Fecha y Circunstancias

El Evangelio según Mateo carece de fecha de composición, como muchos libros de la antigüedad. En ese tiempo no hubo derechos de autor (copyright) ni fecha de impresión adjunta, como tenemos en un libro moderno.

El dueño original de un manuscrito sabía no sólo el nombre del autor, sino también la fecha de su composición.  Hoy, lejos de ese tiempo, estamos obligados a (1) prestar atención a los comentarios de los antiguos, al considerar lo que escribieron acerca de un manuscrito, su autor y el tiempo de composición (pruebas externas), y (2) buscar con cuidado referencias, palabras y descripciones en el mismo manuscrito que pueden identificar al autor y la fecha de composición (pruebas internas).

Pruebas internas sobre la fecha de composición del Evangelio según Mateo

Las referencias al Templo y a Jerusalén en este Evangelio nos dan mucho que pensar.  Varios versículos ven al Templo y los ritos sacrificiales como actuales y existentes cuando Mateo componía su Evangelio:

• “Deja tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano” (Mt 5:23-24)

• “No juren en ninguna manera . . . ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey” (Mt 5:34-35)

• El relato acerca del pago de la ofrenda requerida para el Templo, expresado en tiempo presente (Mt 17:24-27)

• Purificación del Templo, referido como que el Templo estaba todavía funcionando (Mt 21:12-17)

• Los judíos jurando por las partes que suponían ser más sagradas del Templo (Mt 23:16-21)

• El lamento de Jesús sobre Jerusalén, como una ciudad todavía en pie (Mt 23:37-39)

• El Templo funcionando en su lugar (Mt 24:1-2)

• Los portentos poderosos al rasgarse el velo del Templo, y la resurrección de muertos, descritos como sucedidos en una ciudad que todavía existía (Mt 27:51-53)

• Campo de Sangre: Mateo identifica la ubicación del lugar (“aquel campo se llama hasta el día de hoy: Campo de sangre”). Antes de la caída de Jerusalén se podía hallar el lugar, pero después de la devastadora destrucción de la ciudad, con los montones de escombros, sería imposible hallarlo. Se concluye, entonces, que Mateo escribió esto antes de 70 d.C. (Mt 27:8)

• La determinada resistencia de las autoridades sacerdotales contra las evidencias de la resurrección de Jesús, descrito como un hecho contemporáneo (Mt 28:11-15)

• Mateo cita las palabras del Señor acerca de una destrucción masiva y total del Templo (Mt 24:2), y de “la abominación desoladora”, que sería el cumplimiento de lo que Daniel profetizó (Mt 24:15). Jesús detalló cuando y en qué manera sus seguidores debían huir de la ciudad (Mt 24:16-22).  Todos estos dichos de Cristo eran para el futuro, cuando Él los hablaba en 33 d.C., poco antes de su muerte. Jesús profetizó que ejércitos romanos, bajo el general Tito, conquistarían a Jerusalén, destruyendo el Templo y matando a miles de judíos en las calles y en sus casas. Sería un desastre con gran peligro para muchos.  Esto ocurrió en 70 d.C., unos 40 años después que Jesús lo anunció.

En Mt 24 no hay ningún indicio de una actitud de “Ya te lo dije”.  El Evangelio según Mateo no insinúa nada acerca de la tragedia que ocurrió en Jerusalén y su Templo, como un hecho acontecido. La realización de esta derrota enorme, que confirmaba el ministerio y las enseñanzas del Señor Jesús, fue todavía en el futuro para los autores de los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas.

Concluimos, entonces, que Mateo, y por ende Marcos y Lucas, escribieron sus Evangelios antes de 70 d.C.

Muchos comentaristas liberales se ofenden cuando se afirma una autoría de Mateo antes de 70 d.C. Su mayor argumento es que nadie podría describir con tanto detalle la destrucción de Jerusalén antes que sucediera.  Declaran que la fecha de composición tiene que ser después de 70 d.C.

Aquellas personas, mayormente de tendencia liberal, presumen la imposibilidad de predecir en detalle algo que acontecerá en el futuro. Su negación de que Jesús pudiera haber hablado proféticamente, y con precisión, acerca de eventos futuros obliga a los incrédulos a ubicar la composición de los Evangelios después que ocurriesen dichos eventos. Ellos aceptan solo historia cumplida, y no conciben la posibilidad de profecía precisa antes del evento.  Para ellos es imposible que en Mt 23:37-39, y el capítulo 24, Jesús hablara los pormenores de eventos que sucederían 40 años después en la caída de Jerusalén.

