de Jesús que no eran malos. Crear pan, atraer gente y fundar un buen reino en sí no son malos. Pero al investigar un poco con preguntas serias, hallamos el porqué, y concluimos que el acto realizado hubiera sido horrible.

Existían preguntas enormes en ese entonces, que todavía surgen en nuestro tiempo: ¿Qué tipo de Mesías querían los judíos? ¿Un Mesías del Pueblo que pudiera convertir los millones de piedras del mundo en panes para alimentar de balde a todos? ¿Un Mesías Religioso, parado elegantemente en el pináculo del Templo, explicando y aplicando las leyes santas? ¿O un Mesías Rey, que con rigidez y fuerza gobernara a Israel y conquistara al resto de las naciones? ¿Cuál camino seguir: el del Grande que reina con poder, o el del Siervo que sufre? ¿Iría Jesús a la cruz para ganar la corona?

¿Fueron las pruebas de verdad, o sólo oportunidades para que Jesús demostrara su poder para resistir al diablo? ¿Fueron sueños, visiones o experiencias de éxtasis debido al prolongado ayuno? En respuesta, vemos que las pruebas para Adán, para Moisés, para Israel, y para todo otro humano son innegables. La prueba de Jesús en el desierto no fue como una obra teatral con un final prefijado. Aunque quisiéramos decir que para Jesús no había ni la menor posibilidad de que fallara, estamos obligados a reconocer que las tres pruebas eran de verdad. Los de antes, y nosotros después, todos fallamos en nuestras pruebas.

¡Gracias a Dios, su Hijo, aquel que triunfó, nos salvó con su obstinada obediencia que fue probada en el desierto y se manifestó maravillosamente en la cruz! Pero si Él hubiera fallado, no habría entonces ningún salvador; estaríamos perdidos para siempre. Es por esto que leemos en Hebreos acerca de Jesús: “Has amado la justicia y aborrecido la maldad, por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros” (1:9).

Las pruebas también demuestran los tres oficios bíblicos del Mesías:

Como Profeta (Mt 21:11; Lc 24:19; Hch 3:22; 7:37), Jesús echó mano de la Palabra de Dios para combatir y denunciar a lo perverso (Mt 4:4, 7, 10). Nos habla la verdad, probada en el fuego de la prueba.

Como Sacerdote (Heb 2:17; 3:1; 4:14), Jesús experimentó la enorme presión de la tentación humana, y luchó (Heb 2:18) con la perniciosa mentira diabólica de que se puede cometer un acto malo para obtener un bien. Por lo tanto es el perfecto Sacerdote para representarnos ante el Santo Padre.

Como Rey (Mt 2:6; Hch 5:31), Jesús confrontó al “príncipe de este mundo” (Jn 12:31; 14:30; 16:11), el que dirige a “los poderes de este mundo” (Ef 2:2), y triunfó sobre él.

Al igual que Adán y Eva, Jesús fue estimulado desde el exterior por la voz del diablo mismo. Jesús, siendo humano, sentía la tentación de hacer lo incorrecto para satisfacer sus deseos y necesidades, como lo sintieron Eva y Adán. Pero, en un enorme contraste con ellos, y con nosotros, Jesús resistió a la voz maligna, y no cayó en el pecado.

Nosotros también somos estimulados a lo malo por la voz exterior del diablo o de sus demonios. Además, hay en nuestro interior, como consecuencia de la caída de Adán y Eva, la tendencia de dejarnos llevar y seducir por nuestros propios malos deseos (Stg 1:14 RVC).

Esta tendencia interior no estaba en Adán antes de su caída, ni en Jesús. Pero ellos fueron tentados personalmente por el diablo mismo, mientras nosotros por lo general somos tentados por nuestras tendencias y por demonios que siguen al príncipe de este mundo. Las tres tentaciones de Adán, y las tres tentaciones de Jesús son de las mismas categorías que nuestras tentaciones. Lo que hizo la gran diferencia para Jesús fue su entrega total al Espíritu de Dios y su completa seguridad en la Palabra de Dios. Tenemos a nuestro alcance estas firmes anclas para que no seamos llevados ni seducidos por la voz maligna exterior, ni por los malos deseos interiores.

Jesús fue probado en otras ocasiones, como se nota en Lc 4:13; 22:28; y en todos los aspectos de su pasión final (estos pasajes usan la misma palabra para “prueba” que se emplea en Mateo 4:1).

Algunos preguntan por la diferencia en el orden de las pruebas en Mateo 4 y Lucas 4. Generalmente se considera que Mateo siguió la cronología de las pruebas (indicado por “luego, entonces” [“tote”] en 4:1 y 5, y “de nuevo, otra vez” [“palin”] en 4:8). En cambio, se deduce que Lucas siguió la topografía religiosa de Palestina: el desierto, un monte alto, Jerusalén (la ciudad que para los judíos era la cumbre de toda la tierra).

Por el diablo—“Diablo” quiere decir “calumniador, difamador, injuriador, acusador”. Es la palabra griega usada en la Septuaginta para traducir la palabra hebrea “Satanás” (adversario de Dios)—ver Job 1:6, 9, 12; etc.; 1 Cr 21:1; Zac 3:1-2). Mateo aquí usó tres palabras para hablar de esta persona maligna: el diablo (4:1, 5, 8, 11); el tentador (4:3), y Satanás (4:10). En el Nuevo Testamento, las palabras “el diablo” siempre se refieren a Satanás. “Diablo” puede ser un demonio, o una persona bajo la influencia de demonios, como fue el caso de Judas Iscariote (Jn 6:70-71). Los demonios son ángeles caídos, que habiéndose rebelado en el cielo contra Dios y su Hijo, fueron arrojados a la tierra (Is 14:13-15; Ez 28:2-3, 11-17; 1 Ti 3:6; Ap 12:3-4, 7-9). Lucifer es otro nombre de Satanás (Is 14:12). Significa “portador de luz”, y viene del nombre asignado a reyes de Tiro y Babilonia que se llenaron de orgullo y egoísmo (Is 14:3-23; Ez 28:11-19).

Para los judíos, el diablo fue el que bloquea el progreso, es el adversario y el acusador. La raíz en hebreo de su nombre indica “hostilidad” y “aborrecimiento”.

Por vez primera en Mateo vemos el ser que estaba operando tras bambalinas para dificultar la llegada del Hijo de Dios. Más aún, desde su caída del cielo (Lc 10:18) el diablo estaba conspirando contra Dios y su Hijo Unigénito. No fue cualquier ángel caído o demonio que arremetió contra el Hijo de Dios. Al contrario, fue Lucifer, Satanás, el principal personaje de la rebelión en el cielo, quien atacó al debilitado y hambriento Jesús (Is 14:12).

Estuvo involucrado en los pecados de personas en la genealogía de Jesús, inspiraba al malvado Herodes en su loco afán por matar al rey recién nacido, y operaba en Arquelao quien seguía las pisadas crueles de su padre Herodes. Ahora, disfrazado como si estuviese preocupado por la persona de Jesús, y con rugidos como de león devorador que demanda sumisión, está por atacar.

Pero, hemos de recordar que según Job 1:6-12 y 2:1-6, Dios controla situaciones y limita las actividades de Satanás. Fue Dios, Padre y Espíritu Santo, quienes condujeron a Jesús “para ser probado por el diablo” (Mt 4:1). El ministerio de Jesús constituirá un ataque frontal contra el reino del diablo (Mt 12:24-29; 13:19, 39; 16:23, etc.). Dado que el diablo está bajo su poder, Dios permitió que la hostilidad del maligno probara y demostrara la fidelidad y obediencia de Jesús. El diablo fue obligado a hacer frente a este hombre.

En Jesús se ven las principales vías de acceso a las personalidades humanas (pan, popularidad, poder), las vías más comunes que el diablo toma para tentar a un ser humano. Jesús, en estas pruebas, era el vicario, el sustituto que representa a la humanidad. Si Jesús cayere, todos los humanos caerán. Si Jesús vence y gana la prueba, podrá extender y ofrecer a todos los que acuden a Él como su campeón, su victoria sobre las pruebas y tentaciones fabricadas por Satanás.

En todos los casos el diablo tienta a una persona a pecar, y luego se convierte en acusador de esa persona (Job 1:7-11; 2:3-5; Ap 12:3-12).

En las dos primeras pruebas el adversario se disfrazó como “ángel de luz” (2 Co 11:14). Pareció razonable, simpatizó con Jesús, citó la Biblia, fingió entender las necesidades físicas y sociales, y propuso métodos espectaculares para alcanzar el objetivo. Pero al estudiar más este pasaje veremos que el diablo tergiversó la situación, falseó y mal aplicó la Biblia, procuró confundir la realidad, quiso deformar la misión, e insistió en pasos cuyo fin sería desastroso. En la tercera prueba se ve al diablo, sin máscara como “león rugiente” (1 P 5:8), porque exigió y demandó que Jesús se postrara ante él.

La lección crucial de este encuentro entre dos potencias es: aunque el diablo condujo las pruebas, él fue el que reprobó el examen.

El apóstol Pablo, seguramente pensando en estas pruebas, nos afirma que fiel es Dios, que no nos dejará ser tentados más de lo que podemos sobrellevar; antes dará también juntamente con la prueba/tentación la salida, para que podamos resistir (1 Co 10:13).

Mateo 4:2

Habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches—Las palabras explican claramente que Jesús no comió absolutamente nada, como fue el caso de Moisés (Ex 34:28), y Elías (1 R 19:8).

El ayuno servía a los hombres y mujeres de Dios en la Biblia para (1) concentrar su mente y espíritu en oración; (2) comunicar con Dios y recibir valor, sabiduría y fuerzas de Él; (3) disciplinarse para dejar al mundo y las necesidades corporales a un lado; (4) prepararse para un ministerio público de mucha importancia.

El número 40 nos recuerda del ayuno de Moisés y de Elías por 40 días, y de la peregrinación de la nación de Israel por 40 años (Dt 8:2-3). Moisés ayunó cuando recibía la ley de Dios (Dt 9:9, 18).

Dios guio a Israel los 40 años en el desierto para “afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos” (Dt 8:2). Dios no tenía la necesidad de “saber” cómo era Israel, pues ya sabía cómo sería la nación. Más bien, fue el propio Israel que debía aprender de los 40 años en el desierto.

