Comentario sobre Mateo 4:12-25

Este capítulo de Mateo comenzó con Jesús sólo en el desierto, enfrentando al diablo, y concluye con una explosión de interés popular entre muchedumbres de una extensa región.

Mateo no indicó ningún evento entre los versículos 11 y 12 de este capítulo. Sin embargo, los que han estudiado a fondo pasajes en los cuatro Evangelios concluyen que este lapso cubre como un año, y en él caben varios relatos recordados por Juan y Lucas. La cronología que sigue fue adaptada de los estudios del Dr. A. T. Robertson, y ofrece fechas aproximadas:

  • Año 26 d.C.; El bautismo de Jesús (Mt 3:13-17).
  • Año 26 d.C.; Las pruebas de Jesús en el desierto (Mt 4:1-11).
  • El testimonio de Juan el Bautista ante líderes enviados desde Jerusalén (Jn 1:19-28).
  • Juan identificó a Jesús como el Salvador (Jn 1:29-34).
  • Discípulos de Juan (Andrés y Simón, con Felipe y Natanael; posiblemente Juan, hijo de Zebedeo, estaba allí) se encontraron con Jesús; Jesús dio a Simón el apodo “Pedro” (Jn 1:35-51).
  • Jesús y los discípulos fueron a las bodas en Caná, cerca de Nazaret (Jn 2:1-11).
  • Visita breve de Jesús y sus discípulos, con su familia, a Capernaum (Jn 2:12).
  • Año 27 d.C.; Jesús fue a Jerusalén y limpió el Templo por primera vez (Jn 2:13-22).
  • Algunos de Jerusalén creían en Jesús por las señales que hacía; Nicodemo buscó a Jesús (Jn 2:23-3:21).
  • Jesús y Juan en ministerios paralelos (Jn 3:22-36).
  • Herodes Antipas, el Tetrarca, hijo de Herodes el Grande, encarceló a Juan (Lc 3:19-20).
  • El encarcelamiento de Juan y tensiones religiosas obligaron a Jesús a salir de Jerusalén hacia Galilea (Jn 4:1-3).
  • Jesús decidió pasar por Samaria, la entrevista con la samaritana, la fe de los samaritanos (Jn 4:4-42).
  • Jesús pasó por Nazaret, fue rechazado (Mt 4:12-13; Lc 4:16-30).
  • En Caná, Jesús sanó al hijo del oficial de Capernaum (Jn 4:43-54).
  • Septiembre-octubre de 27 d.C.; Jesús estableció su base en Capernaum (Jn 4:43-45; Mt 4:13).
  • Setiembre-octubre de 27 d.C.; Jesús comenzó su ministerio en Galilea, con cortas visitas a otros lugares, que duraría 18 meses o más (Mt 4:17 en adelante).

Los autores humanos de los cuatro Evangelios no propusieron cubrir toda la vida y el ministerio completo del Señor Jesús. Juan declaró abiertamente que Jesús hizo muchas más cosas de las que él podría escribir (Jn 21:25).
Cada uno de los cuatro autores humanos escribía con diferentes propósitos, y parece que su material no siempre sigue un órden cronológico. Lo mismo sucede en varias crónicas de la Biblia hebrea, el Antiguo Testamento. La historia es verídica, organizada conforme al énfasis del escritor. Lo mismo acontece hoy cuando contamos algo que pasó, y guardamos el hecho más importante hasta el final, aunque esté fuera del orden sucesivo. Muchos chistes son contados así. Este tipo de relato se denomina “narración discronologizada”.

Mateo arregló su material como un puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, para presentar el Mesías a judíos y gentiles. Marcos abrevió las historias como Pedro las recordaba, para ser leídas en poco tiempo. Lucas presentó en forma razonable lo que había oído de otros, con el estilo detallado de un médico. Juan mostró el corazón de Dios en las palabras y las señales de Jesús. Cada Evangelio tiene sus particularidades, que entre sí se combinan para revelar el Salvador del mundo.

El ministerio de Jesús seguía al de Juan el Bautista, aunque por un corto tiempo fueron contemporáneos en sus actividades (Jn 3:22-4:3). Pero sus ministerios eran muy diferentes. Juan fue el último profeta del antiguo pacto; Jesús estableció el nuevo pacto, el reino de los cielos (Mt 11:11-13; Lc 16:16). Juan pereció después de un encarcelamiento de semanas o meses; Jesús murió sin sufrir la prisión.

Comentó un obispo de la antigüedad acerca del Bautista, “Sin duda, el encarcelamiento de Juan fue permitido por Dios, porque nadie puede tocar a un creyente a menos que Dios lo permita… Dios ‘escudo es a todos los que en él esperan’ (Sal 18:30). Si Dios conoce la situación de los pajarillos, ¿cuánto más nos cuidará a nosotros?” (Escrito por un obispo desconocido, 420 d.C.)

En los primeros capítulos de Mateo se ven diferentes personajes importantes en la historia del Mesías: los antepasados, José, María, los magos, el rey Herodes, y Juan el Bautista. Pero desde su bautismo, su victoria sobre Satanás, el regreso a Galilea, y especialmente desde ahora cuando principia su ministerio, Jesús ilumina este Evangelio. ¡El Evangelio según Mateo es el Evangelio de Jesús!

Mateo 4:12

Hay aquí una pequeña palabra griega, “de”, que no es traducida. Pero señala que hay una transición importante en la historia, y es el encarcelamiento de Juan el Bautista. Este hecho impulsó a Jesús hacia un nivel más activo y crucial en su ministerio.

En realidad, las predicaciones de Juan daban precisamente en el blanco, y todo estaba preparado para el Mesías. El heraldo, Juan, entregó fielmente lo que se le había encargado, y ahora el Rey podrá explicar en forma más completa lo que es el reino de los cielos.

Oyendo sin embargo Jesús—En sus pocos meses de ministerio, Juan atrajo tanta atención en Israel que fue muy notorio su encarcelamiento por Herodes Antipas. Mateo explicó brevemente en 14:1-5 la acusación que Juan levantó contra Herodes por su matrimonio con la esposa de su hermano Felipe. La noticia habrá corrido rápidamente por toda la nación, y Jesús lo oyó también. Lo tomó por una señal que debía pasar a una nueva etapa en su ministerio.

Que Juan fue entregado—La traducción literal de la palabra griega paradidomi es “dado de mano en mano”, e implica que fue un acto de traición. Entendemos que Herodes Antipas dio la orden para la captura y el encarcelamiento de Juan (Mt 14:3-4). Pero sin la participación de otros, incluyendo consejeros, oficiales y soldados, y quizás algunos judíos politizados, Herodes no podría haberlo hecho. Esta palabra, usada también acerca de la entrega de Jesús (ver Mt 4:12; 26:2, 15; 27:2, etc.), indica que hay varios culpables en semejantes actos de supresión o traición, incluyendo a veces a representantes de la religión, personas del gobierno y del público. El simple hecho de haber recibido una orden no nos libra de la complicidad en un evento dañino.

Se retiró —El regreso de Jesús a Galilea fue el resultado de la creciente antipatía de los líderes religiosos en Jerusalén, no por una amenaza de Herodes Antipas, aquel que meses después mataría a Juan en su fortaleza de Maqueronte (al este del Mar Muerto).

Cuando limpió el Templo la primera vez (Jn 2:13-22), Jesús enfurecía a las familias sacerdotales, porque ellas recibían grandes ganancias ilícitas del cambio de las monedas, y de la venta de animales que declaraban aptos para los sacrificios. Jesús aborrece las barreras humanas que dificultan el acceso a Dios, y las prácticas religiosas que enriquecen a unos mientras empobrecen a otros. Hoy, los que proclaman el evangelio de la prosperidad hacen lo mismo, y así siguen en las huellas pecaminosas de aquellos sacerdotes manchados con la pasión por el dinero.

Jesús sabía que su muerte sucedería en Jerusalén (Mt 16:21; 20:17-19), motivada por la envidia (Mt 27:18; Mr 15:10), y con las artimañas políticas de los máximos líderes judíos (Jn 11:47-53). Por esto, y en forma estratégica, nuestro Salvador no quiso aumentar antes de tiempo el aborrecimiento y las intrigas de los líderes religiosos en Jerusalén. Era mejor retirarse por un tiempo a Galilea, a pesar de que la ciudad oficial de Herodes Antipas fue Tiberias, a sólo 13 kilómetros de Capernaum.

En otra ocasión, Jesús se retiraba cuando los fariseos y herodianos, que eran enemigos entre sí, tomaron consejo juntos para destruirlo (Mr 3:6-7). En varias ocasiones se retiraba (anaxoreo en griego) para evitar un aumento inmediato de las tensiones (la misma palabra griega se usa en estos textos: Mt 2:12, 13, 14, 22; 4:12; 12:15; 14:13; 15:21).

La hostilidad en Jerusalén fue la presión permitida por Dios para que Jesús se trasladara a Galilea, a fin de iniciar un ministerio más fructífero allá. Las presiones hacen lo mismo a veces en nuestras vidas: nos conducen a ministerios más fructíferos, o nos salvaguardan de peligros.

Jesús, entonces, con sabiduría y valor, se dirigió hacia el norte, a la zona que era gobernada por Herodes Antipas. Jesús hizo que reyes temblasen (Mt 2:3; 14:1-2), pero el Mesías no tuvo temor de ningún hombre.

Conviene reflexionar sobre los escritos de dos padres de la iglesia, que vivían más cerca de estos eventos. Juan Crisóstomo, que murió en 407 d.C., en el exilio donde sufría del frío y marchas forzadas, escribió: “No temamos reproches al retirarnos de un peligro. Pero debemos pararnos con nobleza cuando involuntariamente caemos en peligro. Así que, para enseñarnos, y para calmar la ira de los líderes judíos, Jesús se retiró a Capernaum, y al hacerlo cumplió la profecía de Isaías”. Cirilo de Alejandría (murió en 444 d.C.), escribió: “Se retiró de Judea a Galilea. No fue por temor que lo hizo. Al retirarse, nos enseñó a escaparnos de los que nos persiguen”.

Al retirarse, escribió Juan el apóstol, “Le era preciso a Él atravesar Samaria” (traducción literal de Jn 4:4). Pero el camino normal usado por los judíos entre Judea y Galilea pasaba por Perea, en el lado este del río Jordán. ¿Por qué le era necesario a Jesús pasar por Samaria? Hay tres buenas razones: (1) Para evitar más conflictos con líderes de Jerusalén, lo cual podría suceder en el camino de Perea que era transitado por los judíos. (2) Para mostrar que Él vino para salvar no sólo a judíos, sino también a los aborrecidos samaritanos y a personas de todo el mundo (Jn 4:42). (3) Para declarar que vino a rescatar a personas sin importar su género o condición de pecado, como la samaritana, y utilizarlas para anunciar su reino (Jn 4:17-18, 28-30, 39-42). Jesús permaneció varios días en Samaria.

A la Galilea—Para Mateo, oriundo de esta provincia, ¡el ministerio del Salvador del mundo comenzó aquí!

Josefo, el historiador judío, gobernaba a Galilea por dos años (66-67 d.C.). Escribió

Que en esta provincia, que mide como 80 por 40 km, existían 240 (algunos dicen 204) ciudades y pueblos, y el más pequeño tenía 15.000 habitantes. Esto daría una población provincial mayor de 3.500.000 personas. Varios estudiosos consideran este número muy elevado, así que ellos opinan que había algo como 1.000.000 de personas en Galilea, incluyendo judíos y gentiles. En preparación para una guerra con los romanos, Josefo fortificó a 15 ciudades.

Lo cierto es que Galilea era la zona más poblada en todo el Medio Oriente, y fue una importante estrategia que Jesús comenzara su misión entre una población tan grande. Considerando que todo el imperio romano tenía 45 millones de personas, Galilea tuvo una población sustancial en ese tiempo.

Más del 90 por ciento de los que vivían en el imperio romano eran esclavos, o ciudadanos de naciones conquistadas, que fueron obligados a pagar impuestos para cubrir los gastos de la lujuria y la maquinaria de opresión romana. Los galileos aborrecían la opresión, fuese de Asiria, de Grecia, de Partia o de Roma, y con su temperamento explosivo, participaban en muchas acciones revoltosas.

Galilea es una zona muy propicia para la agricultura. Había un dicho, “Es más fácil criar mil árboles de olivo en Galilea que un solo niño en Judea”. Josefo escribía mucho sobre la producción agrícola de la región, de cereales, verduras, árboles frutales, vacas y leche, ovejas, etc. Dijo, “En Galilea hay uvas e higos 10 meses del año, y otras frutas durante todo el año”. Las enseñanzas de Jesús, que comparaban temas espirituales con la agricultura, fueron muy entendibles en Galilea.

En 66 a.C., el gran orador, Cicerón, dio ante el Senado romano un discurso poderoso que señalaba la importancia agrícola y comercial de Asia (el medio oriente, que incluía a Palestina). Entre otros puntos, exclamó, “Asia es tan rica y productiva que la fertilidad de sus tierras, la variedad de sus frutos, la amplitud de sus prados pastorales, y la multitud de sus productos exportables sobrepasa notablemente lo de otros países”.

De todas las regiones de Palestina, Galilea era la más abierta a nuevas ideas. Hay varias razones para esto:

  1. Desde la conquista bajo Josué, cuando las tribus de Aser, Dan, Neftalí y Zabulón no expulsaron por completo a los cananeos (Jos 13:1, 5-6; Jue 1:30-34), Galilea tuvo una mezcla de razas y religiones. Esto fue acentuado por las invasiones extranjeras de los sirios (950 a.C.), asirios (732 a.C.), egipcios (609 a.C.), griegos (332 a.C.), partos (40 a.C.), y romanos aliados con Herodes el Grande (38 a.C.). Varias de estas invasiones también afectaron a Judea, pero allí hubo mayor atención a las Escrituras y la gente volvía a las prácticas del judaísmo. En 142 a.C., Galilea fue reconquistado por fuerzas judías dirigidas por los macabeos, quienes obligaron a los hombres de Galilea a circuncidarse, les gustara o no. Este proselitismo forzado ocurrió entre 135-104 a.C. Los circuncidados por fuerza llegaron a ser “judíos” en la carne, pero vacilaban en el corazón.
  2. Galilea estaba rodeada por naciones paganas, y constantemente tenía contacto con ideas e influencias no judías.
  3. Grandes, antiguas y muy transitadas rutas del mundo cruzaban Galilea. La Vía del Mar conectaba a Damasco con Alejandría (desde Damasco salían caravanas hacia la China, y desde Alejandría salían caravanas hacia muchas naciones africanas, y barcos para Europa). También, el Camino del Este fue una ruta importante entre Roma, Arabia, Partia, y la lejana India. Cerca de Meguido (al sur de Galilea), hay un cruce de carreteras que conducen a las cuatro direcciones de la brújula.