Las Escrituras luchan contra este tipo de incredibilidad: (1) Vez tras vez Mateo cita textos explícitos de los profetas, publicados siglos antes en el Antiguo Testamento, que Jesús cumplió con sus palabras y hechos. (2) Mientras Él estuvo aquí, repetidas veces el Señor profetizó meses y semanas antes lo que le harían en su pasión y muerte (Mt 16:21; 17:9, 12, 22-23; 20:17-19; 26:21-24, 31-34). (3) Siguiendo esta misma costumbre y práctica, el Señor habló de lo que sucedería a Jerusalén y al Templo debido al rechazo de Él que los sacerdotes y líderes de los judíos promovían (Mt 23 y 24). 

Seiscientos años antes, Jeremías manifestó, “Cuando se cumpla la palabra del profeta, será conocido como el profeta que Jehová en verdad envió” (Jer 28:9).  Las profecías cumplidas en y por el Señor Jesucristo, y las profecías a corto y largo plazo que Él dio y fueron cumplidas, confirman que Él es el Profeta prometido por Dios (Dt 18:15-19).

La cronología de la iglesia

Mateo es el único evangelista (autor de un Evangelio) que incluye la palabra “iglesia” (griego “ekklesia”) en su Evangelio, y ésta aparece tres veces (Mt 16:18; dos veces en 18:17). Mateo apreciaba, cuando compuso su Evangelio, la importancia de la iglesia, como movimiento aparte de la sinagoga judía. Así que la iglesia primitiva consideró que Mateo es el puente entre el énfasis en el Antiguo Testamento sobre la nación de Israel, y la orientación del Nuevo

Testamento sobre la iglesia que se extiende entre todas las naciones.  Entendían aquellos cristianos que Mateo escribió durante los cruciales años formativos de la iglesia.

La cronología de la iglesia es impresionante en relación a la fecha de composición del Evangelio según Mateo:

33 d.C.: La iglesia principió como un movimiento judío en Jerusalén (Hch 2), y aumentó con mucha rapidez en la capital judía (Hch 1:15; 2:41; 4:32; 5:14; 6:1).

Los apóstoles dedicaban su tiempo a la oración, y a la enseñanza y “el ministerio de la palabra” (Hch 2:42; 6:2, 4).  Miles de nuevos creyentes judíos nunca habían oido o visto al Señor Jesús, y era necesario informarles acerca de Él y lo que enseñaba. Entre ellos mismos los apóstoles hablaron acerca de lo que recordaban o habían anotado de las palabras de Jesús.

34-35 d.C.: Mateo en arameo. Un documento en hebreo o arameo, con las enseñanzas de Jesús, pudo haberse compuesto por Mateo en este período, entre 34-35 d.C., mientras los apóstoles se dieron al “ministerio de la palabra” y la iglesia expandía rápidamente (Hch 2:42; 6:2, 4).

Habría sido muy apropiado que Mateo escribiera lo que entre todos los apóstoles recordaban del Señor.  El obispo Papías (60-130 d.C.), que conocía a algunos que escucharon a los apóstoles, nos informó que “Mateo compuso los dichos [“logia” de Cristo] en la lengua hebrea”. Es muy posible que en estos primeros años de la iglesia tal documento fue escrito en hebreo/arameo para evangelizar e instruir a judíos.

34-35 d.C.: Después del martirio de Esteban a manos de líderes judíos furiosos, los creyentes en Jesús fueron dispersados por Judea y Samaria (Hch 8:1).  A causa de esta dispersión, Felipe, Pedro y Juan predicaban en Samaria (Hch 8:4-25), Felipe explicó el evangelio al etíope (Hch 8:26-39), y luego evangelizó las ciudades de la costa mediterránea (Hch 8:40).  Otros creyentes estaban a la vez ganando judíos para Cristo en diferentes zonas. 