Por 40 días Elías andaba en el desierto, desanimado por su pánico cuando Jezabel lo amenazó después de matar sus 450 profetas de Baal (1 R 19). Venía al desierto huyendo de la reina idólatra, buscando una nueva visión y fuerzas para cumplirla; y Dios se las dio.

Jesús estaba por iniciar su ministerio público, y durante el ayuno de 40 días y noches habrá orado y pensado sobre muchos asuntos: ¿Cómo iba a anunciar el reino de los cielos? ¿Con quiénes iba a trabajar? ¿Cuáles métodos iba a emplear? ¿Cuándo iba a implementar las diferentes etapas del reino? ¿Cuál iba a ser su mensaje al comienzo y en las diferentes etapas de su vida?

Con su mente clara mientras ayunaba, sin interrupciones, y en constante oración y meditación sobre las escrituras del Antiguo Testamento, el Mesías formaba los conceptos básicos de su ministerio. Las pruebas que siguieron inmediatamente a los 40 días de meditación fueron cruciales. Al confrontar los serios desafíos planteados por el diablo, y al decidir inmediatamente sus respuestas, para Jesús los conceptos de ministerio se tornaron en convicciones firmes. Por eso, al terminar esas pruebas, Él pudo inmediatamente comenzar con vigor y fuerza la obra pública que le fue encomendada por el Padre.

¿Por qué tuvo Jesús que ayunar?

A la distancia de este histórico evento, y pensando en los aspectos teológicos, algunos preguntan, ¿por qué tuvo Jesús que sufrir tanto ayuno? Hay varias respuestas: (1) Demostró su verdadera humanidad; sufrió el hambre como nosotros. (2) Nos dio un ejemplo para que busquemos a Dios por medio del ayuno. (3) Fue un elemento en su disciplina personal (Heb 5:7-9).

(4) Le preparó para ser el Sumo Sacerdote que puede compadecerse de nuestras debilidades y necesidades (Heb 2:18; 4:15). (5) Una parte de su misión fue herir a la serpiente (el diablo) en la cabeza (Gn 3:15), en la cual la simiente de la mujer (Jesús) venció totalmente a la serpiente (Mt 4:11). (6) Demostró que el Mesías estaba cumpliendo y superando las pisadas dejadas por Moisés (libertador y legislador de Israel), y Elías (profeta que mostró el poder de Dios a través de milagros), quienes también ayunaron de 40 días y noches.

Al abstenerse de comida los 40 días y noches, Jesús no estaba en buena salud. La debilidad, el mareo y otras condiciones características de un ayuno largo, habrán reducido mucho su normal condición de un obrero fuerte, que trabajaba la carpintería y la construcción. En este estado de suma bajeza (Fil 2:8), entró en batalla con el diablo.

Después—Indica que las pruebas diabólicas sucedieron al terminar los 40 días y noches de ayuno.

Tuvo hambre—Como sucedió en la primera prueba humana (Gn 3:1-6), esta prueba para Jesús tendría que ver con el comer. La primera prueba aconteció en un huerto agradable donde abundaba la comida, mientras ésta le sobrevino a Jesús en un árido desierto después de un ayuno serio.

Por haber conocido el intenso dolor del hambre, Jesús pudo enseñar a sus seguidores unos meses después acerca de los que tienen hambre y sed de justicia, y la enorme satisfacción que sienten cuando son saciados (Mt 5:6).

Mateo 4:3

Y acercándose a él—El diablo se arrimó a Jesús con intento hostil; quiso confundirlo, atraparlo en argumentos, para que tomara un paso falso.

Esta misma palabra griega, “proselthon”, está en Mt 19:3, cuando los fariseos se acercaron con mal intento a Jesús para ponerle a prueba (ver también 21:23; 22:23; 26:49, 60). Estaban siguiendo el ejemplo de su padre espiritual, el diablo (Jn 8:44).

Por lo general, esta palabra es usada cuando la persona quiere algo. Así aparece la palabra en circunstancias loables: (1) Dos ciegos se acercaron a Jesús pidiéndole que les sanara la vista, ¡y lo hizo! (Mt 9:27-28). (2) Se le acercaron los discípulos pidiendo explicaciones de sus enseñanzas, y se las dio (Mt 13:36). (3) Otra vez, los discípulos se le acercaron con un desacuerdo, y Jesús lo solucionó (Mt 18:1-5). Cuando nos acercamos a Jesús esperando recibir algo, no volveremos sin haber recibido mucho de Él.

Nos preguntamos: ¿Qué si el diablo se hubiera acercado a Jesús, humilde y arrepentido, hubiera tenido la posibilidad de ser perdonado? Es cierto que el diablo falló tal prueba, porque es tan arraigado el orgullo ciego y el aborrecimiento en él que nunca quiere humillarse ante Jesús, el unigénito y siempre fiel Hijo de Dios. Qué nosotros jamás seamos tan empedernidos como el diablo.

El tentador—Es otra forma de la palabra griega “peirazein”. Su misión, su afán, es probar, tentar, y si le es posible, hacer caer a toda persona que encuentre, sea ángel o humano. Es en sí la suma de la maldad, astuto y criminal en todo sentido.

Algunos preguntan si el tentador, el diablo, era visible durante estas pruebas a ojos humanos, o si fue un espíritu invisible. Es una pregunta de poca importancia, porque Jesús, siendo el Santo Hijo de Dios, tenía poder para ver lo que los humanos no vemos. En Lc 10:18, Jesús dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”. Satanás es espíritu, y el Hijo de Dios lo ve sin ningún problema.

Pero en estas pruebas, parece que el diablo apareció en forma visible. Él indicó “esas piedras” que yacían allí cerca de Jesús y él mismo. Dice la Escritura que el diablo “lo llevó” a Jesús (en griego: “tomó a su lado y lo llevó”) al pináculo del templo. Y cuando demandó que Jesús cayera de rodillas ante él, y cara al suelo lo adorase, encontramos todos los indicios de algo visible.

El diablo es mucho más poderoso que los humanos, y aun el arcángel de Dios le resistía con las palabras, “¡Que el Señor te reprenda!” (Jud 9). No conviene nunca jugar con el diablo, porque los humanos siempre perdemos. Sus subordinados son “demonios” (Mt 8:28; 12:22-28; 25:41; Ap 9:9:1-11; 12:7-9; 20:1-3), con diferentes rangos (Ef 6:10-12). La Biblia en todas sus partes atestigua la existencia, la astucia, y la enorme malevolencia del diablo. Como escribió el exegeta bíblico Juan Broadus: “Él es jefe de los ángeles caídos (Mt 25:41), y por medio de ellos logra, aunque él no es omnipresente [estar en todo lugar simultáneamente], tentar a muchas personas a la vez. Él está, por supuesto, limitado en conocimiento, aunque inconmensurablemente superior a los humanos”.

En este relato hay profundidades y alturas espirituales que los simples humanos no hemos experimentado. Fue una lucha agonizante entre gigantes, que aconteció en nuestro mundo, con misterios y realidades que se remontaban hasta la eternidad. La lucha fue real, porque sabemos dónde ocurrió: en el desierto, cerca de donde Juan bautizaba, al norte del Mar Muerto. El ayuno y el combate dejaron a Jesús tan exhausto que, al ganar la lid, con gran urgencia vinieron ángeles para servirle.

“Si Hijo eres de Dios—El tentador cometió varios abusos contra el Mesías en estas cortas palabras:

  • El diablo no empleó el artículo en la descripción de la relación filial de Jesús con el Padre; es decir, en vez de decir “el Hijo de Dios”, simplemente dijo “Hijo de Dios”. Generalmente, cuando personas eran opuestas a Jesús y usaban este título, no agregaron el artículo: Mt 8:29, los endemoniados; Mt 27:40, los burladores del Crucificado, etc. Pero cuando hubo respeto por Jesús, o al usarse correctamente el título, se agregaba el artículo: Mt 16:16, la confesión de Pedro; Mt 26:63, el sumo sacerdote en el juicio contra Jesús; Lc 12:8, Jesús incluía el artículo al hablar de sí mismo; Jn 1:34, Juan el Bautista hablando de Jesús, etc. La manera en que habló el diablo fue un desprecio al Dios-hombre.
  • La construcción gramatical en la frase demuestra una táctica de debate. Los especialistas en griego lo llaman “una condición de primera clase”. Literalmente la frase debe traducirse: “Supongamos, como hipótesis, que eres Hijo de Dios”. De esta manera el tentador quiso librar un debate acerca de la persona, y la relación de Jesús con Dios Padre. Se burlaba del hombre, como si fuese un simple pretendiente a esta conexión filial.
  • Planteó una pregunta: “Si eres . . . ” Hizo lo mismo en el huerto del Edén, cuando a Eva dijo, “¿Conque Dios ha dicho . . . ? ” (Gn 3:1). Satanás cuestiona la Palabra de Dios. Levanta dudas y preguntas. Rebate, contradice y litiga. Procura minar la fe y debilitar la confianza, para que pueda torcer los pensamientos y los valores de uno.

Es importante notar que esas palabras del tentador fueron repetidas por los que injuriaban a Jesús cuando colgaba en la cruz, “Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz” (Mt 27:40). Jesús no respondió ni al diablo ni a los escarnecedores acerca de su relación filial con Dios, porque Jesús creía la voz del cielo y las Escrituras. No requería milagros para comprobar quién era. (Tengamos en mente que ¡Él pudo haber llamado a 72.000 ángeles,12 legiones, para defenderse y destruir a sus enemigos!; Mt 26:53.)

La táctica diabólica era confundir a Jesús, provocarle a dar un traspié, perder su equilibrio moral y espiritual, y obligarle a dudar de la conexión única entre Él y el Padre Celestial.

En esos momentos, introdujo el diablo un elemento de sorpresa fingida al encontrar al supuesto Hijo de Dios en semejantes circunstancias de debilidad y descuido. Es decir, “Supongamos que eres Hijo de Dios, ¿cómo es que tu Padre te ha dejado tan desatendido aquí en este desierto, con tu enorme necesidad? No tienes que esperar y esperar que Dios actúe—es probable que tú mismo tienes el poder para satisfacer tus necesidades. Dios te ha desamparado—¡provee para ti mismo!”

Consideremos aquí un comentario que da en el blanco: “Al tentar al que consideraba hombre, el diablo actuó temerariamente. Había seducido a Adán y, al engañarlo, lo condujo a la muerte. Convenía, por su malicia e infernales actos, que fuera derrotado por esa misma humanidad en cuya muerte y desdichas se gloriaba. El diablo no podía entender que Dios estuviera presente en un ser humano”. (Hilario, 315-367 d.C.)