En las ciudades de Galilea predominaba el idioma griego, las costumbres paganas, y todo tipo de influencias no judías. El griego, más que el latín, fue el principal idioma usado en mucho del imperio romano y en grandes extensiones del imperio parto. En las zonas más rurales de Galilea se hablaba el arameo, que era conocido también en las ciudades. En las sinagogas se leían las Escrituras y se rezaban algunas oraciones en hebreo, seguido con traducciones y explicaciones en arameo.

Jesús habrá hablado los tres idiomas, y posiblemente el latín también. Los discípulos de Capernaum, Pedro, Andrés, Juan, Jacobo y Mateo, hablaban arameo, entendían el hebreo, y tenían que hablar y leer el griego, lo cual los preparó para viajar, escribir y predicar en cualquier punto del imperio romano.

Los arrogantes religiosos de Jerusalén se burlaban del marcado acento galileo (Mt 26:73). A los galileos se podrían aplicar las palabras escritas acerca de los que fueron traídos de otras naciones a Samaria, “Temían a Jehová y honraban a sus dioses” (2 R 17:33). Sin embargo, al desarrollar su ministerio galileo, Jesús estaba demostrando los ideales divinos: el Alto y Sublime desea hacer vivir el espíritu de los humildes, y vivificar el corazón de los quebrantados (Is 57:15).

Mateo 4:13

Y dejando Nazaret—Lc 4:16-30 recuerda el rechazo del pueblo de Nazaret a Jesús porque su visión incluía a los despreciados gentiles. Como consecuencia de esa hostilidad, Jesús volvió sólo una vez más a la ciudad de su juventud, para ofrecer el reino de los cielos y la salvación. Y cuando visitó por última vez a Nazaret, “No hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos” (Mt 13:58). ¡Qué enorme error de Nazaret!

Al abandonar Nazaret, Jesús (1) salió de su casa para nunca más vivir en ella; (2) hizo la separación definitiva entre lo viejo y lo nuevo; y (3) entró con vigor en su ministerio; no se paralizó en la indecisión.

La palabra griega katalipion puede traducirse por “dejar atrás, dejar sin ayuda, renunciar, abandonar”. Aparece cuatro veces en Mateo: 4:13; 16:4; 19:5; 21:17. Comentó Mateo Henry acerca de esta palabra y las situaciones, “Es apropiado que Dios quite el Evangelio y los medios de su gracia de aquellos que lo menosprecian. Cristo quedará poco tiempo donde no es bien recibido”.

Viniendo, habitó en Capernaum—El viaje a pie de Nazaret a Capernaum, 65 km, le habrá tomado a Jesús dos o tres días. El camino subía de Nazaret hacia Caná, bajaba de los cerros para cruzar una planicie de varios kilómetros, pasaba al este de los altos cerros que después fueron nombrados “los cuernos de Hatín” (donde 1.160 años después fuerzas musulmanes aplastarían a un ejército cruzado europeo), bajaba aún más por el “Valle de las Palomas” del Monte Arbela, tocaba a Magdala (pueblo de la Magdalena) a la orilla del Mar de Galilea, y en unos kilómetros más llegaba a Capernaum. Por toda la ruta Jesús andaba en caminos de piedra, construidos por el ejército romano para el movimiento rápido de las tropas. Además, parte del viaje fue en la Vía del Mar, el camino antiquísimo usado por los patriarcas. En aquella caminata, Jesús prefiguró el avance de su ministerio: dejó el pueblo tranquilo y aislado de Nazaret, y entró en el mundo del agitado movimiento internacional de Capernaum.

Por Capernaum pasaban caravanas comerciales con cientos de camellos hacia países muy distantes, los actuales Iraq, Irán, Afganistán, Turquía, Pakistán, el norte de la India, la China, Egipto, Arabia, Etiopía, Grecia, Roma y toda Europa. Además, desde Capernaum Jesús podía viajar en bote a los muchos pueblos y ciudades en las costas del Mar de Galilea. Una ciudad de ese mar que es notoria, porque parece que Jesús nunca la visitó, es Tiberias, la capital oficial de Herodes Antipas.

Capernaum no está mencionado en la Biblia hebrea. Su nombre indica “pueblo de Nahum”, pero no sabemos quién sería ese Nahum. La palabra también puede traducirse por “aldea de compasión”. Había poblaciones en la zona por siglos, pero la ciudad con su nombre fue fundada entre 140-116 a.C., durante el tiempo de los macabeos, quienes echaron fuera a los gobernadores griegos. En el tiempo de Jesús, los romanos mantenían en la ciudad una guarnición de 100 soldados y sus oficiales. Hubo una importante oficina de impuestos, para cobrar el peaje y los impuestos de los comerciantes y los viajeros en la Vía del Mar, y los aranceles de la pesca en el Mar de Galilea. Gozaba de una sinagoga de piedra labrada en el centro de la ciudad.

Las ruinas de Capernaum son de piedras volcánicas negras (basalto), traídas desde la costa sureste del mar, lo cual indica que algunos de los pobladores tuvieron suficientes recursos para levantar casas de buenos y costosos materiales. Arqueólogos calculan que la población era de 1.500 personas, aunque han excavado sólo parte de la ciudad. La mayoría de las casas en aquel tiempo fueron construidas por gente pobre, usando por materiales la tierra y ramas de árboles que desaparecen durante los siglos. Así que la población pudo haber sido mayor que los 1.500.

Según el griego, “en Capernaum” indica el movimiento de Jesús hacia la ciudad, con el resultado que habitó en ella. Quiere decir que, en el plan estratégico de Jesús, su ministerio no sería en un rincón, sino entre las calles, la turba, el bullicio y el tráfico del mundo. Quiso ministrar a grandes cantidades de personas, y que su mensaje penetrara a todas las naciones del orbe. Por eso, se movía hacia la ciudad. Allí Jesús estableció lo que llamaríamos su cuartel general, y desde allí saldría en campañas para extender el reino de los cielos. Galilea era un invernadero maravilloso para la semilla del Evangelio. No hubo otro lugar en Palestina donde Jesús pudiera obtener una recepción más entusiasta y de mayor influencia entre judíos y extranjeros.

Jesús dijo que no tenía dónde recostar su cabeza (Mt 8:20). Es dudoso que Jesús consiguiera casa propia en Capernaum. Es más probable que se estableció por unos meses en la casa de Pedro (que según la arqueología era grande para ese tiempo) o en la casa de otra persona. Todos los discípulos de Capernaum, Pedro, Andrés, Juan, Jacobo y Mateo, eran personas que por sus negocios tenían capacidad económica, y hubiesen recibido a Jesús con mucho gozo.

Al lado del mar—Capernaum está en la orilla norte del Mar de Galilea (llamado “lago de Genesaret” por Lucas, Lc 5:1), con aguas dulces, que mide 22.5 km de largo por 11 km de ancho. Está rodeado de cerros altos, lo cual le da características muy pintorescas, pero de esos cerros bajan vientos fuertes que precitadamente levantan olas tempestuosas.

En la región de Zabulón y de Neftalí—Las regiones asignadas por Josué a las tribus de Zabulón y de Neftalí (Jos 19:10-16, 32-39) corresponden a la Galilea en el tiempo de Jesús. Los israelitas contemporáneos de Josué enfrentaron ciudades y naciones fuertes, y no lograron poseer todo su territorio. Pero respondieron al llamado de Débora y de Barac, para pelear con valor y éxito contra el ejército de Hazor, en el Monte Tabor (Jue 4-5), y después con Gedeón contra los madianitas (Jue 6:34-35; 7:23).

Mateo 4:14

Para que se cumpliese—Mateo repite la frase 14 veces en este Evangelio, para señalar a sus lectores que las antiguas profecías estaban cumpliéndose en Jesús (ejemplos son: Mt 1:22; 2:15, 17, 23, etc.). En este caso, Mateo está respondiendo al desdén de los de Judea, porque no podían aceptar que el Mesías viniera de una región tan vil como consideraron a la Galilea. Pero si Isaías lo profetizó de antemano, estarían obligados a aceptarlo, y por esto la profecía fue mencionada aquí. Isaías es el libro de la Biblia hebrea más citado por Mateo.

Mateo 4:15

A diferencia de muchas de sus citas del Antiguo Testamento, aquí Mateo no usó la traducción Septuaginta, sino que hizo su propia traducción directa del texto hebreo original. La Septuaginta cambió mucho el significado del hebreo original en este pasaje.

Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí—Aunque abandonada por siglos, Dios no había olvidado esta región; cumpliría sus promesas. Esta cita de Is 9:1-2 declara que el “Dios fuerte” de Is 9:6, nacido como un niño, librará a los judíos y gentiles de las tinieblas y la esclavitud para darles luz, alegría y paz, y desde esta zona se extenderá su imperio (Is 9:3-7). ¡Había esperanza para los abatidos!

Camino del mar—Esta ruta, también nombrada la Vía del Mar, pasaba por Capernaum, e iba desde Damasco hasta Alejandría, Egipto, con el tramo más largo en la costa del Mar Mediterráneo. Fue la vía de mayor importancia y comercio en el Medio Oriente por miles de años, desde antes de Abraham hasta hoy. Las carreteras modernas de Israel siguen la misma ruta en la costa mediterránea. Otro nombre fue “la gran carretera troncal”, por las muchas rutas que salían de ella.

Al otro lado del Jordán—La cita (Is 9:1-2) se entiende desde la perspectiva geográfica de un ejército que viene desde el este hacia el oeste (cruzando los Altos del Golán). Fue el rumbo que tomaron los asirios cuando invadieron a esta región cerca de 720 a.C. Describe la tierra ubicada en “aquel lado del Jordán”, es decir, vista desde los cerros del este, se contempla en el oeste las costas del Mar de Galilea y del Jordán. Nuestro Dios, sentado en los cielos, puede ver nuestras situaciones desde varios ángulos. Por esto, ¡la vista de los jerarcas religiosos desde Jerusalén, en Judea, no es siempre la correcta!

Había un refrán algo así, “Los caminos de Galilea conducen al mundo entero, pero los caminos de Judea no conducen a ninguna otra parte”.

Galilea de los gentiles—Galilea estaba rodeada por extranjeros idólatras que no servían a Jehová: agricultores fenicios y comerciantes sirios que se infiltraban desde el norte; amonitas, moabitas y nabateos (árabes) al oriente; idumeos y samaritanos al sur; y las ciudades mediterráneas de Tiro y Sidón al oeste. El constante comercio y contacto con esas naciones paganas, y las incursiones de gente de otras naciones, trajo influencias nocivas a Galilea. En cambio, los judíos de Jerusalén evitaban tanto roce con los de afuera. La arqueología ha hallado que hasta las sinagogas de Galilea tenían figuras y señales de otros dioses talladas en sus paredes y columnas.

Que el Mesías judío comenzara su ministerio en Galilea de los gentiles causaría un problema serio para los tradicionalistas de Israel. Pero Mateo resolvió el problema al citar al profeta Isaías. Es obvio que la profecía tenía en vista el reino futuro del Mesías. Leemos unos versículos más adelante acerca del Niño Admirable que ocupará el trono de David (Is 9:6-7). Mateo sigue con su tema de la inclusión de los de afuera en los planes de Dios. Comenzó con las mujeres de otros pueblos en la genealogía de Jesús, la adoración del Niño por los magos extranjeros, y muchos otros enajenados que recibieron la atención y el amor salvador de Jesús.

El pecado escandaloso de Israel, al abandonar a Jehová, el Dios del pacto, fue castigado con la invasión de Tiglat-pileser, rey de Asiria (2 R 15:29; 1 Cr 5:25-26; Is 8:4-15;) en 733 a.C. Los pobladores judíos en las regiones de Zabulón y Neftalí eran los primeros en la historia de Israel que fueron atacados tan cruelmente por los asirios. Mataron a miles de ciudadanos, y encadenaban a otros miles, obligándolos a caminar cientos de kilómetros para trabajar como esclavos. No hubo ningún respeto de familia o derechos humanos en el exilio. Aquel fue un tiempo de enormes tinieblas.

Luego, el rey asirio Salmanasar conquistó a todo Israel (722 a.C.), y llevó los esclavizados judíos infieles a trabajar en ciudades de Asiria. Después, el rey asirio Sargón, trajo gente pagana de Babilonia y otros lugares, que se establecieron con sus religiones y dioses en la tierra que antes fue de Israel (2 R 17:1-41). La mezcla religiosa en todo el norte de Palestina fue un problema muy complejo que continuaba en el tiempo de Jesús (ver 2 R 17:29-41).

Pero, asegura la profecía de Isaías que la región que primero sintió el castigo de los asirios sería la primera en ver la luz de las Buenas Nuevas. Se ofrece a los pobladores de esta región la oportunidad de experimentar restauración y renovación antes del resto de los judíos.

Mateo 4:16

El pueblo asentado en tinieblas . . . los sentados en región de sombra de muerte—Es una poesía al estilo hebreo: la primera parte del versículo es reforzada y el concepto repetido en la segunda parte. Este tipo de poesía hebrea fue muy familiar a cualquier judío; Jesús a veces creaba poesías similares para sus enseñanzas.

Se ve la poesía en la NVI (Is 9:1-2): “A pesar de todo, no habrá más penumbra para la que estuvo angustiada. En el pasado Dios humilló a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pero en el futuro honrará a Galilea, tierra de paganos, en el camino del mar, al otro lado del Jordán.

El pueblo que andaba en la oscuridad
     ha visto una gran luz;
sobre los que vivían en densas tinieblas
     la luz ha resplandecido.”

El cautiverio y traslado de los judíos norteños bajo los asirios ocurrió entre 734 y 724 a.C. Los asirios impusieron el idioma arameo como parte de su influencia cultural. El arameo llegó a ser la lengua principal de Galilea por siglos, y fue también hablado por Jesús y sus seguidores. Galilea sufrió control extranjero por casi 600 años, subyugada por influencia asiria, y griega (el resultado de las campañas de Alejandro Magno).

Se piensa que algunos descendientes de los hebreos capturados y llevados a Asiria regresaban a Galilea en pequeños grupos. También, durante ese tiempo fue poblada lentamente por gente foránea. La arqueología demuestra que unos 100 años antes del ministerio de Jesús, cuando judíos celosos bajo los macabeos reconquistaron y administraron Galilea, hubo mucha construcción de pueblos y ciudades.