Debido al rápido crecimiento de la iglesia que continuaba entre los judíos, el documento fidedigno, compuesto por Mateo en hebreo/arameo, fue muy importante porque manifestaba lo que Jesús hizo y dijo. Era un elemento crucial en la extensión del evangelio, y para la enseñanza de nuevos creyentes judíos.

Durante este tiempo la evangelización comenzó también entre gentiles en Antioquía (Hch 11:19-21).

39-40 d.C.: El Señor Jesús confrontó a Saulo, éste se convirtió, predicó en Damasco y evangelizaba a judíos en Jerusalén (Hch 9:1-30).  Desde el año 33 d.C., y siguiendo con los primeros años de los 40 d.C., “las iglesias . . . se acrecentaban” (Hch 9:31). Esta primera extensión aconteció principalmente entre judíos, y muchos de ellos sabían leer hebreo o arameo.

41-45 d.C.: Con la conversión de Saulo/Pablo, y la visita de Pedro a Cornelio (Hch 9 y 10), la evangelización tomó una nueva dirección: hacia los gentiles.  Los líderes de la iglesia en Jerusalén reconocieron este viraje (Hch 11:1-18), que en Antioquía se transmutó en un doblar pronunciado hacia los gentiles (Hch 11:22-30).  Pedro y los demás apóstoles estaban cada vez más ausentes de Jerusalén, en misiones a otras ciudades del medio oriente.  Mateo habrá participado en aquellos viajes apostólicos.

46-48 d.C.: Desde Antioquía, la misión a los gentiles ganó fuerza y propósito cuando los líderes de la iglesia enviaron a Bernabé y Saulo/Pablo hacia otras tierras (Hch 13:1 en adelante). 

49-50 d.C.: En el Concilio de Jerusalén (Hch 15:1-29; 50 d.C.) se discutía y confirmaba las costumbres que debían guardarse en las iglesias gentiles.  Pedro, como líder de los apóstoles, expresó su punto de vista, basado en sus experiencias de evangelizar ampliamente entre los gentiles (Hch 15:7-11). Jacobo estuvo de acuerdo y convenció a los demás, de modo que los apóstoles y los ancianos, con toda la iglesia, llegaron a una conclusión positiva acerca de la misión a los gentiles (Hch 15:13-29).

Este Concilio calmó ciertas tensiones doctrinales y prácticas, y abrió aún más la puerta para la evangelización de gentiles y el establecimiento de iglesias en muchas naciones. Los apóstoles se dieron cuenta que dentro de pocos años el número de creyentes gentiles podría ser mayor que el número de creyentes judíos.

El muy importante Concilio de Jerusalén fue el punto de inflexión, y Mateo respondió al enorme desafío de proporcionar un relato fidedigno de la vida, las enseñanzas y la pasión de Jesús.

Mateo en griego:  Fue obvia la urgencia, aún antes del Concilio de Jerusalén, de tener un documento fiable en griego sobre el Señor Jesús y su ministerio. Los padres de la iglesia eran unánimes en su testimonio de que Mateo fue el primero en proveer este Evangelio. 

Deducimos que entre los años 45-53 d.C., Mateo compuso este Evangelio en griego, y pronto llegó a ser el documento más usado en la iglesia primitiva. Bien pudo haber empleado el contenido de su primer escrito en arameo/hebreo (la “logia” mencionado por Papías) como base para formular un relato más completo sobre la vida, ministerio, muerte y resurrección del Señor Jesucristo.

El Evangelio en griego fue muy necesario para la misión cristiana hacia los judíos fuera de Palestina, y los gentiles. Se calcula que en ese tiempo vivían más judíos fuera que dentro de Palestina: ¡hasta 4 a 6 millones en la diáspora!  Todos ellos leían y hablaban el griego, y muchos habían abandonado varios aspectos del judaísmo tradicional.  Aquellos judíos, que no eran muy dedicados a la práctica de su religión, estaban abiertos al mensaje de Cristo en griego.

50-60 d.C.: El Espíritu Santo seguía extendiendo la iglesia.  Pablo y sus compañeros predicaban en Asia (hoy Turquía), Grecia, llegaban a Roma, y probablemente a España (Ro 15:24).  Es posible que Pedro visitara a Britania. Es seguro que Pedro evangelizó en Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia (1 P 1:1), y hacía visitas también a Roma ganando discípulos para Jesucristo. Otros apóstoles viajaban a diversas naciones, predicando el evangelio a judíos y gentiles (Ro 1:16), y fundando congregaciones.