Dí que estas piedras lleguen a ser [sean cambiadas] en panes—¡El diablo osó dar una orden a Jesús! La gramática (“dí”) lo descubre: el opositor empleó el imperativo, que se reserva para dar órdenes directas. Fue un mandato del maligno al Señor. Aquí sobreabunda el escarnio, el insulto, el descrédito hacia Jesús. Algunos piensan que fue en la tercera prueba que Satanás demandaba que Jesús lo obedeciera, pero en realidad comenzó esa campaña en la primera prueba, porque le aborrecía, y todavía le detesta a Él y a sus seguidores.

La palabra griega para piedras, “lithoi”, es usada 10 veces por Mateo. Son: Mt 3:9, Juan el Bautista afirma que Dios es capaz de transformar piedras en hijos de Abraham; Mt 4:3, 6, esta prueba; Mt 7:9, Jesús enseñó que si un hijo pide a su padre un pan, no le dará una piedra; Mt 21:42, 44, Jesús habló de sí mismo como la piedra angular, y piedra de tropiezo; Mt 24:2, ni una piedra será dejada sobre otra; Mt 27:60, 66, la tumba de Jesús fue cerrada con una piedra grande; Mt 28:2, un ángel del Señor bajó del cielo y quitó la gran piedra.

La idea presentada por el diablo es que dejaran de ser piedras, y llegasen a ser panes. Hay muchas piedras en esta región del desierto que tienen la forma y el tamaño de panes de mesa. Al convertir millones y millones de piedras en panes, Jesús sería reconocido como el Mesías proveedor, y podría alimentar al mundo entero. Suena bien, pero no era esa la misión de Jesús. El vino para ser médico espiritual (Mt 9:12-13), y convertir a los seres humanos de su egoísmo al estilo de vida apto para el reino de los cielos (ver Mt 5-7). Jesús no vino sólo para llenar estómagos; vino para transformar a los humanos para que cada uno llene el estómago de su prójimo (ver Mt 25:31-46). Sabía el Mesías que el pan normal no satisface el hambre más profunda de una persona. El hambre mayor busca una estrecha relación con Dios y con sus prójimos.

Jesús no vino para le sirvieran, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos (Mt 20:28). Su misión era, y es, alimentar a millones a través de los siglos con el “pan espiritual” de su cuerpo crucificado (Mt 26:26; Jn 6:47-51).
“cambiadas”—En el prólogo de Juan leemos que el Verbo cambió a hombre (Jn 1:14); en las bodas de Caná, Jesús cambió el agua en vino (Jn 2:9); Pablo, perseguidor de la iglesia, fue cambiado en siervo de la iglesia (Col 1:25); y el mismo Jesús, aunque era de la tribu de Judá, fue cambiado en Sumo Sacerdote (Heb 6:20). Todos estos casos usan una forma de la misma palabra griega, “genontai”, que está en este versículo de Mt 4:3. Jesús puede cambiar las cosas cuando es la voluntad de su Padre.

Implícita en la demanda del tentador es que un Hijo de Dios no está obligado a sufrir tanta debilidad y hambre—¡debe hacer algo para llenar su estómago! Esta prueba tenía el propósito de sembrar en Jesús la noción de privilegio, el derecho a una vida libre de angustias y dolores. Pero el Mesías sería, según Is 53:3 y 7, “Varón de dolores, experimentado en quebranto . . . angustiado él, y afligido”.
Algunos rabinos estaban seguros que al venir el Mesías, daría otra vez maná en el desierto. Es por eso que los judíos se entusiasmaron cuando Jesús multiplicó los panes en lugares desérticos, y quisieron hacerle rey (Mt 14:15-21; 15:32-38; Jn 6:15). Tuvieron una animada conversación con Él acerca del pan del cielo, el maná (Jn 6:14-15, 25-59).

En realidad, esta primera prueba es doble: (1) la primera parte insinúa una duda acerca de la declaración del cielo en Mt 3:17, “Mi amado Hijo en quien estoy complacido”; (2) la segunda parte es una acusación contra el Dios que no ha provisto lo que Jesús requería para vivir. La acción que el tentador quiso era que Jesús fuera desobediente al Padre. ¿Por qué esperar más tiempo? ¿Por qué no hacer algo inmediatamente para satisfacer esta hambre devastadora?

Entre las historias bíblicas, hubo en esta misma región a lo menos tres ocasiones en que Dios proveyó pan para sus siervos necesitados: (1) cuando Abraham vino victorioso sobre los reyes que capturaron a su sobrino Lot, y Melquisedec salió de Salén (Jerusalén) con pan y vino para el patriarca (Gn 14:18); (2) Israel recibió el maná cada día en el desierto, y en las llanuras del Jordán (Jos 5:12); (3) Elías recibió de cuervos pan y carne cerca de este lugar (1 R 17:2-6). En ninguna de estas ocasiones la aparición del pan era normal—fue provisto por obra de Dios.
Bien predicó Juan Crisóstomo: “El diablo comienza con la tentación de complacer el vientre. Por este mismo medio expulsó al primer hombre, y todavía por este medio muchos son derribados”. (Crisóstomo, 344/354-407 d.C.)

Que Jesús hiciera panes no es en sí un pecado; lo hizo después en su ministerio. La esencia de la prueba es cometer algo fuera de tiempo, o para un fin prohibido, o con una persona prohibida. El hambre y el comer no son malos. Pero robar a otros para comer es malo. El sexo en sí es bueno. Pero si se practica el sexo antes del matrimonio, con una persona que no es su cónyuge, o en una manera forzada, es un pecado.

El pecado consiste en respuestas erróneas a las preguntas: ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Qué? ¿Dónde? Si la respuesta a cualquiera de estas preguntas no es clara y correcta, debemos detenernos inmediatamente y reflexionar en la Palabra de Dios referente a la situación. Esto es lo que hacía Jesús.

Mateo 4:4

Él respondiendo dijo—Una palabra corta (griego: “de”), que no es traducida, indica un aspecto nuevo en la historia. Es que el Hijo de Dios va a responder al tentador, y Mateo señala al lector: “Algo importante va a suceder. ¡Presta atención!”

La palabra griega para responder, “apokritheis”, tiene en su raíz el concepto de juicio, y ocurre en pasajes de la Septuaginta como Is 2:4 y Mi 4:3. Jesús no dio al diablo su opinión, o una contestación confusa como hizo Eva (Gn 3:3). Sino con claridad, declaró su juicio bien pensado acerca de la prueba presente. Además, la palabra incluye la idea de “comenzar a responder”, y es apropiada esta palabra en la primera respuesta de Jesús al tentador, porque pronto vendrán dos respuestas más.

Escrito está—La forma del verbo en el griego da la traducción literal, “Ha sido escrito y permanece escrito”, o “fue escrito y sigue hoy en efecto”. Las palabras antiguas tienen vigencia hoy.

La primera palabra de Jesús a su adversario, en el comienzo de su ministerio, ¡es una cita de la Biblia! La Biblia estaba en Jesús, y fluía en el momento preciso de su boca. Una profecía de David acerca del Mesías fue que diría “Me agrada, Dios mío, hacer tu voluntad; tu ley la llevo dentro de mí” (Sal 40:8; Heb 10:7-9).

Para Jesús, la Biblia es el cimiento para la vida y toda creencia. Fue su autoridad, superior en su mente a toda otra idea. Estuvo convencido que las convicciones interiores, basadas en la Palabra, nos llevarán mucho más lejos que un bocado de pan, que dura sólo unas horas. Es por eso que, en el desierto, desenvainó la espada del Espíritu y la usó contra el diablo (Ef 6:17). El Espíritu y la Palabra siempre concuerdan; con una sola voz proclaman la verdad de Dios.

No de pan sólo vivirá el hombre, sino de toda palabra saliendo de la boca de Dios—La respuesta de Jesús al tentador viene de Dt 8:3, un capítulo donde Moisés recordaba que durante 40 años Dios probó a Israel en el desierto, “para revelar tu carácter y averiguar si en verdad obedecerías sus mandatos” (NTV). Allí les alimentó con maná, les disciplinaba como un padre a su hijo, y les proveyó lo necesario en el “vasto y horrible desierto, esa tierra reseca y sedienta, llena de serpientes venenosas y escorpiones” y les dio “agua que hizo brotar de la más dura roca”. Todo sucedió para enseñarles una lección muy básica: Dios es esencial para la vida.

De ese asombroso y verídico relato Jesús sacó la verdad central: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino [literal en el griego: “mas con lo que es de mayor valor”] de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Dt 8:3). El pan físico es necesario para la vida terrenal, pero no sostiene la vida espiritual y eterna. La vida espiritual requiere otra comida.

Toda palabra que sale de la boca de Dios—Cada una de las palabras dichas por Dios. ¡Nótese aquí el sumo respeto que Jesús tenía por las Escrituras! Aunque el texto fue dicho y escrito por Moisés, Jesús reconocía su inclusión en las Escrituras, y lo tomó por la Palabra de Dios. Hizo como Ezequiel, y comió el rollo con la Palabra de Dios (Ez 3:1-4).

En su respuesta al tentador, Jesús (1) declaró que hay valores más importantes que la comida (y demás deseos físicos), y el valor más alto es la Palabra de Dios. (2) Se identificó con los humanos al decir “hombre”; estaba actuando en representación de la humanidad, de toda raza y color, sea hombre o mujer. (3) Manifestó su humillación, pues cuando declaró “toda palabra que sale de la boca de Dios”, aceptaba ser obediente a su Padre Dios. Jesús tomó a pecho las palabras de Dios, y por eso dependería totalmente de su Padre, esperaría en su providencia, y por eso triunfó. Jesús haría las cosas cuándo, dónde y cómo su Padre deseaba, no según sus necesidades o deseos personales.

En su tentación, Eva y Adán nos sumergían en mucha maldad cuando cayeron delante de la serpiente porque, en su rebelión, quisieron ser como Dios (Gn 3:4-6). En un enorme contraste, Jesús, siendo Dios, rehusó delante del diablo actuar con su poder divino, y escogió ser un hombre, sujeto a la voluntad de Dios.
La prueba/tentación era que Jesús usara sus poderes para proveer para sí mismo. Luego, durante su ministerio público, multiplicaría cinco panes para alimentar de 10 a 15 mil hombres, mujeres y niños (Mt 14:13-21); y repartiría siete panes entre 8 a 10 mil hombres, mujeres y niños (Mt 15:29-38).