Además de las pasadas invasiones extranjeras que ultrajaron a los descendientes de Zabulón y de Neftalí, y las constantes influencias paganas de sus vecinos, la gente de Galilea sufría de una política de Roma que devastó aún más la región. Cuando el general romano Pompeo irrumpió en Palestina en 63 a.C., (1) botó a los judíos de las zonas costeras del Mediterráneo, obligándolos a huir hacia Galilea, y (2) animó con garantías de tierra a los de Tiro y Sidón para colonizar Galilea. El efecto fue desastroso: Galilea resultó sobrepoblada, y tanto los que vivían allí como los nuevos sufrieron hambre. Peleaban constantemente por pequeñas parcelas de tierra cultivable.

Herodes imponía impuestos gravosos para cubrir los gastos de sus grandes construcciones, los cuales sumían a familias enteras en enormes deudas. Los niños morían de hambre, no había comida, ni ropa, ni casa para muchos. Los galileos vendían propiedades ancestrales, y hasta sus propios hijos, para obtener dinero y algunos alimentos. Los terratenientes ampliaban sus posesiones, los ricos reducían el salario diario de los trabajadores, y miles de personas andaban de lugar en lugar buscando trabajo y qué comer.

Josefo acusó a Herodes el Grande de obtener sus riquezas al quitar tierras de sus dueños, arruinar las ciudades, matar a los nobles para tomar sus recursos y propiedades, y empobrecer a toda la ciudadanía. Agregó que uno obtenía libertad de la violencia injusta sólo con dar oro o plata al rey.

La muerte a diario asediaba a un gran porcentaje de galileos. En consecuencia, los galileos estaban listos para apoyar cualquier sublevación contra Roma, o seguir en pos de un mensaje de libertad y abundancia. Diferentes “mesías populares” juntaban turbas con sus gritos de independencia judía, pero inevitablemente eran buscados por soldados de Roma o Herodes, muertos, y sus seguidores desparramados.

Los campesinos judíos, especialmente los que carecían de tierras propias, estaban en constante rebelión contra la dominación romana. Escribió Josefo que hubo un revolucionario galileo muy fuerte llamado Ezequías; con mucha dificultad Herodes el Grande lo atrapó y lo mató. Al morir Herodes el Grande en 4 a.C, el hijo de Ezequías, Judas, levantó una banda de zelotes (judíos celosos por la ley y la independencia), y atacó a Séfora, la capital romana de Galilea, cerca de Nazaret; mató a muchos soldados y capturó armas, pero fue perseguido y muerto, con sus seguidores.

Otro Judas, de Gamala en Galilea, incitó en 6 d.C. una sublevación contra los inaguantables impuestos romanos. Fue muerto (ver Hch 4:36-37), pero sus seguidores (llamados “sicarios,” por las espadas cortas que escondían bajo su ropa) propagaban sus ideas, y esas inspiraron la revolución judía que culminó con la destrucción de Jerusalén por ejércitos romanos en 70 d.C.

La repetición de “asentado” y “sentados” puede indicar que los de esas regiones (1) eran incapaces de levantarse y cambiar sus vidas, (2) eran indolentes y no querían cambiar sus vidas, (3) estaban habituados a esta condición, y (4) la desesperación y la muerte reinaban en aquella tierra. Son descripciones que se aplican también a muchas personas hoy día.

Orígenes, un padre de la iglesia, que murió en 254 d.C., comentó, “Del pecado nace la sombra de muerte. Y las palabras ‘luz les resplandeció’ denota que no les resplandeció sobre aquellos que la buscaban, sino que resplandeció sobre los que no estaban preparados para ella.” ¡Fue la luz de gracia!

Luz les resplandeció—Es por eso que Jesús, el Mesías y Salvador, se puso tan activo en su ministerio (Mt 4:23) para alumbrar con su “mega luz” (“phos mega” en griego), como dice literalmente el griego, a aquellos entenebrecidos. La expresión se refiere a los albores de la mañana al amanecer. Nos recuerda la impresionante profecía de Mal 4:2, “Para ustedes que temen mi nombre, se levantará el sol de justicia trayendo en sus rayos salud” (NVI). ¡Jesús es aquel Sol de Justicia!

Otra profecía de Is 49:6 extiende aun más lo prometido por medio del Mesías: “No basta que seas mi siervo sólo para restablecer las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo haré que seas la luz de las naciones, para que lleves mi salvación hasta las partes más lejanas de la tierra” (DHH). La oscuridad es a menudo más intensa al prolongarse la noche, pero la creciente luz de la alborada quita la penumbra, el peligro y el pavor, reemplazándolos con esperanza.

Un líder cristiano escribió en 420 d.C., “Había muchas luces entre los judíos, como Moisés, Aarón y Josué. Los jueces y los profetas fueron todos luces. Cada maestro es una luz . . . pero ¡Cristo es la gran luz!”

Jesús vino para alumbrar al pueblo que vivía en las tinieblas espirituales, sociales y económicas. Su luz penetra en todas las esferas de la vida. Cuánto más oscura la noche, cuánto más se distingue la luz en individuos, en familias y en culturas influenciadas por las enseñanzas de Cristo.

Vez tras vez Mateo enfatizó la misión del Evangelio hacia los judíos y los gentiles, implícitamente (Mt 1:3, 5-6; 2:1; 5:47; 6:32; 15:22; 22:9; 27:54, etc.), o por medio de las enseñanzas explícitas de Jesús (Mt 8:10-13; 15:21-28; 21:43; 24:14; 28:19-20, etc.). El ministerio de Jesús en Galilea preparó a los 12 apóstoles para que recibiesen en un monte de Galilea su comisión para hacer discípulos en todo el mundo (Mt 28:16-20).

La luz que resplandeció en Galilea se difundió por medio de las enseñanzas de Jesús, su gran persona, y sus milagros sobrenaturales. La declaración de Jesús, “Yo soy la luz del mundo. Si ustedes me siguen, no tendrán que andar en la oscuridad porque tendrán la luz que lleva a la vida” (Jn 8:12; NTV), se cumplió en vidas individuales, luego en familias, comunidades, y por fin en provincias, estados, y naciones enteras.

Mateo 4:17

Desde entonces—Estas palabras marcan una nueva etapa en el Evangelio. Ocurre la misma frase en 16:21. Esto indica que Mateo vio tres etapas principales en la vida del Señor:

  • La Preparación de Jesús el Mesías (1:1-4:16).
  • La Proclamación de Jesús el Mesías (4:17-16:20).
  • La Pasión de Jesús el Mesías (16:21-28:20).

Algunos predicadores y maestros prefieren usar el título “Rey”, en lugar de Mesías, para las tres etapas señaladas por Mateo. En sus enseñanzas concluyentes, cada etapa proyecta la realización de un reino espiritual e internacional, con Jesús por rey (Mt 4:15-16; 16:18-19; 28:18-20).

Al comenzar esta segunda etapa de Mateo, Jesús seguirá con el ministerio que comenzó: predicará a las muchedumbres, enseñará a sus seguidores más cercanos, y obrará milagros que comprueban su persona y su poder de los cielos.

En la tercera etapa, Jesús explicará la necesidad de su pasión en Jerusalén, y la muerte y resurrección del Rey para salvar a los ciudadanos del reino.

Comenzó—Las palabras de Jesús en Judea (Jn 1:29-51; 2:13-21) y Samaria (Jn 4:4-42) no incluían estas palabras explícitas acerca del reinado de Dios. Fueron mensajes preliminares. Fue en Galilea que Jesús primero habló en términos tan claros, anunciando que lo profetizado en el pasado estaba ya presente.

A predicar—Jesús continuaba con el mismo mensaje que su primo y heraldo, Juan, había predicado (comparar Mt 3:2 con 4:17). Con fidelidad, Juan había tocado la trompeta, para preparar el camino en los corazones y las mentes para el Rey, Jesús. Pero Juan ahora estaba preso en las cavernas del palacio y fortaleza Maqueronte, su voz callada por Herodes Antipas. Por eso Jesús entró inmediatamente en lugar de Juan y continuó predicando el mensaje.

Sin embargo, aunque el mensaje inicial de Jesús fue palabra por palabra lo mismo que predicó Juan, hubo una gran diferencia. Juan predicaba de lo que iba a venir en el futuro cercano. En cambio, Jesús predicaba de lo que ya estaba presente en su persona: ¡el Rey estaba delante de los que oían y el reinado estaba funcionando! Juan vio que el reino llegaba pronto; Jesús lo vio como ya presente (ver Mt 10:5-8). Juan predicaba con palabras; Jesús predicaba con palabras y con milagros (señales) que demostraban el poder de Dios en acción (Mt 11:2-6).

Por miles de años los judíos han esperado al Mesías, y en el pasado como en el presente, han mantenido diferentes conjeturas acerca de su persona y misión. Día a día le han aguardado, a pesar de enormes desastres, aflicciones y ataques. Muchos rabinos han procurado explicar la demora y las presiones sobre el pueblo israelí con palabras similares a lo que dijo un rabino en el siglo pasado: “No debemos afligirnos por el ‘diluvio’ de problemas en el mundo. Las naciones buscan lo que no entienden; es mejor así para el pueblo del Señor”.

Es cierto que las naciones buscan lo que no entienden. Pero los judíos y gentiles que han decidido seguir a Jesús como su Mesías, ya lo hallaron. Él les da salvación, propósito en la vida y esperanza para el futuro.

Arrepiéntanse—Es una de las palabras más importantes en el mensaje de Jesús, como fue en la predicación de Juan (Mt 3:2), y sería en la predicación de los apóstoles (Mr 6:12; Lc 24:45-48; Hch 2:38; 3:19; 20:21, etc.). Metanoia (la palabra griega) habla de un profundo y transformador cambio en una persona. Una forma de la palabra es usada en la biología para describir la “metamorfosis”, la conversión de una pupa (crisálida) en una mariposa.

En el arrepentimiento uno voltea de lo que es pecaminoso y egoísta, reconoce lo malo que ha hecho y hace, y acepta la responsabilidad de vivir de acuerdo con las normas establecidas por Dios. Es una conversión de lo que uno fue a lo que debe ser.

Pero la conversión exigida por Jesús, en estas prédicas de Mateo, no es solamente el cambio moral ordinario cuando uno reconoce su pecado y desea seguir otro estilo de vida. Es (1) un cambio personal profundo, (2) motivado por la convicción de que el reinado de Dios, prometido en el Antiguo Testamento por muchos siglos, ha llegado, (3) que Dios puede reinar en la vida de uno, (4) y a la vez reinar en todos los asuntos de todo el mundo. Es la certeza que el Dios de los cielos se ha acercado a hombres y mujeres en la tierra, para llenar sus vidas. Los teólogos lo llaman “una realidad escatalógica”. ¡Aquello que esperábamos ha llegado!

El arrepentimiento proclamado en la predicación de Jesús es revolucionario. Toda la persona (con su intelecto, sus afectos, sus emociones y su voluntad) da vuelta del pecado hacia Dios, en obediencia al mensaje del reino celestial. Es una transformación radical. Jesús exige que cada persona se arrepienta, no importa su raza o etnicidad, su sexo, su religión, su condición de vida, o su piedad.

Durante todo su ministerio el evangelista Billy Graham predicaba el arrepentimiento. En un artículo lo explicó: “Arrepentimiento es una palabra de poder y acción. Es la decisión que suelta las cadenas del cautivo. Existen tres elementos en el arrepentimiento. (1) El reconocimiento de lo malo que uno ha hecho y la incapacidad interior para que uno se cambie solo. Uno acepta que ha salido del camino correcto (Is 53:6), y que está perdido. Algo adentro grita: ‘¡Alto! ¡Vas por mal camino! ¡Hay peligro!’ Estas son palabras que el Espíritu Santo de Dios habla en el corazón.

“(2) Hay remordimiento. No es simplemente una emoción. Es constatar que uno ha fallado horriblemente a Dios y a otras personas, y desear en lo profundo del ser poder andar en un nuevo camino de justicia (Lc 15:18-19).

“(3) El arrepentimiento en el Nuevo Testamento nos instruye a rogar a Jesucristo, con fe en su gracia y su poder, para que nos transforme la mente (las ideas), el corazón (los afectos y las relaciones), y la voluntad (las decisiones). Hacemos una media vuelta. En lugar de buscar lo nuestro y el placer personal, buscaremos lo que agrada a Dios y beneficia a otras personas. Cuando uno se arrepiente de veras, verá la presencia y la obra de Dios en su vida” (Sal 34:18; 2 Co 7:10).

El reformador Martín Lutero entendía que el arrepentimiento es continuo, porque somos pecadores que día tras día hemos de pedir la gracia de Dios. La primera de sus 95 tesis, clavadas en la puerta de la iglesia de Wittenberg, lee así: “Cuando nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo ‘Arrepiéntanse’, quiso declarar que la vida entera de los creyentes debe ser un arrepentimiento”. El reformador sabía que dejar el pecado y confiar en la buena noticia que Jesús salva a pecadores no es solamente un evento singular, único, que comienza la vida cristiana, sino es la necesidad diaria del seguidor de Cristo. Porque el pecado nos asedia, el arrepentimiento tiene que practicarse cada día con humildad.

En aquel tiempo, como hoy, es por la gracia de Dios que se predica el reino de los cielos a un pueblo no-arrepentido, con la meta de que viéndolo y sus efectos, sean provocados al arrepentimiento. Primero a los judíos, y luego a los gentiles.

El reino de los cielos—La frase “de los cielos” es una manera judía de decir “de Dios”. Entre los judíos hubo, y hay actualmente, un profundo respeto por el nombre de Dios. Jamás pronunciarán el nombre “Jehová” o “Yahweh”, que viene de una palabra con cuatro letras en el hebreo (JHVH o YHWH). El hebreo escrito antiguamente usaba sólo consonantes, así que no se sabe cómo pronunciar los vocales del Nombre en Ex 3:15-18. Por eso, hay diferencia de opiniones acerca de cómo pronunciar el Nombre: Jehová o Yahweh. En el comentario sobre Mt 3:2, y al final de este capítulo, hay más información acerca del reino de los cielos.

En su gran oración de confesión nacional, Nehemías conectó estos dos grandes conceptos de cielo y Dios cuando alabó al Dios que reina sobre todo: “Tú solo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos” (Neh 9:6).

Los términos “reino de los cielos” y “reino de Dios” son sinónimos idénticos en las siguientes comparaciones:

  • Mt 4:17 con Mr 1:15 —“el reino . . . se ha acercado.”
  • Mt 13:31-32 con Mr 4:30-32, y con Lc 13:18-19 —“la semilla de mostaza.”
  • Mt 19:14 con Mr 10:14 y con Lc 18:16 —“dejen a los niños venir a mí.”
  • Mt 19:23 con Mt 19:24 —donde Jesús usó los dos términos en la misma explicación.

Reino—La palabra griega (basileia) puede traducirse por (1) “reino”, el territorio de un rey, o (2) “reinado”, el ejercicio de influencia, autoridad y poder de un rey entre sus ciudadanos.