Mateo había reconocido el aumento en tensión entre la sinagoga judía y la iglesia, y la reflejaba en este Evangelio. Citó las palabras del Señor Jesucristo acerca de (1) la sinagoga en términos neutrales (Mt 4:23; 9:35), (2) la sinagoga como lugar de jactancia religiosa (Mt 6:2, 5; 23:6), (3) luego la sinagoga como un lugar hostil (Mt 12:9-14; 13:54-58), y finalmente (4) la sinagoga como sede de fuerte persecución (Mt 10:17; 23:34). 

En los Hechos de los Apóstoles esta persecución brotó de la sinagoga en el martirio de Esteban, las piedras lanzadas contra Pablo, y otros peligrosos incidentes provocados por judíos contra los primeros cristianos (Hch 6:8-7:60; 14:19; 17:5-8, 13; 18:12-16, etc.).

Hay varios temas dentro del Evangelio según Mateo que reflejan realidades históricas y teológicas de los primeros años de la naciente iglesia cristiana, y los veremos en la sección sobre el Contenido.

El Evangelio según Mateo en griego estaba en una buena posición para ser útil en las misiones internacionales.  A la vez que la fe en Cristo se extendía entre gentiles hacia el oeste y Europa (Hch 16:6-10), también el evangelio se avanzaba en el este. Entre los primeros mencionados que se convirtieron el día de Pentecostés había “partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia” (Hch 2:9). Todas estas regiones orientales estaban bajo el inmenso imperio parto, enemigo acérrimo de Roma. Partia tenía fuerza militar, pero carecía de una religión establecida en todos sus territorios, y esta es una de las razones porque la fe en el Señor Jesucristo fue recibida por muchos.

Hay intensos debates acerca de detalles, pero existen evidencias de que el apóstol Tomás llegó a la India entre 45-51 d.C., a invitación de un rey Gundafar. En ese tiempo muchos viajaban entre el imperio romano y la India. El historiador Strabo relató en 20 d.C. que 120 barcos por año hacían el viaje del Mar Rojo de Egipto a varios puertos de la India. 

Según antiguos escritos, Tomás fue un carpintero/constructor, y documentos del primer siglo contienen referencias a carpinteros de la zona mediterránea que fueron empleados por reyes de la India.  En el pasado, escépticos ridiculizaron la idea de un rey Gundafar. Pero en 1834 un arqueólogo halló decenas de valiosas monedas, acuñadas por un rey Gundafar, en Kabul, Afganistán, que en tiempos antiguos se consideraba el norte de la India. Allí, en esta enorme nación, existían algunas sinagogas para comerciantes judíos; entre ellos podían comunicar en griego, y por lo tanto leer un Evangelio en griego.

Eusebio (260-340 d.C.), el historiador de la iglesia primitiva, escribió que Jesús “estaba presente en todos los lugares: con Tomás en India, con Pedro en Roma, con Pablo en Ilírico, con Tito en Creta, Andrés en Grecia, con cada apóstol y persona misionera en su propia región”.

Además, la ruta de la seda hacia la lejana China se abrió por 106 a.C., y funcionaba hasta 6 a.C. Disturbios militares y políticos en China provocaron su cierre temporal.  Sin embargo, en 70 d.C., la ruta volvió a abrir, y con ello se reiniciaba el contacto con muchas provincias en lo que hoy es Turquía, Armenia, Iraq y Afganistán.  Dentro de poco, misioneros y viajeros cristianos comenzaron a usar la ruta, y algunos habrán llevado consigo una copia en griego del Evangelio según Mateo.  El griego podía ser leído por judíos y gentiles en todas las naciones donde habían penetrado los ejércitos de Alejandro Magno (356-323 a.C.).

Foto: Inscripción en la portada de un códice de papiro publicado en los últimos años de 200 d.C. o primeros años de 300 d.C.; indica en griego “Evangelio según Mateo”. 

Pruebas externas sobre fecha la de composición del Evangelio según Mateo

Hemos visto en la sección sobre Autor que los padres de la iglesia testificaron unánimemente que Mateo, antes publicano, compuso el Evangelio según Mateo. Durante los siglos, se ha perdido mucho de lo que esos padres escribieron, debido al deterioro de los materiales en que escribieron, o la destrucción de valiosas bibliotecas en campañas militares.  Sin embargo, tenemos suficiente material escrito para llegar a conclusiones ciertas.