Pero allí, solo en el desierto, frente al diablo, el Salvador del mundo no cambiaría piedras en pan porque: (1) no era la voluntad de su Padre; (2) la Palabra eterna de su Padre es más deseable que el pan pasajero; (3) Jesús vino no para ser servido, sino para servir (Mt 20:28); (4) Jesús había escogido una vida de privación (“las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos . . . pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza” Mt 8:20), y no satisfaría su hambre de esta manera egoísta.

En los tiempos de Jesús, y hasta nuestro día, la tentación principal para millones, aunque no lo reconocen, es usar medios errados para ganarse el pan.

Esaú, por un plato de lentejas guisadas, vendió su valiosa primogenitura a Jacob (Gén 25:29-34). El escritor de Hebreos ruega a sus lectores que “nadie sea inmoral [hablando del sexo] o profano [sin reverencia ante Dios] como Esaú, quien por un solo plato de comida vendió sus derechos de hijo mayor” (Heb 12:16).
En la prueba de Jesús, el diablo hablaba de pan. Pero en realidad, el “pan” puede representar cualquier necesidad o deseo intenso del cuerpo. Humanos han cometido maldades por la carestía de comida, la pobreza, los deseos de sexo, las delicias físicas, la ropa, la salud—y muchas cosas más. En vez de esperar a Dios y su plan, han buscado y procurado su propia solución para conseguir lo deseado, y en el proceso han caído en la trampa del diablo. Luego sienten la miseria de la suciedad moral y la condenación.

El pan no resuelve los problemas profundos de largo alcance. Bien lo describió William Barclay: “Los humanos tienen hambre. Pero el problema es ¿por qué tienen hambre? ¿Es a causa de su propia estupidez, haraganería o descuido? ¿O es porque algunos egoístamente poseen demasiado mientras que la mayoría posee poco? La única forma verdadera de eliminar el hambre es eliminar las causas que provocan la carencia de alimentos, y estas causas están enraizadas en el alma humana. Además, hay un hambre espiritual que ninguna comida material puede llegar a satisfacer jamás”.

Jesús no cambiaría las piedras en panes porque quiso entregar su cuerpo en rescate, para dar pan espiritual a millones (Mt 26:26; Jn 6:48-51).

Mateo 4:5

Entonces—La secuencia de pruebas es diferente en Mateo y Lucas. Mateo emplea la palabra “entonces”, (“tote” en griego) para indicar una acción que inmediatamente sigue a otra (4:1, 5). El movimiento de Jesús es del río al desierto, del pan al Templo. En 4:8 emplea la palabra griega “palin”, traducida por “de nuevo” o “luego”. Es obvio que Mateo presenta la secuencia según la creciente importancia y la cronología de eventos: prueba del pan (personal), prueba en el Templo (Israel), prueba en el monte alto (internacional). Lucas, por otro lado, usa solamente “y”, que no pretende indicar una secuencia (Lc 4:1, 3, 5, 9). Los dos, Mateo y Lucas, concuerdan en lo importante del evento—Jesús enfrentó al diablo y ganó la victoria sobre él.

Lo toma el diablo y lo lleva—Es tiempo presente para enfatizar la importancia del evento, y su efecto de largo alcance.

El primer verbo aquí nos abre la puerta para ver la astucia y el propósito maligno del diablo. Es la palabra griega “paralambano”, que significa “tomar a alguien a su lado en compañerismo cercano”. En la literatura pagana puede significar “tomar a alguien en confianza para enseñarle un secreto o un misterio”. La palabra ocurre más de 40 veces en el Nuevo Testamento, sólo ocho veces en un contexto negativo, y en las demás ocasiones es una palabra de amistad y confianza. Que aparezca aquí la palabra en esta circunstancia indica que el diablo (1) con fingida amistad y pretendida preocupación por el bienestar de Jesús, lo invitó a acompañarle al Templo. Y es como si el diablo le dijera, (2) “Mira, voy a explicarte el secreto de cómo realmente funcionan estas cosas religiosas”.

¿Cayó Jesús en la trampa tendida por Satanás? ¡Obviamente no! Pero si Jesús no cayó en la trampa, muchos de nosotros sí hemos caído, como cayó Eva cuando la serpiente fingía preocuparse por su bienestar para que fuera como Dios.

No sabemos, y el texto no indica, cómo llegaron Jesús y el diablo a Jerusalén. El camino tomaría uno o dos días, por ser una vía muy inclinada. Es más probable que fueran transportados como en un sueño, pero llegaron físicamente al Templo. Posiblemente fue similar a lo que Ezequiel describió cuando fue llevado desde su casa hasta Jerusalén (Ez 8:1-3).

A la santa ciudad—Se ve que Mateo, siendo levita, respetaba profundamente a Jerusalén, y es el único escritor del Nuevo Testamento que la llama así. Los judíos consideraban a esta ciudad la más santa en todo el mundo, porque en ella se rendía culto a Dios. Todos los judíos tenían que llegar al lugar del Tabernáculo (Silo) o al Templo (después que fue edificado) cada año para servir a Dios (Dt 16:16). Jesús fue cada año con su familia (Lc 2:41), y conoció íntimamente muchos lugares del Templo y su enorme patio. Jesús amaba a Jerusalén, pero Jerusalén le rechazó (Mt 23:37-38).

Y lo coloca en la parte más alta del Templo—Literalmente es “el ala pequeña del Templo”. Significa uno de dos posibles lugares: (1) una esquina del techo del Templo, con una altura de 55 metros sobre el patio del Templo; (2) la esquina del muro que rodeaba el patio del Templo, con una altura de 138 metros encima del valle del Kidrón. Un lanzamiento de cualquiera de estos lugares sería fatal, a menos que un ángel sostuviera a la persona. Dado que el diablo había tomado a Jesús a su lado como para explicarle un secreto, es más probable que el lugar fue una esquina del techo del Templo.

Más de 200.000 personas, con cientos de sacerdotes, podían estar de pie en los recintos del Templo. El patio tenía espacio para 20 canchas de futbol.

Muchos rabinos esperaban un mesías triunfante. Dijeron: “Cuando el rey mesías viene, se pondrá sobre el techo del lugar santo [del Templo]. Desde allí anunciará a Israel: ‘Ustedes los pobres [santos], el tiempo de su redención se acerca’”. Se apoyaban en textos como Malaquías 3:1, “¡Miren! Yo envío a mi mensajero y él preparará el camino delante de mí. Entonces el Señor al que ustedes buscan vendrá de repente a su templo” (NTV).

El escenario presenta, entonces, dos opciones para la prueba diabólica: (1) Que Jesús hiciera algo tan espectacular que el pueblo de Israel lo aclamara, y entonces no le sería necesario andar el fatigoso camino hacia la cruz; (2) Que Jesús se atreviera a obligar a Dios a salvarle, y de esta manera exigir una manifestación física del amor paterno, que en el bautismo fue expresado sólo en palabras. Una de las opciones no excluye a la otra; se podría combinar las dos opciones en un solo evento.

El camino hacia la cruz sería penoso, difícil y, al fin, llevaría a Jesús a una muerte cruel. ¿Si Jesús pudiera provocar a su Padre a salvarle de una catástrofe en un escenario público, entusiasmaría así a la nación judía a aclamarle y honrarle? ¡El efecto entre los millares de observadores en el patio del Templo sería espectacular!

Unos 37 años después de este evento de Jesús vs. el diablo, el hermano de Jesús, que en el español es conocido por los nombres Jacobo y Santiago (Mt 13:55; Mr 6:3; Gá 1:19; Stg 1:1; RV60 comparado con RVA), fue arrojado desde el techo del Templo por líderes judíos, enfurecidos a causa de su prédica alabando a Jesucristo. Santiago fue gravemente herido en la caída, sin embargo mantuvo conciencia y oraba a Dios pidiendo perdón por los agresores. Pero ellos le apedreaban, y finalmente uno le dio muerte con el golpe de un palo grueso. Fue el Jacobo/Santiago de Hechos 15, y autor de la epístola que lleva su nombre. Los historiadores cristianos Clemente de Alejandría y Eusebio escribieron sobre su muerte. Se calcula que este martirio ocurrió en 62 d.C.

Mateo 4:6

Y le dice, Si Hijo eres de Dios—El verbo “le dice” está en tiempo presente; los estudiosos lo llaman “presente histórico”. La lección es que el diablo usó esta propuesta de presunción y búsqueda de fama para tentar a Jesús; es lo “histórico”. Lo “presente” es que hoy el maligno emplea maquinaciones similares para tentarnos a nosotros. ¡Cuidado! ¡Estemos alertos! (2 Cor 2:11)

Lo que se comentó sobre Mt 4:3 continúa aquí: (1) el diablo faltó respeto a Jesús; (2) el diablo propuso que se suponía que Jesús era Hijo de Dios; (3) el diablo siguió planteando preguntas acerca de los propósitos de Dios y la Palabra de Dios.

Alguien ha dicho que “el diablo no es creativo; sigue usando los mismos métodos vez tras vez hasta cansar a una persona”. Procuró así cansar a Jesús, o sea desgastarlo con la repetición de lo mismo una y otra vez. En esto, el diablo es muy monótono, porque carece de nuevas ideas.

Pero hay una gran diferencia: ¡de la nada Jesús creó un mundo muy, muy diversificado, en un universo increíblemente variado! (Col 1:16-17). El diablo nunca ha creado nada.

Como en la ocasión anterior, el orden de las palabras del diablo enfatiza “Hijo”, desafiando así a Jesús a investigar esa relación: “Tú crees que eres Hijo de Dios; ¿por qué no ponerlo a prueba? ¿Es cierto que Dios te protegerá?”

Israel preguntó, al tener sed en el desierto, “¿Está o no está Jehová con nosotros?” (Ex 17:7). Fue una falta de fe que provocó a Dios. Ahora, el diablo tiene el plan de incitar a Jesús a crear una crisis artificial, para que Dios tenga que actuar para salvarle.

Arrójate abajo—La forma del verbo, y su lugar en la oración, indican la urgencia del diablo. Otra vez es un imperativo, un mandato. Estaba ansioso que Jesús actuara antes de pensar y reflexionar. En otras palabras le dijo, “¡Rápido! ¡Tírate!” Es otra maquinación diabólica: apurar a una persona a hacer algo malo, con la idea de que si espera perderá la oportunidad. ¿Cuántos hombres y mujeres han caído en estos apuros?