Los judíos que escuchaban a Jesús tenían diversos entendimientos acerca del reino de Dios. (1) Unos esperaban la restauración de Israel y la gloria de Jerusalén, con la expulsión de Roma. (2) Otros soñaban con la transformación del ser humano. (3) Muchos querían el juicio de todos los malos y la bendición de Dios sobre los justos. Pero Jesús tuvo su propio entendimiento de lo que es y lo que hará el reino de los cielos, y comenzando con el sermón del monte lo definió. Cuando el ministerio de Jesús no cuadró con las expectativas de los líderes y muchos del pueblo, se tornaron en su contra y escogieron al bandolero Barrabás (Mt 27:15-26; Mr 15:7).

El reino es (presente), y será (futuro). Con su ministerio, su muerte, sepultura, resurrección y ascensión, Jesús realizó el reino en este mundo. Pero no veremos la plenitud del reino hasta que Jesús viene otra vez y manifiesta su gloria. Los cristianos vivimos temporalmente en el mundo presente, mientras espiritualmente pertenecemos al reino celestial, y disfrutamos la vida del mundo porvenir.

En nuestros días hay fuertes discusiones entre varios sectores del judaísmo acerca de la llegada del Mesías, con algunos celebrando a un rabino famoso (rebbe) como el Mesías. Unos seguidores de este rabino dicen que cuando el Mesías llegue, aquel que han esperado por más de 2.000 años, él aparecerá en el techo del Templo en Jerusalén y anunciará: “Pueblo humilde, ¡el tiempo de su redención ha llegado!” En anticipación de este momento deseado, creen que el pueblo judío debe aclamar: “¡El tiempo de su redención ha llegado! ¡He aquí, él viene!”

En contraste a esto, los que siguen a Jesús de Nazaret, proclaman, “¡El Mesías ya vino!” Por sus obras y enseñanzas, por su muerte y resurrección, y por el cumplimiento de tantas profecías del Antiguo Testamente, estamos persuadidos que Jesús de Nazaret es el Mesías (Cristo en griego), e invitamos a todos a creer en Él y recibirle como su Salvador y Señor. (Ver Hch 2:36; 3:18-26; 4:10-12; 9:17-22; etc.).

Se ha acercado—En otras palabras, Jesús anunciaba, “¡El cielo viene a la tierra! ¡El reino esperado por siglos está presente!” El mensaje corría por todo Galilea: “¡Dejen de huir de Dios! ¡Vuelvan hacia Él! ¡Levanten la mirada del polvo y abran los ojos al cielo!” Al dar rondas entre los cientos de sinagogas en Galilea, cada día Jesús urgía al pueblo a elegir la senda derecha y a caminar en ella con gozo y con anticipación.

La llegada del reinado de Dios es, en Jesús, un evento histórico, ante el cual los seres humanos deben responder arrepintiéndose. Pero, que se arrepientan o no, el reinado está aquí. Jesús estaba iniciando el reinado. Dios no esperó hasta que Israel se arrepintiera, como enseñaban algunos rabinos, sino en su gracia puso en marcha el proceso y la promesa mesiánica en la persona de su Hijo, Jesús de Nazaret.

Antes de estas predicaciones en Galilea, Jesús explicó a Nicodemo la necesidad del nacimiento de arriba (la traducción literal de Jn 3:3, 7), y de la fe en Él. Notemos que la frase “el nacimiento de arriba” nos ayuda a entender mejor Jn 3:12-13. Aunque no usó en Juan 3 la frase “el reino de los cielos”, Jesús explicaba a Nicodemo que la salvación viene del cielo, traída por Él. En esta entrevista privada, tres años antes de ser crucificado, Jesús profetizó el evento clímax, en el que habría de estar suspendido entre el cielo y la tierra en la cruz (Jn 3:14-15).

A la samaritana, Jesús habló del agua que Él da para vida eterna (Jn 4:13-14), y manifestó que Él es el Mesías (Jn 4:25-26). Podemos estar seguros, entonces, de que su predicación en Galilea incluía semejante riqueza espiritual que atraía a la gente para oír más de este increíble Maestro.

450 años antes, en su labor restauradora de Israel y Jerusalén, Nehemías abrió la puerta a “todos los que se habían apartado de los pueblos de las tierras a la ley de Dios, con sus mujeres, sus hijos e hijas, todo el que tenía comprensión y discernimiento” (Neh 10:28). Jesús, con una visión más amplia que la de Nehemías, estaba buscando seguidores del reinado entre todos los galileos, cualquier judío o gentil que buscara al Dios verdadero. En vez de llamar discípulos entre los orgullosos judíos ortodoxos del sur de Palestina, el plan de Jesús fue predicar, enseñar y obrar milagros entre los pueblos mixtos del norte.

Mateo 4:18

Andando Jesús junto al mar de Galilea—La pequeña palabra griega de, no traducida aquí, señala un nuevo evento en la historia. Jesús había dejado atrás la politica religiosa de Jerusalén y la incredulidad de Nazaret, para habitar por un tiempo en Capernaum. Pero eso no fue suficiente: había llegado el tiempo que comenzara en serio su misión salvadora, y para eso necesitaba discípulos.

Su caminata junto al mar no fue una casualidad, fue con propósito. Es así siempre: Jesús busca a niños, jóvenes, mujeres y hombres, uno por uno, porque los conoce a cada uno, y quiere que cada uno tenga salvación, vida y significado importante (Jn 10:3, 10, 14, 16).

El Mar de Galilea es uno de los lagos más hermosos del mundo; el agua es clara, azul brillante, cuando se la ve desde los magníficos cerros altos que lo rodean. Fue conocido como el Mar de Cineret en el Antiguo Testamento (Nm 34:11; Dt 3:17; Jos 12:3; 13:27). Lucas lo llamó “el lago de Genesaret”, porque en sus viajes había visto otros mares más grandes (Lc 5:1; 8:22, etc.). Genesaret refiere a un pueblo pequeño, y una planicie entre Capernaum y Magdala. En el tiempo de Josefo existían a lo menos nueve ciudades bien pobladas a la orilla de ese mar. Para llevar a cabo una operación bélica contra Tiberias, Josefo logró juntar 230 barcos.

Vio a dos hermanos, Simón el llamado Pedro, y Andrés el hermano de él—Al fijarse en dos pares de hermanos en este relato, Jesús nos señala le importancia de seguir las relaciones familiares en la obra evangelística y en el discipulado.

Simón es nombre hebreo, pero su apodo “Pedro” es griego. Andrés es un nombre griego. Los nombres de estos hermanos judíos reflejan las culturas mixtas de Galilea. El apodo griego “Pedro” pegó más que el nombre hebreo Simón. A veces Pablo le llamaba “Cefas” o “Kefa”, que es “piedra” en arameo (1 Co 1:12; Gá 2:9, etc.; ver nota en Jn 1:42 RVR60, DHH, NVI, etc.).

Dio énfasis Jesús en su misión hacia los de Israel al llamar a los judíos Simón y Andrés, pero al darle a Simón el apodo griego señaló que la misión incluiría a los gentiles. Mateo mencionó a Pedro 23 veces en este Evangelio. Andrés se mencionó sólo una vez más en Mateo (10:2). Juan le dio más renombre a Andrés (Jn 1:40-44; 6:8; 12:22), reluciendo su carácter accesible para los que buscaban al Mesías.

Simón, Andrés y Felipe (también un nombre griego) eran de Betsaida (Jn 1:44), que estaba en la orilla norte del Mar de Galilea, cerca de la desembocadura del río Jordán en el mar. Capernaum estaba unos cuatro kilómetros al oeste de Betsaida. En Betsaida arqueólogos han hallado pesos de plomo para redes de pescar, anzuelos y anclas, lo cual confirma que era un centro pesquero. Había sido una ciudad real; el rey David se casó con Maaca (hija del rey de Gesur, que tuvo su capital en Betsaida), la madre de Absalón (2 S 3:3; 13:37-38; 14:32).

En el tiempo de Jesús, Capernaum fue más transitado y comercial que Betsaida, y puede ser por eso que Simón y Andrés se trasladaron a Capernaum para ganar más dinero en la pesca comercial. Este traslado indica que estaban listos a arriesgar la seguridad en un pueblo pequeño para avanzar adelante, que es una cualidad que Jesús desea en sus discípulos.

En Jn 1:35-51 vemos que cerca de Jericó, al lado del Jordán, Jesús conoció primero a Andrés (nombre griego) y Simón (nombre hebreo), posiblemente también a Juan (nombre hebreo) el hijo de Zebedeo, con Felipe (nombre griego) y Natanael (nombre hebreo). Todos eran oriundos de Galilea, porque Natanael fue de Caná (Jn 21:2). Ellos habrán estado entre los discípulos que acompañaban a Jesús a las bodas de Caná (Jn 2:2), y estuvieron con Él en Samaria (Jn 4:8, 27, 31-38). Debe ser que mientras Jesús estaba en Nazaret (Mt 4:12-13), aquellos discípulos volvieron a sus casas y labores. Jesús todavía no los había llamado a dejar todo para seguirle a tiempo completo

Arrojando la atarraya en el mar—Había cinco métodos principales para pescar:

  1. la atarraya, una red redonda con plomos que una sola persona puede echar donde el agua no es profunda (amphiblestron—ver Mt 4:18; Mc 1:16);
  2. la red de arrastre o red barredera (sagene), usada en el mar o en el río para que varias personas puedan capturar cualquier tipo de pez y jalar la red a tierra (Mt 13:47; Ez 47:10);
  3. el anzuelo (agkistron—Mt 17:27), para que una persona pesque en cantidades menores;
  4. la red de malla o de arrastre (diktuon—Jn 21:6-11), con la cual varias personas en barcas pueden rodear y capturar a peces grandes, y permitir a los peces pequeños escapar;
  5. el arpón, usado más en el Mediterráneo para peces muy grandes (Job 41:7).
    La palabra griega, diktuon, puede también referirse a cualquier red usada para la pesca o la caza (Mt 4:20-21; Mc 1:18-19: Lc 5:2, 4-6: Jn 21:6, 8, 11). Hab 1:15 menciona el anzuelo, la atarraya y la red de malla.

Porque eran pescadores—Dejemos atrás la idea que los pescadores eran pobres. Las varias clases de redes, la barca con sus remos y velas, los obreros que ayudaban en la pesca, la comercialización de los pescados, todo involucraba riesgos y finanzas. Pescar con la red de arrastre demandaba la participación de hasta 20 hombres fuertes, contratados diariamente, con algunos en la barca extendiendo la red, otros jalando la extendida red hacia la playa, y otros que comercializaban el pescado. No eran pobres los cuatro pescadores. Más bien, eran hombres de la clase media, emprendedores y comerciantes de importancia e influencia.

La industria del pescado, fresco, salado y encurtido, era enorme y lucrativa en Galilea. Parte de la pesca se vendía fresca en los puertos del mar, mientras otra parte se conservaba. Magdala (conocido también como “Taricheae”), en la costa oeste del Mar de Galilea, fue un centro para conservar el pescado. Centenares de cascos de madera, llenos de pescado preservado, eran enviados constantemente desde Galilea a todas partes, incluyendo a Roma. La importancia de este comercio fue tan grande que Jerusalén tenía su “Puerta del Pescado” en la muralla que rodeaba a la ciudad.

Mateo 4:19

Y les dice, Vengan en pos de mí y haré a ustedes pescadores de hombres—El llamado de Jesús fue una orden clara: “Vengan cerca ahora” en griego, y añade “detrás de mí”. Fue una demanda sin condiciones, sin negociaciones, sin explicaciones, que requería obediencia inmediata. No fue una invitación cortés, con ofertas de beneficios y ganancias. Al seguir al Maestro aprenderían de Él con la mente, el corazón y la voluntad, y serían conducidos a la adversidad y a los peligros igualmente como Él (Mt 8:19-22; 10:16-25; 20:23; 24:9-22; 26:31). Jesús quiere que sus seguidores estemos cerca de Él, en una íntima relación (Mt 28:20).

Jesús empleó un juego de palabras: dejarían de ser pescadores de peces para convertirse en pescadores de hombres (incluyendo varones y mujeres). Pero implícita en el llamado vemos la indicación que se cambiará toda su vida: dejarán la pesca profesional para ganancia personal, y desde ese momento serán discípulos de Jesús a tiempo completo. La pesca no había sido un deporte para ellos, ni tampoco sería la nueva vocación de servir al Mesías, buscando hombres y mujeres para su reino.

El nuevo rumbo de vida ordenado por Jesús fue amplio:

  • Abandonar su profesión de pescador, y dejar atrás las redes, la barca, los empleados y los contactos de negocio;
  • Tomar tiempos largos de ausencia de la familia;
  • Acompañar a Jesús en sus viajes y ministerio;
  • Servir a Jesús como su “partidario”;
  • Seguir el ejemplo de Jesús, y tomar sus enseñanzas y doctrinas como suyas;
  • Defender la persona y la misión de Jesús;
  • Buscar, convertir y enseñar estos mismos principios a desconocidos en Israel y en otras naciones.

Es que el término “pescador de hombres” se relaciona directamente con la evangelización: atraer personas a Cristo. A la vez, considerando Mt 13:47-50, los “pescadores de hombres” están, por su mensaje y ministerio, preparando la separación de los que irán al cielo de los que irán al infierno de fuego. Seguir al Mesías y predicar su mensaje se realiza siempre con vista al juicio final.

Jeremías (16:16) escribió de pescadores de hombres para juicio (ver también Am 4:2-3). Pero aquí (Mt 4:19), Jesús habló de pescadores de hombres para salvación del juicio.

Los rabinos judíos no buscaban discípulos; al contrario, los que querían estudiar las Escrituras tenían que buscar un rabino y rogarle que le aceptara como un discípulo.

Jesús volteó este sistema elitista, y usó la manera de Elías cuando fue al encuentro de Eliseo para llamarle al ministerio profético (1 R 19:15-21). En muchos casos Dios llama a personas en su trabajo: Gedeón, mientras sacudía el trigo (Jue 6:11-23); Eliseo, cuando estaba arando (1 R 19:19-21); Amós, mientras recogía higos y pastoreaba ovejas (Am 7:14-15 NVI); Simón, Andrés, Jacobo y Juan, en los afanes de la pesca (Mt 4:18-22); Mateo en el banco de impuestos (Mt 9:9); y sigue hasta hoy haciendo lo mismo.

El llamado de Jesús es poderoso, exhibe autoridad, y demanda una respuesta. Puede ser para recibirle como Salvador, servirle de por vida como Señor, desempeñar un ministerio en la evangelización o en la iglesia, o practicar el don que el Espíritu ha puesto en uno. En el ministerio terrenal de Jesús, y en la iglesia por todos los siglos, el llamado de Jesús es fuerte y exige obediencia.