El verbo “arrójate”, es “ballo” en griego, y significa “tirar o soltar sin cuidado por donde caiga”, o “entregar algo sin preocupación por el resultado”. Usado en el contexto de estas pruebas quiere decir “lanzarse al azar, y veremos qué pasa”. Otras formas del mismo verbo se emplean en el Apocalipsis, en condiciones muy limitadas bajo el control de Dios, para manifestar lo que pasó y pasará con el diablo: fue arrojado del cielo, será arrojado al abismo, y luego arrojado al lago de fuego y azufre (Ap 12:4, 9, 10, 13; 20:3, 10). El diablo provocó a Dios por su rebelión y fue arrojado del cielo; ahora tienta a Jesús a seguir la misma ruta.

Escrito está—Es la misma palabra en boca del diablo que Jesús le dijo en la prueba de cambiar piedras en pan (4:4). Quiere decir, “se escribió y sigue en vigencia”. Pero es otra maquinación del diablo: distorsionar un texto o deducir equivocados ejemplos de la Palabra de Dios para desviar, y luego destruir a una persona. Lo hizo con Eva y logró su objetivo. Trató de hacerlo con Jesús y fracasó. Pero lo ha hecho eficazmente con millones de seres humanos en todo el mundo. El diablo y los demonios conocen la Biblia, pero no la usan para glorificar a Dios, sino para sus propios fines oscuros.

Porque a los ángeles de él ordenará por ti, y en sus manos te llevarán, para que tu no tropieces tu pie contra piedra—En el griego, las palabras del texto siguen a la versión griega Septuaginta, como es el caso con muchos textos del Antiguo Testamento citados por Mateo.

En la eternidad pasada el diablo estuvo en el cielo, y con él se rebelaron contra Dios un tercio de los ángeles celestiales; dos tercios de los ángeles quedaron fieles al Señor (Ap 12:3-4). Aquí se nota, por la gramática griega, que el diablo guarda todavía rencor contra “los ángeles de él [es decir, de Dios]” que se mantuvieron fieles al Padre Celestial.

La cita viene de Sal 91:11-12, y es una maravillosa promesa de protección divina. Muchos siervos de Dios hemos comprobado que el Señor nos protege de males reconocidos, y de otros en que ni nos dimos cuenta del peligro que nos rodeaba.

Pero el diablo distorsionó la cita al no incluir las condiciones de la protección en Sal 91:9-12: “Ya que has puesto a Jehová por tu refugio, al Altísimo por tu protección” y “te cuidarán en todos tus caminos”. El salmo lo declara abiertamente: Dios protegerá a aquel que pone su confianza en Él y está en el camino de Dios. Nunca ordenó el Padre al Hijo que se arrojase del Templo ni de ningún otro lugar. Dios no promete proteger a uno sin importar lo que haga. Recordemos la solemne oración en Sal 19:13, “¡Libra a tu siervo de pecar intencionalmente! No permitas que estos pecados me controlen. Entonces estaré libre de culpa y seré inocente de grandes pecados” (NTV).

La prueba tenía que ver con (1) la presunción, el atrevimiento de tomar otro camino hacia el objetivo, y en ese camino obligar a Dios a salvarle. La tentación fue verificar las promesas del Padre. Tentar a Dios es probarle, es decir, poner a prueba sus promesas para ver si las cumple. Obviamente, aquel que tienta a Dios no posee la confianza de Heb 11:1, “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (RV60).

Y hay otro aspecto de esta prueba: (2) maravillar a los judíos con un salto mortal desde el techo del Templo, presumiendo que Dios lo salvaría, y así demostrar que es el predilecto de Dios. Muchos judíos pensaban que aparecería el mesías en el Templo. El espectáculo, el sensacionalismo de ver a Jesús recogido en plena caída y depositado suavemente en tierra atraería gran número de personas a Él. El diablo proponía que con ese entusiasmo se formara un movimiento popular para arrojar a los romanos de la tierra y así establecer un reino mesiánico. Fue exactamente lo que anhelaban los zelotes y miles de patriotas judíos.

Pero esto también sería un grave error. Se calcula que entre los años previos a Jesús (del 67 al 37 a.C.) más de 100.000 judíos murieron a causa de rebeliones mesiánicas, y cada rebelión fracasó. Después del tiempo de Jesús, los zelotes organizaron una revolución contra los romanos, y con tristeza recordamos que más de un millón de judíos murieron cuando Roma re-conquistó a Jerusalén en 70 d.C.

Sin embargo, seguían los pretendientes y falsos cristos, con las mismas consecuencias funestas.

El historiador Josefo escribió acerca de un pretendiente mesiánico que se jactó de sus poderes para abrir caminos milagrosamente en el rio Jordán, pero fue muerto por los romanos cuando se encaminaba hacia el rio. Hubo un egipcio que engañó a miles, profetizando que desde el Monte de los Olivos daría la orden para hacer caer las murallas de Jerusalén; pero fue vencido por los romanos. Aquellos “mesías maravillosos” eran falsos, y decepcionaban a la gente.

El sensacionalismo nunca es un buen plan. Los espectáculos no cambian mentes y corazones, y la gente cada vez requiere algo más grandioso; luego, se cansan de los entretenimientos.

Declaró el antiguo obispo de una ciudad cerca de Antioquía: “No es a través de los milagros sino mediante la perseverancia paciente y tolerante que debemos prevalecer sobre el diablo. No debemos hacer nada simplemente por espectáculo”. (Teodoro de Mopsuestia, 350-428 d.C.)

No tenemos ningún derecho a crear una situación peligrosa, sea física, emocional, financiera o legal, y esperar que nos llegue apoyo del cielo. El amor por la aventura, la curiosidad acerca de los lugares y prácticas del vicio, la especulación exagerada en un negocio, las ganancias que se podrían obtener de una actividad ilegal son ocasiones cuando personas tientan a Dios. Hacen lo indebido, pero presumen que por sus oraciones y asistencia a la iglesia Dios las protegerá. Han caído en la segunda tentación.

Cuando un supuesto creyente camina en el pecado, esperando que a pesar de ello Dios le ayudará, está poniendo a Dios a la prueba. Dios no está bajo ningún compromiso con aquella persona.

Bien escribió William Barclay, “Es un error ponerse uno mismo en una situación extrema de peligro, haciéndolo sin necesidad alguna, y esperar que Dios venga en su auxilio”. Sería peor si el motivo es enaltecer su propio prestigio para ganar fama y seguidores. ¡Dios no puede ser manipulado!

Jesús evitaría el camino fácil de los espectáculos, confiaría en Dios, sin necesidad de obligarle a medidas extremas en público, aceptando los sufrimientos de la cruz.

Mateo 4:7

Díjole Jesús—La palabra griega por “dijo” fue usada también en Mt 3:17, refiriéndose a la voz celestial. Puede traducirse por “voz”, “declarar con la idea de hacer conocer los pensamientos internos”, o “una expresión espiritual”. Quiere decir que la respuesta de Jesús al diablo vino desde las profundidades de su ser. La idea de que Jesús tentara a su Padre le estremecía en su interior, y lo que respondió al diablo salió de esta esencia.

También—“También” es enfático, significando “por el otro lado”. Es como si Jesús respondiera al diablo: “La promesa que citaste tiene que compararse con otro texto bíblico”. Jesús nos da aquí una lección de suma importancia: para tener una vida sana y completa, y para manejar una teología correcta, debemos comparar escritura con escritura.

¡Nunca edifiques tu vida sobre un solo texto! Lee toda la Biblia para que obtengas una amplia comprensión de Dios y sus planes para ti. Si estudias toda la Biblia, evitarás las herejías y los errores que pueden destruir tu vida.

Está escrito—Otra vez aparece la misma palabra griega de Mt 4:4 al citar un versículo de la Biblia: “se escribió y sigue en vigencia”.

No tentarás al Señor tu Dios—“No” es claro; ¡ningún comentario es necesario!

“Tentarás” aquí es más fuerte que la palabra raíz en Mt 4:1, porque enfatiza el desarrollo, lo negativo de la prueba/tentación. Es una cosa seria pecar en ignorancia. Es mucho peor alzar el puño al cielo y demandar que Dios haga algo cuando uno está en plena rebelión contra sus tiempos y su plan.

El Salvador inmediatamente saca a la luz otro texto que tiene gran importancia, y lo cita, de Dt 6:16, “No pongas a prueba [tientas] al SEÑOR tu Dios” (NVI).

“El Señor tu Dios” está relacionado en Dt 6:4 con Jehová, el único Señor y soberano Dios de Israel. Es el Dios del pacto, que tiene una relación sagrada con su pueblo.

Jesús sabía que una mala conducta suya, como cometieron los israelitas en Masah (prueba) y Meriba (rencilla; Dt 6:16; Ex 17:1-7), equivaldría a una grave transgresión. Tal situación crearía, innecesariamente, un peligro para ver cuál sería la reacción del Padre, si estaría con Jesús o no. Esta forma de insolencia no tiene nada que ver con la confianza humilde en el Padre celestial de que habla el Salmo 91.

Poner a Dios a prueba es desafiante, y puede hacerse con una expresión o acto de incredulidad, escepticismo o desobediencia.

El rabino Yannai, que vivió 200 años después de Jesús, aunque no era seguidor de Cristo, habló la verdad: “Un hombre nunca debe ponerse a propósito en un lugar de peligro, y decir que Dios obrará un milagro para él, porque puede ser que no se obre el milagro para él”.

Jesús entendió la astucia del diablo en lo que proponía. Entonces, (1) rehusó “obligar” al Padre que hiciera un milagro, (2) rechazó la posibilidad de movilizar a Israel con un espectáculo sensacional, y (3) mantuvo el penoso plan de la redención nuestra en la cruz.

Pablo aconsejó no elevar a un creyente nuevo a un puesto alto, “no sea que se vuelva presuntuoso y caiga en la misma condenación en que cayó el diablo” (1 Ti 3:6 CST). El adversario quiso atrapar a Jesús en el mismo pecado del orgullo que el diablo cometió en el cielo, y por lo cual fue arrojado de allí (Lc 10:18; Ap 12:3-4).

Si Jesús hubiese cedido a la presunción diabólica, y si el Padre le hubiese salvado del salto desobediente, unos cuantos judíos habrían visto algo asombroso. Pero el resto de la imaginación del diablo se habría evaporado como la neblina cuando sale el sol. En contraste, al ser “obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil 2:8), Jesús vio, y ve actualmente, cumplida la profecía de Is 53:11, cuando “muchos”, es decir millones sobre millones de creyentes de todos los continentes y razas y lenguas, son justificados y salvos por Él. ¡Sí, Él ve el rico y abundante fruto de la aflicción de su alma!

En Roma, la capital del imperio, el emperador y el Senado proveían constantemente pan y circo para aplacar a las multitudes. El reinado de Cristo tiene que ser mucho más sólido y satisfactorio que comida y espectáculos.

Jesús sí sería recibido en Jerusalén por millares de personas, pero sentado en un burro, no recogido por ángeles en un salto espectacular (Mt 21:2-11). El verdadero Mesías quiso seguir el camino planeado por Él y el Padre hacia la cruz. Negó por completo la estratagema propuesta por el diablo.

Después, Jesús obró milagros similares a la primera y la segunda tentación, cuando multiplicó panes (Mt 14:13-21; 15:29-39), caminó sobre las aguas (Mt 14:22-36) y ascendió al cielo (Lc 24:51). En estos casos usaba su poder para beneficiar y enseñar a otros.

Los enemigos de Jesús le injuriaban cuando estaba en la cruz al decir las palabras de Sal 22:8 (Mt 27:43, “Él confía en Dios; pues que lo libre Dios ahora, si de veras le quiere”). Empleaban ideas similares a lo que decía el diablo en la segunda prueba. Pero Jesús seguía confiando en Dios, a pesar de que su camino le conduciría por muchos y crueles sufrimientos. De esta manera, ¡obtuvo el galardón eterno!

Dios es digno de confianza aun cuando nos lleva por problemas difíciles. Job 13:15 declara la actitud de Jesús: “Aunque él me matare, en él esperaré”. La fe verdadera persevera en tiempos espinosos.

Si el ministerio nos conduce a un lugar de peligro cuando sólo Dios puede salvarnos, o si el enemigo nos sorprende con una crisis, oraremos con fe y confianza en Dios. A la vez, recordaremos y tomaremos como nuestras las firmes palabras de los tres jóvenes judíos ante el rey pagano: “Nuestro Dios puede librarnos del horno . . . pero si nuestro Dios no lo hace así . . . no honraremos a sus dioses” (Dn 3:16-18).

Mateo 4:8

De nuevo— El “de nuevo” (“palin” en griego) indica la repetición de un evento previo, y nos muestra que Mateo colocó las pruebas en orden cronológico. Son tres pruebas, como Mateo presentó tres grupos de nombres en la genealogía de Jesús (Mt 1:17), y los magos trajeron tres regalos al niño Jesús (Mt 2:11). Para los judíos el número tres, o tres repeticiones, representa verdad, conexión, y permanencia.

Lo lleva el diablo a un monte enormemente alto y le muestra todos los reinos del mundo y la gloria de ellos—Como lo hizo en Mt 4:5, el diablo conduce a Jesús como si estuviese preocupado por su bien (palabra griega “paralambano”).

En la tercera prueba, el diablo quiso tentar a Jesús en una montaña muy alta. Las montañas tenían mucha importancia para el Señor: entregó los conceptos básicos de su reinado en una montaña (Mt 5:1), fue transfigurado en una montaña (Mt 17:1), y dio a sus discípulos la Gran Comisión en una montaña (Mt 28:16).

¿Cómo lo llevó el diablo? No lo sabemos.

Mateo 4 relata la primera prueba como un evento físico, o sea, aconteció en el desierto con piedras a los pies de Jesús y el diablo.

La segunda prueba pudo haber sido física. Lo cierto es que Jesús sentía la altura del lugar donde se paraba, y la certidumbre de morir si se arrojase desde allí sin algo o alguien que lo recogiera.

Es difícil entender como la tercera prueba fuese física. El texto describe a “un monte alto enormemente” (griego literal), y desde allí se vio “todos los reinos del mundo [cosmos] y la gloria de ellos”. El monte más alto en la zona es Hermón, con una altura de 2.814 metros. Desde esta altura se podría ver a la distancia unas provincias del Medio Oriente, pero no se vería la magnificencia de esas provincias. Debido a limitaciones atmosféricas y la curva de la tierra, desde Hermón no se podría ver a Atenas ni a Roma, ciudades de suma importancia en ese tiempo. Ni del monte más alto de la tierra, el Everest en Nepal, podría uno ver a los reinos del mundo.

Es, entonces, más probable que esta tercera prueba fue comunicada a la mente de Jesús. Aunque la prueba fue mental, fue muy real, porque el diablo estaba parado allí, insistiendo que Jesús cayera a sus pies para adorarle con su frente en la tierra. Concluimos que fue una prueba mental con características físicas.
No es de sorprendernos si así fue la tercera tentación. Santiago/Jacobo, hermano de Jesús, nos advirtió que “cada uno . . . es tentado por la propia codicia siendo arrastrado y siendo seducido” (traducción literal, Stg 1:14). La palabra griega por “codicia” también indica “deseo, y lujuria”. Codicia, deseo, y lujuria son estados de excitación mental. Sin embargo, provocan pensamientos que a muchos nos llevan a decisiones incorrectas y actos físicos dañinos.

Comentó el antiguo obispo: “En cuanto a la frase ‘le mostró’, es claro que no le mostró esto a Jesús en sustancia y realidad, ya que es imposible encontrar una montaña tan alta que desde ella alguien que lo desee pueda ver el mundo entero. Más bien, fue a través de una imagen imaginaria, según la costumbre habitual del diablo, cuya clara seña de identidad es el intento de engañar a las personas de buen entendimiento, representándoles cosas que no están allí como si estuvieran, y eventos que no sucedieron como si hubieran sucedido”. (Teodoro de Mopsuestia, 350-428 d.C.)

En la cima de ese monte muy alto, el diablo habrá inducido a Jesús a ver en su mente los reinos del mundo y la gloria de ellos—con su magnificencia, esplendor y grandeza (del griego “doxa”).

Los verbos “lleva, muestra, dice, adoras” son todos en tiempo presente, es decir, el “presente histórico”. Quiere decir que esta prueba no fue sólo en el pasado para Jesús. Es una estratagema que el diablo sigue practicando a través de los siglos. Mucho cuidado, pues nosotros somos a menudo tentados así en los pensamientos. Por esto el apóstol Pablo nos urge a llevar “cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo” (2 Co 10:5).

Al decir que el diablo le “muestra todos los reinos del mundo”, en esta prueba tanto Jesús como el diablo pudieron ver y vivir experiencias que son imposibles para humanos ordinarios, las cuales no se ajustan a nuestras mentes. Por eso, no podemos negar que sucediesen, como algunos intérpretes liberales de la Biblia declaran.

La palabra griega en Mt 4:8 para “mundo” es “cosmos”, y según el pensar bíblico es el sistema de la tierra que: (1) está sujeto al pecado y la muerte; (2) su tiempo es limitado y terminará; (3) está lleno de injusticia; (4) es alejado del Creador; (5) es el escenario humano donde Dios obra salvación; (6) está en oposición a Dios; y (7) opuesto a los creyentes en Dios. En el Nuevo Testamento, personas del “cosmos” que son redimidas en Cristo pasan del “cosmos” al “reino de Dios”. El concepto se expresa claramente en Col 1:12-13, cuando describe la obra salvadora del Padre, quien nos libra del dominio de la oscuridad y nos hace participar en el reino de la luz (ver también 2 Co 5:18-19; Gá 6:14; Ef 2:12-13; y Stg 4:4).

En el pasaje paralelo de Lc 4:5, la palabra griega para “mundo” es “oikoumene”, que significa un reino político, en especial el imperio romano, incluyendo su sistema económico y legal. Esta palabra se aplica también a otros reinos terrenales.

Existían dos grandes imperios cercanos cuando Jesús vivía entre nosotros. Partia controlaba el este, y Roma mandaba en la zona del Mar Mediterráneo y Europa, incluyendo la tierra de Palestina. Roma imponía la “pax romana”, y toda la raza humana expuesta a esa “paz” fue dominada, sometida, sujetada, apaleada, crucificada, y torturada bajo los ejércitos, las leyes, los gobernadores y los cobradores de impuestos romanos. Los partos hacían cosas similares donde extendían su imperio. Esa ha sido la conducta de cada uno de los gobiernos expansionistas de la historia. Todo está coordinado para beneficiar a los conquistadores, a expensas de los conquistados. Así funciona el “mundo”, tanto el “cosmos” como el “oikoumene” humano.

Este es el sistema, y el poder militar, comercial y político que el diablo ofrecía a Jesús. Este sistema de poder aplastante le cuadra muy bien al enemigo de Dios. Pero no le conviene al Príncipe de Paz, porque su reinado está basado en el amor. ¡Son dos conceptos opuestos, irreconciliables!

Dios no había dado los reinos del imperio romano (“oikoumene”) al diablo. Aquellos reinos incluían Italia, Britania, Galia (Francia, Alemania, etc.), Illyricum (Grecia, etc.), Asia (Galacia, Siria, Palestina, etc.), Egipto y otros. Eran hombres brutales y sin escrúpulos que dominaron aquellos reinos, siguiendo las tácticas salvajes del diablo para obligar a los ciudadanos de esos reinos a doblar la rodilla ante Roma, para enriquecer la economía romana. La obligación forzada es el método del diablo, y el Dios-hombre rehusaría semejante abuso para ganancia personal.

Pero la Palabra de Dios está por encima de lo económico. Es la base para una buena economía, ordena a diferentes sistemas económicos, y juzga a la economía. Cuando se retira el concepto de un Dios que exige un trato justo para todas las personas, y se elimina el principio de la honestidad piadosa, que obliga a una persona a cumplir sus promesas, esa economía está destinada al fracaso.

Mateo 4:9

Y le dice, Esto todo te daré, si cayendo me adoras—La palabra griega por “dice” es aquí “lego”, e indica una declaración razonada y pensada. O sea, esto es lo mejor que el diablo puede pensar y ofrecer, según sus modalidades y su sistema de valores. Se podría decir que fue su “última oferta”. Pero en realidad fue su “última demanda”, porque quiso arrollar a Jesús con su poder, para dominar y controlarlo.