Mateo 4:20

La obediencia inmediata de los pescadores al oír el llamado de Jesús no es tan sorprendente si recordamos que en Judea le escucharon y comenzaron a seguirle (ver el comentario arriba en el versículo 18). El interés que sentían por Jesús ahora se convirtió en la vocación suprema de su vida. Desde allí anduvieron en pos de Él durante el ministerio y la pasión del Mesías, y por el resto de sus vidas. Hubo dos breves intervalos cuando los discípulos miraron atrás hacia la pesca (Lc 5:1-11; Jn 21:1-3). En ambos casos Pedro reconoció su error, Jesús les convenció, y tomaron de nuevo el discipulado.

Era típico de los galileos entregarse por completo al llamado de una campaña. El historiador Josefo escribió, “Los galileos están acostumbrados a hacer guerra desde la cuna . . . Nunca a los hombres les ha faltado valor”.

Mateo 4:21

Avanzando desde allí—Jesús obviamente estaba ya en campaña, y quería entrar abiertamente en su ministerio. Seguía caminando con propósito por la orilla del Mar de Galilea.

Vio a otros dos hermanos—Hay dos palabras griegas que se pueden usar para “otros”: una indica “otro de diferente tipo”, pero la segunda palabra (“allous”, de donde viene nuestra palabra “aliados”) indica “otro del mismo tipo”, y es la palabra empleada aquí por Mateo. Quiere decir que el primer par de pescadores (Simón y Andrés), y el segundo par (Jacobo y Juan) eran amigos, socios en el negocio de la pesca (ver Lc 5:10). No eran competidores. Jesús agregaría distintos tipos de personas a su grupo de seguidores, pero quiso comenzar con cuatro amigos que formarían el núcleo.

Tres de los pescadores que respondieron al llamado de Jesús (Pedro, Jacobo y Juan) formaron el grupo íntimo que experimentó eventos muy importantes en la vida del Mesías (Mt 17:1; 26:37).

Zebedeo, su padre—Dos veces, en versículos 21 y 22, Mateo mencionó al padre de Jacobo y Juan. Zebedeo tenía ciertos recursos financieros, porque poseía a lo menos una barca y las redes de pescar. Se considera que el “otro discípulo” mencionado en Jn 18:15 fue Juan, hijo de Zebedeo, conocido por el sumo sacerdote. Puede ser que Zebedeo, siendo pescador y proveedor del muy deseado pescado encurtido, tuvo relaciones comerciales con la alta jerarquía sacerdotal en Jerusalén, y por eso su hijo Juan fue conocido entre ellos. Jesús apellidó a Jacobo y Juan los “hijos del trueno” (Mr 3:17), por la ira que a veces manifestaban. No sabemos si los dos heredaron ese comportamiento tempestuoso de su padre, o de su madre (ver Mt 20:20-21).

La barca—Una barca del tiempo de Jesús fue descubierta en 1986, sumergida en el barro del Mar de Galilea, cerca del pueblo de Genesaret (en la orilla noroeste del mar). La barca tiene un largo de 8.27 metros, un ancho de 2.3 metros, y un alto de 1.3 metros. El fondo es plano, para que pueda navegar cerca de la playa. Tiene un mástil para la vela, y lugares para colocar cuatro remos. Se cree que la barca estuvo en servicio durante un período de 100 años, habiendo sido muchas veces reparada con varios tipos de madera. Esta clase de barca se usaba para la pesca y para el transporte en el Mar de Galilea. Podía cargar algo más de una tonelada, o 10 pasajeros con los tripulantes. La tripulación incluía a cuatro o cinco remeros, con el timonel, que a menudo era el capitán; se guiaba la barca con dos remos direccionales.

Arreglando sus redes—La palabra griega no es “reparar”, sino arreglar, doblar y preparar las redes para la próxima salida al mar. Es correcta la RVR2015: “arreglando sus redes”. Las inspeccionaban y las guardaban en forma precisa para su uso rápido cuando la circunstancia en el mar lo demandara.

Los pescadores eran hombres fuertes, inteligentes, listos, y emprendedores. Fue la pesca una labor, un comercio, y una industria. La barca del pescador era costosa, y había a lo menos tres tipos de redes, cada una de alto valor. Se requerían dueños, obreros en la barca y en la tierra para jalar la red de arrastre, y para transportar el pescado.

Se necesitaban préstamos para comprar la barca, los remos y las redes, capacidad administrativa para organizar a los obreros y pagarlos, conocimientos financieros, conexiones comerciales para la venta del pescado, agilidad mental para defenderse ante los virulentos cobradores de impuestos excesivos, práctica y sagacidad en conocer los movimientos de diferentes tipos de peces, etc.

El dinero recibido de la venta de la pesca era distribuido en proporciones. Nos informan que un 40% iba al dueño de la barca y las redes; un 20% al capitán; y el 40% final se dividía entre los obreros en la barca y los obreros de tierra. Además, había elevados impuestos y aranceles que los cobradores de impuestos, los aborrecidos publicanos, demandaban en cada paso del negocio pesquero.

Para negociar bien, los dueños y capitanes hablaban arameo, griego, hebreo, y palabras necesarias de otros idiomas; es muy posible que también supieran leer y escribir. Según los Evangelios, vemos que Pedro y Andrés trabajaban como socios con Jacobo y Juan (Mt 4:18-22; Lc 5:3-11). Poseían a lo menos dos barcas (Lc 5:2, 11) y contrataban a jornaleros (Mr 1:20). Gozaban de libertad para comenzar a trabajar cuando quisieran (Jn 21:2-3), y parar el trabajo cuando querían (Mt 4:20, 22; Mr 1:18, 20; Lc 5:11). A la vez, tuvieron que soportar los tiempos malos cuando no había pescado, o la temporada era inclemente.

A pesar de las dificultades del negocio pesquero, recogían ganancias sustanciosas. La casa de Pedro, excavada en Capernaum, con varios cuartos y patios amplios, es más grande que las otras casas excavadas en la ciudad, incluyendo la del centurión romano.

¡Nunca debemos considerarlos como “sencillos y pobres pescadores”, sino reconocerlos como hombres importantes y empresarios!

Los llamó—El llamado de Jesús es general (a pueblos, naciones, culturas, y otros grupos humanos), pero es también individual. Cuando se predica el Evangelio, la palabra de Jesús, miles pueden estar en la concurrencia, pero cada individuo tiene que oír y tomar la decisión de seguir al Mesías, o continuar en su vida aislado de Dios.

Al llamar a los cuatro pescadores, Jesús empleó un método efectivo: (1) se presentó ante individuos que ya sabían algo de Él (Jn 1:35-42); (2) les habló en términos de su trabajo (Mt 4:19, 21); (3) les llamó a ser sus discípulos y seguirle (Mt 4:19, 21); (4) ellos, con voluntad presta, recibieron el llamado y le siguieron (Mt 4:20, 22).

La preocupación primordial de Jesús no fue ministrar a las multitudes, sino llamar, capacitar y preparar a escogidos discípulos que llevasen por todo el mundo el Evangelio del reino. Es obvio que ministró a las multitudes, y vez tras vez los discípulos aprendían valiosas lecciones que eran parte de su preparación, para que ellos después ministrasen a las multitudes en muchas naciones.

Jesús llamó como discípulos a estos hombres “iletrados” (Hch 4:13), pues no eran instruidos en la ley y las discusiones rabínicas. Pero durante casi tres años escuchaban al Maestro sin igual; así que ¡recibieron la mejor instrucción antes de entrar en el ministerio! Tomemos nota de esto para asegurar que nuestros pastores, predicadores, evangelistas y maestros estén bien preparados, no solamente con libros, sino también en el discipulado con siervos cristianos experimentados, que los preparen en la vida ministerial diaria.

Mateo 4:22

Ellos—Jacobo y Juan respondieron inmediatamente. En los versículos 18, 20 y 22 aparece la pequeña palabra griega de, dando a entender que algo nuevo sucede en cada caso. En 18, Jesús comienza la búsqueda de discípulos; en 20, Simón y Andrés responden; en 22, el grupo principiante de discípulos crece con Jacobo y Juan. En la obra de Dios, cada paso es importante, y tiene su significado especial.

Inmediatamente—Esta palabra griega (eutheos), usada 15 veces por Mateo (Mt 4:20, 22; 8:3; 14:22, 27, 31, etc.), puede traducirse por “derecho, inmediatamente o instantáneamente”, sin demora. Está relacionada con una palabra que es “derecho, recto, anivelar el camino” (Mt 3:3; Mr 1:3, que citan a Is 40:3). Así que bien se podría decir que “ellos, inmediatamente y con rectitud, dejaron la barca . . . y le siguieron a Él”.

El inicio de Pedro y Andrés en el discipulado fue con una decisión recta. Es cierto que ambos fallaron, porque los 12 abandonaron a Jesús en el tribunal. Pero el Señor que les llamó extiende a ellos y a nosotros esta reprensión e invitación: “Tengo en tu contra que has abandonado tu primer amor.  ¡Recuerda de dónde has caído! Arrepiéntete y vuelve a practicar las obras que hacías al principio” (Ap 2:4-5).

Aquellos cuatro ex-pescadores no son los únicos que deben oír y aceptar el llamado de Jesús a seguirle. Hoy día hemos de responder de igual manera: inmediatamente, sin cuestionar, sin negociar, con sacrificio, sin reservas. Como pasó con ellos, a veces flaquearemos. Pero por esto Jesús nos fortalece la fe (Mt 8:23-27). Nuestra tarea puede parecer enorme y sobrecogedora (Mt 10:5-42), pero Él nos dará el descanso oportuno (Mt 11:25-30), y luego galardones grandes (Mt 19:28-29).

Dejando la barca—Según este pasaje, Simón y Andrés dejaron redes; Jacobo y Juan dejaron redes, la barca y su padre: su sacrificio fue más intenso, más emocionante.

“Dejar” (afiemi en griego) es “soltar, abandonar, renunciar”. En el mundo griego la palabra tenía un aspecto legal: librar a alguien de una relación como dueño, responsabilidad oficial, u obligación financiera. La decisión de dejarlo todo y seguir a Jesús fue determinante para los cuatro ex-pescadores. Por eso Jesús les reprochó con ternura, y a la vez con firmeza, en Jn 21:3-14. Allí es cuando Jesús, quizás para evitar otra recaída en este apóstol, cambió la metáfora para Pedro de pescador de hombres a pastor de ovejas (Jn 21:15-19), por el resto de su vida y hasta la muerte (ver 1 P 5:1-4).

¿Cuánto dejaron los pescadores? “Aquella persona ha dejado mucho cuando no reserva nada para sí mismo, que a pesar de poseer poco, lo ha dejado. Tendemos a asirnos de las cosas que no nos pertenecen, y las cosas que con mucha dificultad adquirimos, las agarramos con más insistencia . . . Aquella persona ha dejado atrás mucho cuando renuncia junto a la cosa poseída el deseo de poseerla . . . Los con más posesiones que no seguían a Jesús, persistían en su codicia” (cita de Gregorio el Grande; vivió 540-604 d.C.; un líder probado entre las iglesias de su día).

Y su padre—“Dejaron . . . su padre”. El seguir a Jesús ha ocasionado, a veces, tensiones en la familia, hasta que todos se den cuenta que la voz del Señor tiene el primer lugar. Mateo lo reconoce en este pasaje y luego en 8:19-22; 10:21, 34-37; 12:46-50; 19:29. Jesús es Señor de cada uno, y hay veces cuando esto choca a padres (como en este caso de Zebedeo), y otras veces choca al cónyuge, a los hijos, y a la familia extendida. Sin embargo, a todos Jesús promete grandes recompensas (Mt 19:29). La sabiduría está en obedecer al llamado de Jesús, sin fallar en proveer para las necesidades del cónyuge y de los hijos, como Pablo declara en Ef 5:25-33; 6:4; 1 Tim 5:8; etc.

Lo siguieron—La respuesta de Pedro, Andrés, Jacobo y Juan fue una obediencia instantánea, sacrificada y profunda. Se privaron de familia, casa, negocio, antiguos compañeros, una vida ordenada, y tomaron una vida sin techo y sin seguridad humana. Tenían que cambiar su profesión, su posición en la sociedad, y todo otro tipo de confort humano. Muchas veces hoy, también, el llamado de Jesús nos cambia toda la vida. Es una revolución personal que coloca a uno en el camino escogido por Dios, que da satisfacción y gozo ahora y por la eternidad. Al contrario, desobedecer al llamado produce angustia, tristeza y amargura interior, ahora y después.

El llamado a seguir a Jesús (akoloutheo en griego) ocurre 24 veces en este Evangelio. El discipulado es un tema principal de Mateo, pues él también obedeció al llamado en Mt 9:9.

Vemos importantes principios del discipulado en el llamado de Jesús a los cuatro pescadores (Mt 4:18-22):

  • Jesús es central en el discipulado. Habla y llama con autoridad. La única respuesta aceptable para Él es nuestra obediencia.
  • Jesús entrenará y capacitará a sus seguidores. Desde el llamado hasta la comisión internacional (Mt 28), el Evangelio de Mateo ilustra cómo Jesús los preparaba con ejemplos, con enseñanzas y con obra práctica, para ministerios efectivos.
  • Los discípulos crecían en su entendimiento de Jesús y su reino. Algunos empezaron con Juan el Bautista y vinieron para servir a Jesús. En escenarios consecutivos renovaban y profundizaban su compromiso con Él (Jn 1:29-51; Mt 4:18-22; Lc 5:1-11; Mt 14:22-33; 16:21-28; Jn 6:66-69, etc.).
  • Jesús seguía siendo el enfoque del discipulado. Los rabinos judíos esperaban que seguidores los buscaran; al contrario, Jesús buscaba seguidores. Él es activo en el llamar, entrenar, dirigir, y mantener a sus discípulos, ¡por el resto de sus vidas! (Mt 28:20; Lc 22:27; Hch 27:20-25; 28:1-5; He 13:5-6, etc.).

Como Abram, los cuatro pescadores salieron sin saber a dónde iban (ver He 11:8). Dejaron la pesca para tomar rutas increíbles. Según lo que sabemos de las Escrituras, la historia y tradiciones cristianas:

  1. Jacobo, hermano de Juan e hijo de Zebedeo, dio poderoso testimonio de Jesús ante los judíos, y fue martirizado en Jerusalén por espada (44 d.C.), bajo órdenes del rey Herodes Agripa, para complacer a líderes judíos que aborrecían a los cristianos (Hch 12:1-2); fue el primer mártir entre los 12 apóstoles;
  2. Andrés predicó en toda la zona del Mar Negro y en lo que hoy es parte de Ucrania y Rusia, luego predicó y fue crucificado en una cruz en forma de X en el sur de Grecia;
  3. Pedro predicó en varios lugares, incluyendo Ponto, Capadocia y Bitinia (1 P 1:1; hoy el norte de Turquía), en Inglaterra, y fue crucificado cabeza abajo en Roma;
  4. Juan predicó en diversos lugares del este del Mar Mediterráneo, y después de fundar muchas iglesias, fue el último de los 12 apóstoles en morir, sobreviviendo a varios atentados contra su vida, y falleció a una avanzada edad en Éfeso.