El diablo ofreció un plan para conquistar y dominar, usando sus principios, a través de los medios empleados por el mundo. Pero hay un obstáculo al plan: el Mesías no puede descender hasta el nivel del mundo, sino elevar a los del mundo hacia el reinado de Dios. Y no lo hace por fuerzas externas, al contrario por el poder de corazones y mentes transformados.

Esta tercera prueba tiene dos aspectos: (1) El diablo propuso una “ruta corta” para obtener un imperio, el camino del conquistador que, al estilo de Francisco Pizarro y Hernán Cortéz, quienes en unos cuantos años de engaño, mentiras, crueldad, avaricia y un sin número de muertos redujeron millones a la esclavitud colonial. (2) El precio exigido por el diablo fue una blasfemia. Le era imposible a Jesús, el Hijo de Dios, dar la espalda a su buenísimo Padre al postrarse en tierra ante el horrible rebelde que causó devastación en el cielo y en la tierra. Caer delante del diablo sería un verdadero derrumbe moral que abriría la puerta de par en par para el reino de las tinieblas.

Como notó el estudioso bíblico alemán, Joachim Neander: “La prueba es esta: que el mesías no tenga que hacer crecer su reinado lentamente por etapas, y con los cambios espirituales dentro de los ciudadanos del reinado. Al contrario, el mesías podría establecer inmediatamente su reino como un dominio exterior. Y aunque fuese obligatorio emplear métodos de fuerzas malignas, se podría disculparse al razonar que el fin santifica a los medios”.

Algunos comentaristas opinan que, según el griego, el diablo ordenó que Jesús le adorase una sola vez.

La interrogante es: ¿Aceptará Jesús un convenio, un acomodo con el diablo? ¿O irá Jesús a la cruz para ganar la corona? Un camino usaría la fuerza física y las armas del engaño, el otro camino era ganar los corazones de hombres y mujeres por el sufrimiento y el sacrificio de sí mismo, con el deseo de convencerlos por voluntad propia a ser ciudadanos del reino.

La primera prueba fue sutil, la segunda más directa, y la tercera fue descarada y atrevida. Lo que adoramos será nuestro maestro. En las dos primeras pruebas el diablo malignamente susurró “si”, cuestionando las relaciones, la persona y el plan de Jesús. En la tercera prueba no hay este cuestionamiento, sino una cruda demanda de que Jesús le adorase. El diablo insistió en un acto momentáneo. Pero la consecuencia sería una vida de servidumbre, una entrega al imperio maligno de tinieblas, rebelión y engaño.

El diablo, sabiendo que el camino de la cruz es doloroso, exigió a Jesús que tomara una vía rápida. Para el diablo, el fin siempre justifica los medios. Si Jesús quiso un reino, el antiguo mentiroso le podía ofrecer muchos reinos. Ofrecía que sin labores, sin lágrimas, y sin dolores Jesús obtendría el poder, el esplendor y la riqueza de un emperador. El único requisito: caer de rodillas al estilo oriental, con la cara en el suelo, y adorar al diablo (la palabra griega es “proskuneo”, ver Mt 2:11).

La gramática en la “oferta” del diablo no asegura que él cumplirá su promesa. Son las palabras de un charlatán. El diablo nunca tuvo la idea de soltar su influencia en los reinos del mundo y entregarlos por completo a Jesús. Su trayectoria jamás ha sido así. Su idea fue que Jesús le rindiera culto a él, el mayor adorando al menor, y que él controlaría a Jesús en el dominio mundial.

Si el diablo mentiroso controlara al mundo habría ilimitado egoísmo, confusión, caos, y desorden en todos los niveles y asuntos de la vida. Actualmente, gracias a Dios, “hay algo que detiene” a la maldad (2 Ts 2:6).

Israel, después de entrar en la tierra prometida, dejó repetidamente a Dios para adorar a dioses diabólicos y sufrió horribles consecuencias. Dt 6:10-19 da el contexto de la cita usada por Jesús en Mt 4:10, y presenta las advertencias de Moisés contra dar las espaldas a Dios.

Si un país o cultura, que se formó bajo los principios de Dios en la Biblia, se desvía y da la espalda a sus raíces morales y espirituales, crecerá el egoísmo, la confusión, la desorientación y la decadencia que llevarán ese país o la cultura a la ruina. Es el resultado de dejar a Dios y escoger al diablo.

Muchos en la historia del mundo han caído a los pies del diablo, y hoy lo están haciendo, para obtener poder, riquezas e influencia. Al principio da resultados . . . pero poco a poco se disipa el sabor de la vida y todo se vuelve insípido . . . o en un torbellino repentino se derrumba todo lo prometido. Queda uno solo, frente al diablo que ya es dueño de su vida. Se rindieron a Satanás para satisfacer su ambición, y en el proceso perdieron su alma (Mt 16:26).

La esencia de la prueba para Jesús era: ¿Hay manera de obtener la corona sin sufrir la cruz? La cruz, incluyendo los dolores físicos, y más aún el enorme y sofocante peso espiritual de millones de pecados humanos cuando el Padre se alejaría de Él, le afligía vez tras vez hasta su crucifixión (Mt 16:21-24; Lc 9:28-31; Mt 20:23; Lc 12:50; Mt 21:33-39; 26:12, 36-45, 51-54, etc.).

Los rabinos llamaron al diablo “cosmocrator”, o sea “gobernante [dictador] del mundo”. Los emperadores romanos usaban este título.

En el relato de Lucas (4:6) el diablo se jacta acerca de los reinos y su autoridad: “A mí me ha sido entregada”. ¿Entregada por quién? Dios no le entregó los reinos ni la autoridad sobre ellos al diablo. Han sido los hombres y mujeres, ambiciosos por el poder, quienes han hecho convenios sucios con el diablo para sujetar a otros seres humanos bajo su mando.

Jesús sabía que el diablo estaba mintiendo cuando quiso engañarlo al hablar de los reinos del mundo y su gloria. El diablo tiene algo de influencia (Jn 12:31), pero los reinos del mundo pertenecen a Dios (Job 12:23; Sal 9:7-8; 22:28; 46:6; Is 40:15, 17, 23; Dn 2:37; 4:25, 32; 5:18-19, 21; Ap 20:1-3, 10, etc.). El Padre prometió dar el reinado absoluto a su Hijo (Sal 2:1-12; Dn 2:44; 7:13-14, etc.).

Mateo 4:10

Entonces le dice Jesús—La respuesta de Jesús fue inmediata (griego “tote”). Aquí también la palabra por “dice” es “lego”, o sea que Jesús respondió con palabras bien pensadas y razonadas en aquella lucha espiritual y mental. Es el “presente histórico”; Jesús lo dice, y nosotros seguimos diciéndolo.

Vete, Satanás—Al oír la blasfemia hablada por el diablo, y su insistencia en que Jesús traicionara a su Padre, se encendió un santo furor en el Hijo de Dios. “Vete” es una palabra de autoridad y poder (griego “upago”). En el Antiguo Testamento en griego, la Septuaginta, “upago” fue empleado para decir que Jehová “alejó” o “retiró” las aguas del Mar Muerto (Ex 14:21).

“Upago” es usado 19 veces en Mateo: 15 son órdenes dadas por el Señor Jesucristo a varias personas o dicho en sus parábolas (5:24, 41; 8:4, 13; 9:6; 13:44; 18:15; 19:21; 20:4, 7, 14; 21:28; 26:18, 24; 28:10); tres son decretos del Señor Jesús a Satanás, a sus demonios o a un adversario (4:10; 8:32; 16:23). La otra fue dicha por Poncio Pilato (27:65).

En la boca de Jesús esta palabra tiene enorme peso porque, siendo la autoridad que Él es sobre espíritus y humanos, anticipa que la persona obedecerá. Jesús no dio tregua, ni procuró razonar, ni dio lugar a Satanás. La forma del verbo quiere decir, “¡Vete, y siga corriendo!”

En los primeros versículos de esta historia Mateo habló del diablo; pero aquí, citando seguramente las palabras exactas de Jesús, lo nombra “Satanás”.

El Mesías contestó a Satanás con autoridad legítima, directa y terrible. Fueron palabras del santo unigénito Hijo de Dios, Creador del cielo y la tierra (Jn 1:3; Col 1:16), el Sempiterno que reina desde la eternidad pasada y en la eternidad futura. Conociendo esa voz potente, el impostor tuvo temor. Jesús, la encarnación del Dios Hijo, estaba hambriento y sediento, agotado por los 40 días y noches de ayuno, debilitado físicamente; pero Jesús era dominante en lo que tiene valor supremo—su relación con el Dios Padre del universo.

Está escrito—Es la misma palabra griega de Mt 4:4, “se escribió y sigue en vigencia”.

Porque al Señor el Dios de ti adorarás y a él sólo servirás—Jesús conocía a su Padre, por esto pudo hablar con certeza de Él como su Dios. Repitió a Satanás los conceptos de Dt 6:13 y 10:20 en la versión Septuaginta: “Sírvele solamente a él [Jehová tu Dios] . . . Aférrate a él y jura sólo por su nombre”. Jehová es el nombre que Dios dio a Moisés en el proceso de librar a Israel y establecer su pacto con la nación (Ex 3:11-17). Jesús, como el israelita obediente, era fiel a su Dios, aun en pruebas horribles como estas.

“Adorarás” es “proskuneo”, el postrarse ante Dios, que es la expresión usada en muchos textos bíblicos por reverencia ante el Ser Supremo.

“Servirás” indica la obra que un siervo cumple por su maestro, aquel que es su superior y le provee todo lo necesario. Hay que notar que los dos verbos (adorarás y servirás) están en el imperativo futuro; es decir, son órdenes ahora y para siempre. En cierta manera Jesús dijo, “Esto tengo que hacer”, y volviendo hacia ti y mí nos declara, “Esto tú también tienes que hacer”.

“Sólo” es claro. No puede haber competencia en nuestra mente y corazón entre Dios y otra cosa. Algunos han querido servir a Dios y al mamón (el dinero; Mt 6:24).

Desafortunadamente, algunos pastores y predicadores han caído en esta trampa (1 Ti 3:3, 8; 6:9-10).

La tercera demanda del diablo era tan imposible como las primeras dos. ¿Por qué quisiera Jesús gobernar por los demonios de Satanás cuando poderosas e innumerables huestes angelicales del cielo esperaban sus órdenes?