En verdad, los cuatro dejaron de buscar peces con escamas, para que con denuedo y descuido personal pescaran miles de hombres y mujeres para Cristo en el mundo de su tiempo.

El erudito predicador de la iglesia antigua, Juan Crisóstomo, notó que el Señor llamó dos veces a Andrés y Simón. En el Evangelio de Juan, (1) Juan el Bautista estaba libre (Jn 1:35-36); (2) Jesús primero habló con Andrés, y Andrés trajo a Simón (Jn 1:40-42); (3) Jesús dio el apodo de “Pedro” a Simón (Jn 1:42). En el Evangelio de Mateo (a) Juan el Bautista estaba preso (Mt 4:12); (b) Jesús habló con Simón y Andrés simultáneamente, estando ellos juntos (Mt 4:18); (c) Simón ya usaba su apodo “Pedro” (Mt 4:18). Además, es obvio que el relato de Juan 1 sucedió en Betábara, cerca del río Jordán (Jn 1:28); en cambio, el llamado de Mateo 4 aconteció a la orilla del Mar de Galilea (Mt 4:18). Observó Crisóstomo, “Los dos relatos reflejan la naturaleza de la pesca. Si el pez se escapa, uno no cesa de pescar, porque podrá ser capturado otro día”.

Mateo 4:23

Jesús recorría toda Galilea—El verbo en griego es imperfecto, progresivo; bien podría traducirse: “continuamente estaba recorriendo”. Jesús se trasladaba a pie, en constante movimiento, a toda Galilea, es decir a lo largo y ancho de la provincia, que medía algo más que 80 por 40 km. Algunos opinan que a lo menos un millón de personas vivían en esta provincia superpoblada (ver la información más amplia en este comentario sobre 4:12). Pedro recordó años después, y lo anunció al centurión Cornelio, “Jesús . . . anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo” (Hch 10:38). La palabra “anduvo” en este versículo quiere decir “viajar alrededor de un país” (dielthen en griego); Jesús se metió por completo en toda Galilea, y todos sabían algo acerca de Él.

La labor de Jesús era enorme. Todos los días, de un pueblo a otro, semana a semana, mes tras mes, Jesús hacía lo mismo. Enseñaba con paciencia, predicaba con fuerza, sanaba con compasión, y con santo vigor echaba fuera a los demonios. Decenas de miles le escuchaban, miles eran sanados o librados de la influencia satánica. Tanto se cansaba el Hijo de Dios hecho carne que dormía en la barca durante una tempestad, aun cuando las olas la cubrían.

¡Jesús estaba en misión! El Salvador se metía en el mundo confuso, complejo y congestionado de su tiempo. Allí, combatía con los afanes, las preocupaciones, las equivocaciones y los quehaceres del pueblo, anunciándoles que hay un reino más importante que el gobierno, el dinero, la comida y la ropa (Mt 6:25-34).

Las palabras de este versículo se repiten casi iguales en Mt 9:35. Esta repetición sirve para (1) enfatizar tres ministerios principales de Jesús (la enseñanza, la predicación y las obras de sanidad); (2) marcar el comienzo y el fin del período de preparación para sus discípulos antes de delegarles funciones similares (ver Mt 10:1); y (3) indicar que en este tiempo de preparación les entregó los principios del reino que debían predicar y enseñar (Mt 5-7), y les mostró las señales milagrosas que debían hacer para comprobar la llegada del reinado de los cielos (Mt 8-9).

enseñando en las sinagogas de ellos—En este ministerio galileo Jesús primero se dirigió al pueblo judío. Pablo indicaba algo similar: “No me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen: de los judíos primeramente, pero también de los gentiles” (Ro 1:16, NVI).

La frase “las sinagogas de ellos” tiene significado. Poco después del principio de su ministerio público, Jesús encontró oposición de los líderes judíos, primero en Jerusalén y luego en el norte (Jn 2:13-21; 3:25-30; 4:1-3; Lc 4:16-30). En la frase, Mateo indica que en ese tiempo Jesús todavía tenía entrada para enseñar en las sinagogas de Galilea. Después, al desenmascarar la hipocresía de los líderes judíos, la atmósfera oficial en muchas de las sinagogas se volvió más hostil (Mt 6:2, 5; 10:17; 12:9-14; 13:54-58; 23:1-36).

Las sinagogas funcionaban para (1) la oración; (2) la enseñanza, el estudio y la meditación sobre la Biblia hebrea (usando el hebreo, arameo o griego, según el idioma de los concurrentes); (3) para la educación de niños y jóvenes judíos; (4) y para decidir situaciones serias y juzgar asuntos de la comunidad. La sinagoga era central en la vida y la comunicación de un pueblo judío. En muchos casos la comunidad pobre y trabajadora colaboraba para edificar la sinagoga; en otros casos, un individuo rico la levantaba (Lc 7:1-5).

Al enseñar, predicar y sanar en las sinagogas, Jesús se ponía delante del pueblo entero en los sitios más concurridos. Juan el Bautista hizo lo mismo cuando predicaba y bautizaba cerca del vado más importante del río Jordán en el camino principal que conectaba Filadelfia (hoy Amman, Jordania) con Jerusalén. La idea del heraldo del Rey, y del Rey, era poner las cosas al descubierto para todos. Pablo declaró lo mismo en su defensa ante el rey Agripa: “Tengo la convicción de que [usted] no desconoce ningún detalle de todas estas cosas, ya que han acontecido a la vista de todos” (Hch 26:26; BLPH).

Hubo una gran cantidad de sinagogas en Galilea. Se requería sólo 10 hombres para formar una. En los 240 pueblos y ciudades de la provincia es probable que cada población tuviera una sinagoga, y posiblemente había más de una en las poblaciones mayores.

Algunas sinagogas eran grandes, como se nota en las excavaciones de Capernaum, Corasín, Magdala, etc. Otras eran modestas. Jesús emprendió una enorme tarea al visitar a tantas sinagogas en los pueblos y ciudades de la región. Enseñó a todos el mismo mensaje mesiánico de la llegada del reino de los cielos. Así pudo alcanzar a la mayoría de los judíos galileos, que se reunían frecuentemente en las sinagogas para adorar a Dios y escuchar las enseñanzas.

Como notamos en Lc 4:17, los de la sinagoga en Nazaret querían leer Isaías, y de allí Jesús sacó un mensaje expositivo acerca de sí mismo y su misión. ¡La reacción fue explosiva!

En las muchas sinagogas de Galilea que Jesús visitó, habrá hecho algo semejante, cualquiera que fuese la lectura. De cada parte de la Escritura Jesús podía predicar y enseñar el Evangelio. Su comprensión de las profecías, y la teología de los discípulos, se habrá formado mientras oían vez tras vez las enseñanzas de Jesús. Según 2 Ti 2:15, nosotros debemos estar preparados hoy día para predicar acerca de Jesús desde cualquier texto de la Biblia.

Tenemos aquí las tres principales actividades que Jesús desempeñaría durante sus tres años de ministerio: (1) enseñando; Jesús explicaba el qué y el porqué de los principios del reino de los cielos, corregía los malentendidos que nos colocan en caminos errados, y señalaba cómo tener buenas relaciones con Dios y con nuestros semejantes; (2) predicando; con certeza y firmeza Jesús derrotaba la ignorancia humana, proclamaba lo maravilloso de Dios que no hubiéramos descubierto sin su mensaje, y ponía fin a las invenciones religiosas que despistan a los que necesitan a Dios; (3) y sanando; Jesús se preocupaba por el bienestar de todo el ser humano, tomaba la verdad y en el poder de Dios la aplicaba en acciones concretas; en milagros de compasión establecía relaciones entre Él y los enfermos de cuerpo, mente y corazón para que recuperasen la salud.

El propósito de Jesús era que la gente dejara los caminos equivocados, para seguir el camino recto hacia Dios. Por eso, sanaba a las personas para que pudieran oír el mensaje sin dolores del cuerpo que distraen, y luego les enseñaba y les predicaba con la intención de mover su voluntad hacia una decisión para Dios. Procuraba cambiar la voluntad de las personas. Los maestros y evangelistas debemos procurar lo mismo. Sabemos que Billy Graham y Luis Palau siempre predicaban a la mente y a la voluntad, porque querían ver decisiones en los oyentes.

Los discípulos de Jesús aprendieron de memoria sus enseñanzas y sus métodos. Siendo Él un maestro ambulante, al caminar días enteros con ellos habrá repetido muchas veces las mismas verdades que forman las bases para el reino de los cielos.

Mr 1:35 nos da un destello de la práctica privada del Señor durante ese período agitado: salía de madrugada para orar en lugares desiertos (despoblados). Allí, en comunicación íntima con su Padre, abría su alma, descansaba espiritualmente, y recibía indicaciones y fuerzas para el día. Nos recuerda la profecía mesiánica de Is 50:4, “El Señor DIOS me dio lengua de sabios, para saber dar en su sazón palabra al cansado: despertará de mañana, de mañana despertará mi oído, para que oiga, como los sabios” (JBS).

predicando el evangelio del reino—Si la enseñanza se dirige a la mente y al pensamiento, la predicación se dirige al corazón, la voluntad y el cambio. Jesús quiso no sólo instruir a la gente, sino reclutar de entre la muchedumbre a personas comprometidas con el reino
de Dios. Supo que hay personas que no tienen ningún interés en lo espiritual; otras son entusiastas, pero pronto se cansan; hay algunas que se interesan, sin embargo, se quedan atrás debido a los quehaceres de la vida; el secreto es hallar a los de íntegro deseo espiritual que se enfocan en lo del cielo, y con el tiempo y el crecimiento ¡dan buenos resultados! (Mt 13:3-9, 18-23).

Vea la sección sobre el reino de los cielos al fin de este capítulo para entender puntos importantes de lo que Jesús predicaba. En el sermón de la montaña (Mt 5-7), el Señor detalló la aplicación de estas enseñanzas.

sanando—Jesús comprendía que el humano es una entidad entretejida de mente, corazón y cuerpo. Estos hechos de Jesús indicaban a plena vista ante miles de personas que ¡el poder del reino ya estaba activo! Según las expectativas judías el Mesías sanaría al pueblo. “¿No es éste el Mesías?” habrá preguntado el pueblo.

En la ley, los profetas y los salmos, Dios Jehová es quien salva y sana a su pueblo: Ex 15:26; 23:25; Is 38:16-20; 53:4-5; Jer 17:14; 30:17; Sal 41:3; 103:2-5; 107:19-20, etc. El hecho de que Jesús sanara a tantos es una evidencia de que Él era Jehová en carne humana, “Dios con nostoros”.

La palabra griega aquí es therapeuo, de donde recibimos la palabra “terapia”. Su traducción normal al español es “servir, sanar, curar”, y es empleada repetidas veces por Mateo en circunstancias de una sanidad física inmediata, milagrosa, nunca visto antes (Mt 4:23, 24; 8:7, 16; 9:35; 10:1, 8; 12:10, 15, 22; 14:14; 15:30; 17:18; 19:2; 21:14).

En Mt 10:8, Jesús ordenó a los 12 que en su primera misión sanaran a los enfermos. En Mt 12:22 y 17:18 se usa la palabra para describir la liberación de personas antes poseídas por demonios. Esta palabra enfatiza la relación especial de él que sirve con la persona servida. En estos casos, es el servicio del Maestro poderoso a los suplicantes necesitados.

Las sanidades hechas por Jesús eran tan profundas, y había tantas, hechas en todo tipo de personas, que la gente no pudo resistir ser atraída hacia Jesús, ver lo que hacía, y escuchar sus enseñanzas y predicaciones.

Jesús veía las verdaderas necesidades en las personas, y actuaba en compasión y misericordia, sin cobrar dinero o aceptar regalos. Él era lo opuesto a los sacerdotes y curanderos paganos que buscaban dinero, el engrandecimiento de sus templos, y fama personal. En las culturas de Egipto, Grecia y Roma, los conceptos de medicina se mezclaban con la magia, y los sacerdotes o curanderos exigían costosos ritos religiosos para aplacar la ira de los dioses. Los curanderos paganos tomaron para sí los títulos de “dios” o “salvador”.

Al contrario, el motivo en Jesús fue el amor y la compasión, no “por ambición de dinero”, en las palabras de Pedro, que presenciaba la generosidad desinteresada de Cristo (1 P 5:2, NVI). Por amor al pueblo, Jesús quiso anunciar la llegada del reino de Dios, y los milagros de sanidad le ayudaban a hacerlo.

Jesús se preocupaba por lo interior y lo exterior de las personas: el arrepentimiento y el mensaje esperanzador del Evangelio del reino, y la sanidad del cuerpo. Requería el arrepentimiento, pero no lo demandaba antes de sanar lo físico. El Mesías daba de sí aun cuando los necesitados no habían hecho lo que les pedía. ¡Cuán grande ejemplo nos dio Cristo para que lo sigamos!

En este ministerio tan caritativo, vemos claramente la accesibilidad y la mansedumbre de Jesús. En ningún momento fue violento o demandante con el pueblo. Por eso, pudo decir con integridad, “Soy manso y humilde de corazón” (Mt 11:29).

Los judíos creían que cada pecado interior tenía su represalia en una enfermedad específica exterior. Para ellos, la lepra exterior fue consecuencia de la blasfemia interior; el derramamiento visible de sangre resultaba de una mentira invisible; la infidelidad matrimonial causaba la epilepsia y niños lisiados. Suponían que los pecados de un niño en el vientre de su madre le causaban enfermedades desde el nacimiento (ver Jn 9:1-3).

Pero Jesús sanaba todo tipo de enfermedad y parálisis, sin averiguaciones, acusaciones o denuncias.

Aunque Galilea tenía judíos y gentiles, no existe ninguna indicación que Jesús preguntara “¿Eres judío?” antes de sanar. Atendía a cualquiera que venía a Él, sin considerar su raza, su cultura, su pasado, su situación económica, su familia, su profesión, su educación, su lugar en la sociedad, o sus pecados. Con tal que le buscara, le sanaba. Jesús era y es el Salvador del mundo (Mt 8:5-13; 18:12; 22:8-10; Lc 19:10; Jn 4:42).

El texto manifiesta que sanaba “toda” enfermedad y “toda” dolencia en el pueblo, incluyendo la influencia demoníaca. ¡No hubo caso demasiado difícil para Jesús!

La lista de enfermedades en los versículos 23 y 24 enfatiza la sanidad que Jesús obraba en cada tipo de enfermedad y en cada tipo de mal. No es una lista científica según la usanza de nuestro tiempo. Más bien, emplea los términos populares en el tiempo de Jesús para describir los malestares humanos.

Enfermedad—En griego es noson, y se traduce como “enfermedad crónica, severa, peligrosa, violenta”.

Significaba diferentes cosas entre los que vinieron para ver a Jesús. Los extranjeros, de Partia, Grecia, Egipto y Roma, vieron las enfermedades (noson) como castigos de venganza, impuestos por los dioses porque el enfermo no cumplió a satisfacción un esfuerzo para el dios, o porque lo hizo equivocadamente. Ellos creían que si lo sacrificado para complacer al dios no lograba la sanidad, era necesario hacer sacrificios más costosos y más grandes.

Para los judíos instruidos, la enfermedad interna estaba relacionada con la debilidad exterior, y hubo el reconocimiento de que una sanidad interior precedería a la salud exterior (ver Sal 32:1-4, 10; 51:8-10, 15-17). Sin embargo, las ideas paganas acerca de la enfermedad y los dioses habían penetrado en Galilea de los gentiles, y muchos judíos comunes tenían confusión en cuanto a las enfermedades.

Por eso, cuando Jesús vino sanando todo tipo de enfermedad, sin sacrificios costosos, reproches ni venganzas, tanto judíos como gentiles corrían hacia el Señor para ver lo que hacía y cómo lo hacía. Las sanidades del Mesías venían acompañadas de enseñanza y predicación, así que el mensaje del reino de los cielos halló oyentes muy interesados.

Habrá sido Jesús quien aplicó a sí mismo la profecía de Is 53:4, “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores” (ver Mt 8:17). En las sanidades hechas por Jesús, Él tomó sobre su propio corazón las cuitas y las necesidades de los que buscaban (y de los que hoy buscan) su ayuda (Mt 15:25-31). Jesús vino para salvar lo de adentro y lo de afuera, quitando todos los efectos del pecado, y el poder de su muerte y resurrección estaba funcionando en Él aun antes de la cruz.

Dolencia—El griego es malakia, su traducción es “enfermedad ocasional, dolencia, languidez, debilidad suave”. Refiere a un mal que debilita al cuerpo de tal manera que no tenga firmeza.

Otra forma de la palabra, malakos, refiere a la suavidad de un afeminado. Ver Mt 11:8 y Lc 7:25, donde Jesús aludió a las “suaves vestimentas” de Herodes Antipas, y de esta manera dio credibilidad al rumor de que el rey era un afeminado. En 1 Co 6:9, la misma palabra (malakos) refiere a sodomitas.

En el pueblo—Generalmente “el pueblo” (laos en griego) en Mateo refiere a los judíos (ver Mt 2:4, 6; 13:15; 15:8; 21:23; 26:3, 47; 27:1, etc.). Concuerda con esta usanza las palabras de Jesús en Mt 15:24, cuando el Señor respondió a la mujer cananea que le pedía que sanara a su hija endemoniada, “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel”. Sin embargo, algunos especialistas en el griego opinan que por la construcción gramatical (dativo de ventaja o desventaja), las palabras del Señor pueden traducirse: “No, soy enviado con preferencia a las ovejas perdidas de la casa de Israel”. Esta traducción cuadra mejor con el ministerio de Jesús en la provincia mixta de Galilea, donde judíos y gentiles vivían juntos, casi inseparables. Si es así, comprendemos porqué la mujer inmediatamente se arrojó a los pies de Jesús, rogándole que tuviera clemencia de ella y de su hija. Las palabras del Maestro abrían la posibilidad de que ella recibiera lo pedido, porque a pesar de su preferencia por los judíos, ella podría convencerle.

Hay cuatro pasajes en Mateo donde “el pueblo” (laos) incluye a judíos y gentiles: Mt 1:21; 4:16, 23; 9:35. Además, tenemos los ejemplos explícitos de Mt 8, cuando Jesús obraba por judíos y gentiles: el leproso (judío); el siervo (judío) del centurión (gentil) y la enseñanza de la presencia de gentiles en el reino de los cielos; la suegra (judía) de Pedro; los endemoniados gadarenos (gentiles, porque Gadara fue una ciudad gentil, y “su casa” a donde volvía el que fue endemoniado era el Decápolis, diez ciudades griegas; Mr 5:19-20).

Al comenzar su ministerio, Jesús no requería una declaración formal de fe de los enfermos. Al contrario, como escribió Crisóstomo (349-407 d.C.): “El hecho de que los enfermos se le acercaron, y otros fueron traídos, manifiesta su fe. Algunos viajaban desde lejos. Nunca hubiesen venido, nunca les hubieran traído, a menos de que estaban persuadidos de grandes virtudes en Jesús.” Sus acciones demostraban su fe.

Mateo 4:24

Y se difundió su fama—Sin televisión, radios, teléfonos o periódicos, las noticias de lo que Jesús hacía corrían de boca en boca por cientos de kilómetros alrededor. Los mercaderes ambulantes y los viajeros en los caminos construidos por el ejército romano pasaban la voz de hazañas maravillosas que acontecían en Galilea.

El estrépito fue enorme. La gente venía apurada para ver si era verdad lo que escuchaba, y para conocer al Obrador de tan grandes maravillas.

En toda la Siria—Se refería aquí a regiones al norte y oeste de Galilea, cuya población era casi totalmente gentil. Siria llegó a ser una provincia romana en 64 a.C., cuando Roma quitó toda la zona del imperio parto. Ciudades principales de Siria incluyeron a Damasco, Antioquía, Tiro y Sidón. Jesús visitó y ministró en Sidón y Tiro (Mt 11:21-22 con 15:21-28). Judea, Galilea, y las regiones de Mt 4:25 también fueron parte de la gran provincia de Siria.

Dolencias—El griego es kakos, traducido como “dolor físico, mal, estar mal, seriamente enfermo, sentirse miserable”; casos de enfermedades contagiosas que los médicos no podían curar.

Enfermedades—El griego es noson, como en el versículo 23.

Tormentos—El griego es basanois, y se traduce como “dolores agudos, torturas, gravemente atormentado en mente o cuerpo”.

Afligidos—El griego es sunexomenous. Se traduce como “afligido, preso de aflicción, presionado, oprimido del dolor”.

Endemoniados —en griego es daimonizomenous, y se traduce como “afligido por un demonio, bajo el poder de un demonio, fuera de razón, demente”.

Al sanar a las urgencias físicas y espirituales del pueblo, Jesús atacaba a los poderes malignos. Y al echar fuera a los demonios, Jesús intensificaba la ofensiva contra el diablo y su reino. Se abrió una nueva etapa en la guerra que Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo comenzaron cuando Jesús confrontó a Satanás en el desierto. Allí, en el desierto, el diablo no pudo contra Jesús, y aquí en Galilea las fuerzas malignas sujetas a Satanás temían, y corrían de la presencia y el poder del Hijo de Dios, dando así testimonio que Él establecía el reino de los cielos.

Lunáticos—El griego es seleniazomenous. Su traducción es “lunático, loco, epiléptico”. La epilepsia fue un problema complicado para los médicos griegos; pensaron que era del cerebro, y a la vez de los dioses.

Paralítico—El griego es paralutikos, y es traducido por “paralítico, derrame cerebral, parálisis de un brazo o pierna”.

Sin incluir a los muchos trastornos mentales, algunos nos informan que hay 238 familias de enfermedades del cuerpo, cada una con decenas o cientos de variedades, lo cual nos revela que hay miles de enfermedades. Muchas de estas enfermedades estaban presentes entre los que buscaban sanidad del Señor Jesús.

¡La conclusión del versículo 24 es estupenda! Al acabar esta lista de horribles quejas y condiciones humanas, sencillamente dice Mateo: “Y los sanó”.

Condiciones imposibles para todo un hospital de médicos, aun en nuestro avanzado tiempo, y ¡Jesús al momento sanó, rehabilitó y recapacitó a todos!

Los milagros de sanidad (a) confirmaban que el mensaje de Jesús es de Dios (Mt 8:4; 9:1-8; 15:29-31; Jn 14:11); (b) mostraban que en verdad Jesús es el Mesías profetizado (Is 35:4-6; 53:4-5; 61:1; Mt 8:14-17; 11:2-6; 20:29-34); (c) y demostraban que el reino de los cielos había venido con poder en Jesús (Mt 4:23; 8:5-13; 9:32-35; 12:22-29).

“Por la palabra del poder divino Él curaba las debilidades del cuerpo, y por la medicina de la enseñanza celestial sanaba las heridas del alma,” comentó Cromacio de Aquileia (murió en 406 d.C.).

Bien escribió Michael Green: “Cuando la iglesia ejercita estos tres ministerios [la enseñanza, la predicación y la sanidad], puede ser que no alcance el poder, los resultados inmediatos y la efectividad de Jesús. Él compartía la naturaleza de Dios en una manera que la iglesia no iguala. Pero cuando la iglesia ejerce de verdad estos tres ministerios, se verá enseñanza clara, predicación convincente y la sanidad de enfermedades físicas, emocionales, sicológicas y la liberación espiritual”.

A través de los siglos, los discípulos de Jesús siempre han cuidado a los enfermos, atendiéndolos en sus hogares, en las catacumbas de Roma, en casas especiales, y luego en hospitales. Ninguna otra creencia del mundo entero ha igualado a los cristianos en cuidar a los enfermos y abrir hospitales.

Durante las plagas y las pestilencias del imperio romano y la Edad Media, los paganos dejaban a sus parientes infectados sin cuidado o auxilio, y los tiraban a las calles o echaban los cadáveres en la vía pública. Pero muchos cristianos ministraron a los enfermos y moribundos, aun entre los paganos, a tal extremo que sacrificaron sus vidas por atender a paganos y seguidores de Cristo que estaban infectados. Como resultado, el número de cristianos aumentaba sustancialmente durante las plagas en el imperio romano. Fue parte importante de la “cristianización” del imperio.

Mateo 4:25

Se describe en este versículo el territorio recorrido por Jesús (Galilea), la zona de su influencia (toda Siria), y de donde venían las multitudes que le seguían (Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea, y el otro lado del Jordán).

Y seguían a Él muchas multitudes—Las dos palabras juntas, “muchas” y “multitudes”, enfatizan el gran número de personas que venían para ver y escuchar a Jesús. Escribió el gran comentarista A. T. Robertson, “Ninguna campaña política pudo igualar a este río de gente que quería escuchar a Jesús y ser sanada por Él”.

La predicación de Jesús llamaba la atención de la gente porque (1) hablaba con certidumbre, sin el “tal vez” o el “es posible” o el “bueno, permítame pensarlo un poco más”. El poeta alemán Goethe captó la idea de la comunicación eficaz: “Háblame de tus certidumbres; para dudas ya tengo suficiente con las mías.”

(2) Jesús hablaba con autoridad. Conocía perfectamente la Biblia, conocía íntimamente a Dios, y pasaba tiempo con ambos, lo cual le dio una firme convicción acerca de las verdades que proclamaba.

(3) Jesús trascendía las políticas, las culturas y los problemas humanos, porque enfatizaba constantemente el poder y la omnipotencia del Dios de los cielos. ¡Se oía la voz de Dios en la voz de Jesús!

Las muchas multitudes que venían a Jesús eran un gentío confuso, sin disciplina, sin consistencia. Tenían interés, tal vez por ratos, porque venían y se iban. No eran seguidores serios.

“Seguían” a Jesús (es la misma palabra griega que se empleaba para describir a los cuatro pescadores que siguieron al Mesías, en Mt 4:22), pero los cuatro discípulos seguían continuamente cerca de Jesús, mientras las multitudes carecían de un compromiso profundo con el Maestro. Hoy tenemos también a muchas personas que quieren ver espectáculos exteriores o los beneficios de Jesús, pero a diferencia de los discípulos les falta la convicción interior y la profunda conexión espiritual con Él.

Sin embargo, y a pesar de la poca convicción de muchos “seguidores”, había otros que de todo corazón deseaban el reino de los cielos. En Mt 7:13-14, Jesús anunció que pocos entrarían por la puerta estrecha que lleva a la vida eterna. Sabía el Señor que algunos en la muchedumbre aceptarían de verdad su llamado, y le serían fieles hasta la muerte.

De Galilea—La frase de Isaías y de Mateo, “Galilea de los gentiles”, contrasta con las palabras de Dios que Moisés escribió acerca de Israel: “Los he separado a ustedes de las otras naciones para que sean míos” (Lev 20:26, PDT). Aquello fue un principio básico del Antiguo Pacto de Dios con su pueblo, la separación de otras naciones y culturas.

Pero ahora en Cristo, bajo el Nuevo Pacto, todos los pueblos del mundo tienen acceso al camino de la gracia. Pablo lo aclara en Romanos 1:16, “A los judíos se les dio el privilegio de ser los primeros en escuchar la predicación de este mensaje, pero ya el mundo entero está escuchándolo” (NBV).

En su ministerio por Galilea, Jesús llamaba a judíos y a gentiles que dejaren atrás sus pecados y vidas egoístas para entrar juntos en el reino de los cielos. De toda la región, y de todos los pueblos y culturas y lenguas, venían personas para oírle. El medio hermano de Jesús, Jacobo, lo aclaró en Hch 15:13-18, con una cita de Am 9:11-12 acerca de levantar la casa caída de David: “Reconstruiré sus ruinas y la restauraré, para que el resto de la humanidad busque al Señor, incluidos los gentiles, todos los que he llamado a ser míos” (NTV). Para enfatizar este enorme cambio teológico, el incluir a los gentiles en el reino de Dios, Mateo lo señalaba repetidas veces en el comienzo de su Evangelio (Mt 1: 3, 5; 2:1-2; 4:15-16, 24-25; 8:5-13; etc.).

Galilea fue despreciada por las élites religiosas de Judea (Mr 14:70; Jn 7:52). Pero fue en Galilea que Jesús halló tierra fértil para la semilla preciosa. Y desde allí los galileos difundieron el Evangelio del Reino a todas las naciones del mundo, viajando por las carreteras que conducían a las cuatro direcciones de la brújula.