¡Era imposible que el Mesías se postrara, humillado, delante de Satanás! (1) El Hijo de Dios es el Creador (Heb 1:2); Satanás fue creado, y como criatura no ha podido crear nada; sólo ataca y siembra caos en lo que el Hijo de Dios formó de la nada. (2) El Hijo de Dios es sublime, muy encima de todo otro poder, dondequiera que esté y quienesquiera sea, y todos se arrodillarán ante Él (Fil 2:9-11). (3) El Hijo de Dios conquistará a Satanás y a todos los que le siguen, y al fin Satanás será arrojado en el lago de fuego y azufre (Ap 19:11-16; 20:10).

Era muy correcto que en pocos meses Jesús enseñara a sus discípulos las palabras del Padre Nuestro: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mt 6:10). En el desierto Jesús tomó esta actitud, y toda decisión suya de obediencia fluía de aquel momento.

Entre los 12 discípulos estuvo Simón el cananista (Mt 10:4), también conocido como “Simón llamado Zelote” (Lc 6:15). Los zelotes eran seguidores de Judas de Galilea, que en 6 d.C., cuando Jesús tenía como 11 años, proclamó que la nación de Israel era una república, con Dios como rey, y sus leyes eran supremas. La revuelta contra el dominio romano se extendió con muchos guerrilleros revolucionarios que procuraban traer el reino de Dios con armas y política. Judas fue muerto y sus seguidores diseminados (Hch 5:37). Algunos de los seguidores llegaron a ser los temibles sicarios.

Jesús nunca apoyó las ideas zelotes, y es probable que relatara la historia de la tercera prueba a sus discípulos para advertirles a resistir la tentación de establecer el reinado de Dios por medio de conceptos militares o políticos.

Cuando el comunismo estaba cayendo en la Unión Soviética, periodistas del Partido dialogaron, angustiados, con un cristiano foráneo que les visitaba. Decían que el cristianismo y el comunismo comparten varios objetivos: igualdad, justicia, armonía racial, etc. A la vez, se quejaban de que el programa rígido del marxismo fracasó en alcanzar esos objetivos. Dijeron: “No sabemos cómo motivar a la gente a mostrar compasión. ¿Cómo puede uno reformar y motivar a la gente a compartir con otros y ser bondadosos?” Siete décadas de educación forzada, legislación, control gubernamental y sentencias de millones a las prisiones, todo eso no logró cambiar a la gente.

Con mucha razón Jesús rehusó el camino dictatorial para establecer su reinado. Él tomó el camino lento y sacrificado de vivir, sacrificarse, mostrar y predicar amor a Dios y al prójimo.

Mateo 4:11

Entonces déjalo el diablo—Otra vez vemos la palabra “tote” en el texto griego, que significa “inmediatamente”. El diablo se atrevió a batallar con el Mesías, el Ungido de Dios, en la serie de pruebas. Y tuvo que reconocer que Jesús es mucho más que él: ¡Es el Señor!

El verbo es “presente histórico”: el diablo fue conquistador de nuestros primeros padres y malvado dictador de la raza humana. Pero ahora, Satanás es conquistado por Cristo en estas pruebas. Además, Jesucristo triunfó sobre el maligno en la cruz, y el diablo es constantemente conquistado por la gracia de Cristo en sus seguidores (Mt 28:20; Ro 16:20; Ap 2:13, 17; 7:9-17).

En la primera prueba Jesús rechazó la idea de que fuese un “mesías económico”, proveyendo en forma milagrosa comida, bienes y salud para los pueblos del mundo.

En la segunda prueba, Jesús rehusó ser un “mesías sensacional”, creando espectáculos para entretener a las multitudes. Jesús no es una curiosidad.

En la tercera prueba, Jesús repulsó la idea de un “mesías político-económico-militar” para imponerse sobre los pueblos del mundo. El camino de Jesús es espiritual, y exige cargar la cruz.

Jesús no fue probado menos que otros, sino fue probado/tentado más que cualquier otro humano. Con nosotros el gran adversario no tiene que usar todo su poder; es que caímos fácilmente con poca fuerza diabólica. Pero con Jesús, Satanás hizo todo lo que pudo. Contra Jesús venía una violencia y una potencia arrasadora, sin igual en la historia del mundo, y ¡Jesús emergió Vencedor!

Mateo dice que el diablo se fue de Jesús, y el griego indica “se alejó por no querer estar más con Él”. Lc 4:13 dice en el griego “se marchó de él hasta el tiempo oportuno”.

Jesús habrá contado a su medio-hermano Santiago acerca de la lucha con Satanás en el desierto, porque él resumió para nosotros la actitud correcta frente al maligno: “Resistan al diablo, y él huirá de ustedes” (Stg 4:7, NVI).

A pesar de que Jesús ganó definitivamente la confrontación en el desierto, el diablo seguía sus pisadas con otras pruebas similares a esas: (1) Jesús luchó con su cometido y explicó a sus discípulos, “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Jn 4:34), cuando le trajeron pan del pueblo samaritano. (2) La gente constantemente quería ver señales milagrosas, porque ansiaban ver lo espectacular (Mt 16:3-4; Jn 6:25-31). (3) El adversario, por medio de Pedro, quiso desviar al Salvador del camino a la cruz (Mt 16:21-23). (4) Jesús lo habrá sentido cuando Satanás entró en Judas Iscariote, para inducirle a cometer el acto de traición (Lc 22:3). (5) Jesús sabía que Satanás había pedido zarandear a sus discípulos (Lc 22:31). (6) En la agonía de Getsemaní, los susurros y demandas de su principal adversario habrán resonado en el quebrantado espíritu de Jesús cuando oraba pidiendo que fuera librado de tomar esta copa (Mt 26:36-44; Lc 22:39-46). ¡Pero en todo venció a su enemigo!

Después de vencer al diablo, los demonios temían aún más a Jesús (Mt 12:28-29), y Él los expulsaba con solamente una o dos palabras (Mt 8:16, 28-33; 17:14-18, etc.).

Hay personas que no se convencen de Cristo, y piden algo milagroso, una señal antes de creer. Satanás pidió a Jesús que obrara milagros en el desierto, pero allí no los hizo. En los próximos tres años Jesús obraría muchos milagros, pero ni Satanás ni los demonios creyeron en Él.

¡Mira!, ángeles se acercaron y le sirvieron—El “mira” en Mateo indica que algo inesperado, algo importante, va a suceder, y así aconteció.

“Vinieron ángeles” fue un acto inmediato, según el texto griego. Apenas desapareció el adversario cuando las huestes de Dios, que estaban mirando desde cerca, se apresuraron para socorrer al Mesías en su debilitada humanidad. La ayuda angelical que Jesús rehusó cuando el diablo hablaba en tono de burla de ella, llegó a su Señor.

“Le servían” es una forma de la palabra “diakonía”, que se usa cuando la comida es servida (ver Hch 6:2). El ayuno, que Jesús guardaba en obediencia a su Padre, fue levantado en el tiempo propicio por los mensajeros celestiales enviados del Padre. El griego es: “inmediatamente llegaron ángeles y continuaban sirviéndole (por cuanto tiempo fuera necesario)”. La lección: ¡Es mejor siempre esperar en Dios para lograr lo bueno!

La comida de los ángeles era mucho mejor que piedras convertidas en panes. Esta historia refleja similitudes con Moisés, cuando anunció que los israelitas comerían “pan del cielo” (el maná; ver Ex 16:4, 31; Sal 78:24-25), y Elías, cuando un ángel le dio de comer y beber en el desierto (1 R 19:5-8).

Aquel que no quiso cambiar piedras en pan ahora recibió comida del cielo. El que no tentaría a Dios para enviar ángeles a recogerle en un salto presuntuoso fue ahora servido por aquellos mensajeros enviados desde el Trono de Dios. Y el que rechazó rotundamente la traición de buscar un reino en alianza con el enemigo estaba ahora preparado para anunciar a los pobres y desposeídos: “¡El reino de los cielos ha acercado!” (Mt 4:17).

El hecho de que Jesús sintió hambre, que perdió fuerzas físicas allí en el desierto, y que requería la comida provista por los ángeles, son pruebas fuertes que demuestran la verdadera humanidad del Mesías. “Era un hombre”, declaró Isaías cuando lo vio en la profecía (Is 53:3, DHH), como los demás humanos, con nuestras flaquezas y dependencia de la comida, el agua, y otros materiales. Existía como nosotros, uno semejante a todos los humanos, menos el pecado (Heb 4:15). Siempre, al mirar a Jesús encarnado, tenemos que mantener tanto su auténtica humanidad como su auténtica divinidad.

El Mesías, fortalecido por sus oraciones y reflexiones en el desierto, conociendo en carne propia las estrategias que el diablo emplea, y con el poder que el cielo le da, con pasos largos se dirigió al lugar donde comenzaría a construir su reino, entre personas de todas las etnias y todos los niveles socio-económicos.

Las pruebas en el desierto concretaron en la mente del Mesías tres módulos que no usaría en su ministerio: (1) No emplearía sus poderes sobrenaturales para beneficio propio; (2) No desplegaría espectáculos sensacionales ante los humanos, sino sólo los que darían base a sus enseñanzas; (3) No construiría un reinado conforme a las falsas ideas de gloria y magnificencia terrenal (ver Jn 18:36).

Escribió el emperador francés Napoleón Bonaparte: “Conozco a los hombres, y te digo que Jesucristo no es un mero hombre. Entre Él y cualquier otro en el mundo no existe ningún término de comparación. Alejandro, César, Carlomagno y yo hemos fundado imperios. ¿Pero sobre qué base pusimos las creaciones de nuestro genio? Sobre la fuerza. Jesucristo fundó su imperio sobre el amor, y en esta misma hora millones de hombres morirían por Él”.

NOTA IMPORTANTE: No hay nada en los relatos del ayuno prolongado de Jesús que recomienda a sus seguidores hacer lo mismo. No leemos que ningún discípulo o apóstol de Cristo se privara de comida tantos días. El ayuno largo es muy peligroso, y con una breve búsqueda en el internet se hallan informes de personas que murieron en menos de 40 días sin alimentos. Dado que el ayuno largo nunca se recomienda en la Biblia, concluimos que entrar en él es semejante a la segunda tentación: crear una crisis artificial para ver si Dios lo sostenga, y para que otras personas lo aclamen a uno. Pocos estudios científicos se han hecho del ayuno largo, precisamente porque los científicos no quieren llevar a cabo un estudio tan peligroso para el paciente.

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