De Decápolis . . . y del otro lado del Jordán—Decápolis fue el nombre de una liga de 10 ciudades, principalmente griegas, con una mezcla de nacionalidades y lenguas. Estas ciudades eran muy antiguas. Fueron cabezas de administración, gobierno, educación, cultura y comercio, y ostentaban enormes y bellos templos, mercados y avenidas. La lista de estas ciudades, recordada por Plinio, el gran historiador y explorador romano, incluye Damasco, Filadelfia (también conocida como Rabá, 2 S 11:1; ahora se llama Amman), Rafana, Escitópolis, Gadara, Hipos, Dion (Capitolias), Pela, Gerasa y Kanatha. Algunas fueron fundadas por Alejandro Magno, para ser residencias de retiro para los oficiales de sus ejércitos.

Siendo principalmente ciudades gentiles, con mucha cultura y diversos tipos de religión, es notable que personas de ellas viniesen en busca de Jesús, el predicador judío itinerante. Al acercarse a Jesús desde estos lugares lejanos, comenzaron a cumplirse las profecías de que hombres y mujeres en “los confines de la tierra” verían la salvación de Dios (1 S 2:10; Sal 2:8; 22:27; Is 52:10; Jer 6:22; y ver Hch 1:8).

Decápolis era muy importante para el futuro de la iglesia. Al ser atacada Jerusalén y el Templo judío en 70 d.C. por ejércitos romanos, grandes cantidades de cristianos huyeron a estas ciudades, salvando así sus vidas al obedecer las advertencias de Jesús (Mt 24:15-22).

Las tierras al este del Jordán fueron dadas por Moisés y Josué a las tribus de Rubén, Gad, y la media tribu de Manasés (Nm 32:29-42; Dt 3:12-17; Jos 12:1-6; 13:15-32; Mi 7:14). Cuando nos damos cuenta que llegaron personas de estas zonas para oír a Jesús, y se incluye los de Galilea, Judea y Siria, es obvio que todo el territorio original de Israel, el cual fue gobernado por los reyes David y Salomón, estaba escuchando las noticias del nuevo reino de los cielos que fue proclamada por el muy grande Hijo de David.

De Jerusalén, de Judea—Hasta el extremo sur de Palestina, distante a 10 días de viaje de Galilea, llegaban rumores del Maestro. De allí vinieron personas, principalmente judíos, para oír a Jesús y ver lo que hacía. Judea es casi todo desierto, y el viaje trajo a estas personas a Galilea, una zona de árboles, campos de flores y hierbas. El cambio desde la sequedad del sur hacia el verdor del norte fue más que solamente un cambio geográfico. Estos del sur vinieron de la sequedad de la ley y los fariseos hacia la frescura de gracia que brotaba de la boca del Predicador.

Jerusalén fue la capital religiosa judía, donde reinaba el partido de los poderosos sacerdotes (saduceos, que amaban el poder y dudaban de milagros, ángeles, vida futura, etc.), y por otro lado argumentaban los fariseos (originalmente renovadores, que perdieron su visión, y por eso se fijaban en el pasado). Los de Jerusalén habían conocido a Jesús y sus enseñanzas durante el primer año de su ministerio (ver el comentario sobre Mt 4:12). Sabemos por los eventos sucesivos en Mateo que venían personas de ambos partidos religiosos para escucharlo, y luego procurar atrapar a Jesús. Pero también peregrinaron hasta Galilea personas honestas, que buscaban algo más espiritual y genuino, ya cansados de la fe fingida de los sacerdotes y la frialdad de los fariseos.

Pocos meses antes, gente venía a Juan el Bautista desde Jerusalén, toda Judea, y la región del Jordán (Mt 3:5). Eran principalmente judíos. Pero la gente vendría de más lugares, y de otras regiones no judías, para ver a Jesús, cumpliendo así la profecía de Juan acerca del ministerio más importante y amplio de “el que viene tras mí” (Mt 3:11-12; 4:23-25; Lc 3:16-17; Jn 1:26-27).

Los líderes religiosos de Jerusalén se habrán felicitado cuando Juan fue encarcelado y decapitado por Herodes Antipas (cerca del fin de 27 d.C.). Pero dentro de pocos meses les llegó la noticia de que mucho mayores eran las multitudes que seguían a Jesús, no sólo de Galilea, sino de toda una vasta región. Para esos líderes, cuyo poder y riqueza dependía de un pueblo quieto y controlado, las cosas iban de mal en peor.

Resumen de Mateo 4

Jesús fue guiado por el Espíritu Santo para batallar con Satanás, y tuvo poder para conquistar al príncipe demoníaco de este mundo. Predicaba y practicaba una visión amplia que incluía a judíos y gentiles en su reino mesiánico, comenzando con el arrepentimiento y la fe en Él. Ejercía una autoridad auténtica que convencía a hombres y mujeres a seguirle con el plan de cambiar al mundo. Era tan integral que atendía a las necesidades del pueblo, cuerpo, alma y espíritu. Era un Rey completamente nuevo que anunciaba la venida del reino de los cielos.

Jesús vencía a TODO tipo de tentación. Predicó el arrepentimiento para TODOS. Sanaba TODA enfermedad y TODA dolencia. Se difundió su fama por TODA Siria. TODOS los que vinieron o fueron traídos a Jesús experimentaron su gracia. ¡Jesús pudo hacerlo TODO!

“Cada rey que se dispone para combatir con un poder enemigo primero reúne un ejército, y después marcha hacia la batalla. Del mismo modo, nuestro Señor, queriendo enfrentar al diablo, juntó a sus apóstoles y con ellos comenzó a predicar las Buenas Nuevas del reino por toda Galilea. Arrasó al diablo con la predicación de la verdad; la flecha mortal que penetraba su corazón es la palabra de justicia. Se le volteaba por medio de las señales de sanidad. Se le despojaba de sus poderes cuando las personas se convertían a Jesús. Un rey terrenal recluta un ejército para que con sus esfuerzos el rey obtenga gloria. Nuestro Señor juntaba a sus apóstoles no para que obtuviesen gloria para sí mismos, sino para que por medio de sus propias hazañas Él ganara la victoria para ellos.” (Escrito por un obispo desconocido, en lo que hoy es Hungría-Rumanía, cerca de 420 d.C.).

El reino de los cielos (definido en Mateo)

El reino proclamado por Jesús viene del cielo y establece la voluntad del Padre en la tierra, como en el cielo (Mt 6:10).

El reino entra al mundo por medio de la persona, las palabras y las acciones de Jesús (Mt 4:23; 9:35). Aunque a veces se ve el reino por medio de señales milagrosas (Mt 10:7-8; 12:28), por lo general es sembrado en el mundo como un poder escondido que crece y ejerce su influencia con el tiempo (Mt 13:33, 36-43). Las características del reino son éticas, eclesiales, escatológicas, y eternas.

  1. El reino es ético al demandar una respuesta humana, comenzando con el arrepentimiento (Mt 3:2; 4:17), acompañado de la humildad (Mt 18:1-4), el perdonar (Mt 18:21-35), y la búsqueda de la justicia mayor (Mt 5:20; 6:33), detallado en las bienaventuranzas (Mt 5:3-10). Entonces, el reino al fin traerá la salvación completa, cuerpo, alma y espíritu, cuando Dios es Rey en nuestras vidas, por fe en Él y obediencia a Él. Jesús estaba convencido que los efectos del reino se ven en la mente (enseñaba), en la voluntad (predicaba), y en el cuerpo (sanaba) (Mt 4:23).
  2. El reino es eclesial, porque abarca a la comunidad de personas que reconocen a Dios por Rey. En este sentido los términos en Mateo, reino de los cielos (o reino de Dios) e iglesia, son similares (Mt 18:15-35). Mateo presenta al reino como visible por medio de los que siguen al Rey (ver Mt 13), aunque reconoce que hay ocasiones cuando las circunstancias requieren mucha cautela de parte de los del reino (Mt 10:16-25; 13:44-46; 24:9-10, etc.). O sea, por lo general los del reino se congregan con sus hermanos y hermanas en iglesias visibles; sólo en situaciones especiales de persecución los del reino se mantienen aislados de otros seguidores del Rey. El poder y la presencia del reino se manifiestan a través de los seguidores de Jesús (Mt 10:5-8, 16, 40-42; 13:52; 18:15-18), aun donde estén sólo dos o tres de ellos (Mt 18:19-20). A ellos se les confía los misterios del reino (Mt 13:11, 18-23, 36-43), y se les encomienda su extensión a todas las naciones (Mt 28:19-20). Se vislumbra en Mateo, y es más explícito en los Hechos y en las epístolas del Nuevo Testamento, que hay algunos puntos de diferencia entre: [a] el reino visible, que es la iglesia estructurada, con sus miembros locales, y con sus líderes reconocidos (Hch 2:46-47; 11:26; 1 Co 12:28, Ef 4:11-12; Fil 1:1, etc.); [b] el reino casi invisible, o sea la iglesia que comprende comunidades no estructuradas de creyentes, las cuales no cuentan con membresías y organizaciones (Hch 16:4, 16; 1 Cor 10:32, etc.); y [c] el reino invisible (por ser tan grande y tan extenso) que incluye la actividad de Dios entre todos los creyentes, quienes en todo el mundo siguen a Jesucristo y son influenciados por la Palabra de Dios (Ef 3:10, 21; 5:23; Col 1:18, etc.).
  3. El reino es escatológico, es decir, apunta hacia el final. El reino es ahora, pero todavía no se ve completamente. El reino está forzando su entrada en el mundo desde la primera venida del Mesías Jesús (Mt 11:12), y su esplendor será revelado cuando Jesús vuelva la segunda vez (Mt 8:11; 13:43; 24:14, 30; 25:31; 26:29, etc.). Esa venida iniciará el juicio final, cuando Jesús premiará a sus fieles y obedientes seguidores, y castigará a los egoístas desobedientes (Mt 25:31-46).
  4. El reino es eterno. Anticipa el futuro cuando toda la creación será redimida y renovada, con tierra nueva y cielos nuevos, y la salvación será completa, donde Dios reina y la creación entera goza de su bondad y providencia (Mt 5:3-12; 6:19-21; 10:32-33; 13:24-30; 22:1-14, 23-32; 24:27-31, 42-44; 25:1-46; 26:27-29, 63-64).

Entretanto, los seguidores de Jesús hemos de ser fieles en servicio a Él, cumpliendo sus palabras, preparándonos sabiamente para su segunda venida (Mt 24:42-51; 25:1-30).
(Adaptado de Mitch y Sri, The Gospel of Matthew)

 

La sinagoga

Después de la destrucción del Templo de Salomón (587 a.C.) los judíos no tuvieron un lugar central para adorar a Dios, y no podían practicar el culto sacrificial. Según las tradiciones, fue en Babilonia, y luego en otras ciudades, que comenzaron a reunirse en asambleas (sinagoga en griego).

Ezequiel manifestó la promesa de Jehová, “Aunque les he arrojado lejos entre las naciones, y les he esparcido por las tierras, con todo eso les seré por un pequeño santuario en las tierras adonde lleguen” (Ez 11:16, RVR60). La sinagoga ha sido, para los judíos, un pequeño santuario para alabar a Dios, leer y estudiar las Escrituras, y servir como centro de la comunidad en el extranjero.

Según prácticas judías se podía comenzar una sinagoga con 10 hombres, y de acuerdo con algunas referencias, tenían que ser 10 cabezas de familias. No requería un sacerdote o un levita. En el tiempo de Jesús los fariseos y los escribas ejercían mucha influencia en las sinagogas de Israel (Mt 23:2-7).

Se organizaban sinagogas en cada pueblo judío, y en ciudades paganas de los imperios romanos y persas. En muchos casos usaban el idioma (o idiomas) donde estaban ubicadas. El hebreo fue reservado para la lectura de las Escrituras y algunas de las oraciones, lo cual era interpretado al idioma local. Sabemos, por Hch 6:9, que aun en Jerusalén existían sinagogas para personas de diferentes idiomas, condiciones sociales o regiones. Si era así en la capital de Israel, es posible que en Galilea existieran sinagogas que empleaban diferentes idiomas. Se multiplicaban las sinagogas en ciudades grandes; según informes rabínicos, Jerusalén lucía más de 450 sinagogas.

Generalmente los judíos se reunían en las sinagogas para leer las Escrituras, discutir su significado, y orar los días sábado, días festivos, y muchas veces el segundo y quinto día de la semana. Los servicios incluían la repetición de la “shema” (Dt 6:4-9; 11:13-29; Nm 15:37-41), la oración con el rostro hacia Jerusalén, lecturas en hebreo del Torah (los cinco libros de Moisés) y de los profetas, traducción de las lecturas del hebreo al arameo u otro idioma, un sermón (dado por un miembro de la congregación o por un visitante, Lc 4:16-27; Hch 13:13-47), y la bendición. Se cantaban los salmos en las reuniones. Luego, tuvieron largas discusiones y debates sobre la interpretación de las Escrituras. El filósofo judío Filón escribió que en las sinagogas la lectura y la detallada exposición de las Escrituras podía continuar hasta tarde en el día.

En la sinagoga se aplicaban castigos a los judíos en error, incluso azotes (ver 2 Co 11:23-24), y se decidía la expulsión de la asamblea a una persona pecadora (Jn 9:22). Los niños recibían instrucción en las sinagogas. Al llegar a los 15 o 20 años, muchos judíos habían aprendido de memoria grandes porciones de las Escrituras por el estudio, las discusiones, y las canciones que venían directamente de la Biblia (Mt 26:30, el “hallel”, que incluía Sal 113-118).

Hubo un púlpito para el lector de las Escrituras, lámparas, y un armario o un cajón especial para guardar los rollos sagrados de las Escrituras. Cada sinagoga tenía a lo menos una o dos filas de bancos para personas importantes, y los escribas ambiciosamente procuraban los bancos delanteros (Mt 23:6). Muchas sinagogas tenían un asiento de honor para personas distinguidas (Mt 23:2). En las sinagogas de Galilea, la mayoría de la congregación se acomodaba en el piso de piedra o tierra, o sobre tapetes.

Una sinagoga tenías varios oficiales:

  • Un presidente, el principal (Lc 8:41), que mantenía el orden y dirigía los servicios.
  • Los ancianos, presbíteros (Lc 7:3), que formaban el concilio de la sinagoga.
  • El “legatus”, que leía las oraciones y era el secretario de la sinagoga.
  • El ministro (Lc 4:20) era el responsable de cuidar los rollos de las Escrituras, limpiar, arreglar, tocar el “shofar” (cuerno de carnero) para anunciar el principio y el fin del sábado, abrir y cerrar la sinagoga; también instruía a los niños.
  • Había recolectores de limosnas y diezmos, que iban a los negocios y las casas judías para cobrar las cantidades prescritas, y distribuir ayuda a los pobres.

Las sinagogas tuvieron suma importancia en la preservación del judaísmo durante el cautiverio babilónico, y en la dispersión de los judíos por los imperios parto y romano. Fueron indispensables en el ministerio de Jesús y el de los apóstoles al extender el reino de los cielos.

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