Origen (185-254 d.C.) recordó, “En cuanto a los cuatro Evangelios que son los únicos indiscutibles en la iglesia de Dios bajo el cielo, aprendí por tradición [o sea, relatos verbales de personas antiguas] que el Evangelio según Mateo, el que antes era publicano y después un apóstol de Jesucristo, fue escrito primero, y que lo compuso en lengua hebrea y lo publicó para los convertidos del judaísmo”. 

Origen declaró, como Papías antes de él, que Mateo primero escribió su Evangelio en hebreo/arameo. Pero Origen, un voluminoso escritor, citaba y comentaba versículos del Evangelio de Mateo sólo de la versión en griego.

La regla de Origen fue: Aceptar un Evangelio u otro libro como autorizado según la cercanía del autor al tiempo de Cristo. Usando esta regla, entre las iglesias se seleccionaron a los libros que serían reconocidos e incluidos en el Nuevo Testamento.

Anotó Eusebio, “Mateo, que al principio había predicado a los hebreos [judíos], cuando estaba a punto de ir a otros pueblos, puso por escrito su Evangelio en su lengua materna [hebreo/arameo], y así compensó a aquellos a quienes se vio obligado a dejar por la pérdida de su presencia”.

Tomando en cuenta lo escrito por Eusebio, y considerando la cronología de la iglesia primitiva y lo que sabemos del movimiento de los apóstoles, se deduce que Mateo habrá escrito el primer documento en hebreo/arameo a mediados de los años 30 d.C.

Luego, debido a circunstancias ya explicadas, entre 45-53 d.C., Mateo emplearía su primer documento en hebreo/arameo como un recurso literario para escribir el Evangelio más extenso en griego.

En la “Introducción (A): Autor”, se hallan declaraciones de muchos otros padres de la iglesia que atestiguan la existencia del Evangelio según Mateo en los primeros años de la iglesia.

El Evangelio según Mateo en hebreo/arameo que Papías, Origen y otros padres de la iglesia describieron, ha desaparecido, como muchos otros libros de la antigüedad. También desapareció el primer libro en arameo que compuso el historiador judío, Josefo.

Varios estudiosos piensan que el documento de Mateo en hebreo/arameo cayó en desuso después de la destrucción de Jerusalén, y la consiguiente desolación y desparramiento del pueblo judío. Explican que probablemente fue editado y corrompido, al quitar de la obra evidencias de la divinidad de Jesucristo, por heréticos gnósticos quienes, con otros que negaban la deidad de Jesucristo, lanzaron la obra distorsionada con un nombre diferente: el “Evangelio de los Hebreos”. 

Algunos escritores cristianos de los primeros siglos referían a un documento en hebreo llamado el Evangelio según los Hebreos. Jerónimo (347-420 d.C.) dijo que ese Evangelio fue conservado entre los ebionitas y los nazareos, que eran sectas gnósticas.  Siendo un experto en documentos bíblicos y lenguas semitas, al principio Jerónimo se interesó en el Evangelio según los Hebreos, pero al estudiarlo a fondo decidió no usarlo en ninguna de sus obras o traducciones de la Biblia.

Los padres de la iglesia que conocían el Evangelio de los Hebreos no le dieron prominencia, ni lo usaron en sus comentarios de las Santas Escrituras. Jerónimo siempre citaba el Evangelio según Mateo de la versión griega que todavía tenemos, sin citar al Evangelio de los Hebreos. Varios eruditos opinan que el Evangelio de los Hebreos podría ser lo mismo que el “Evangelio de los ebionitas”, o el “Evangelio de los judíos”.  Todos aquellos “Evangelios” han desaparecido, y sabemos de ellos solo por referencias en otros libros.  Se consideraron estos escritos apócrifos, y por eso las iglesias no los incluyeron en el canon del Nuevo Testamento.

Lugar de composición del Evangelio según Mateo

El primer escrito de Mateo, la “logia” en hebreo/arameo que mencionó Papías, se habrá escrito en Jerusalén, posiblemente en los primeros años de la iglesia (34-35 d.C.), mientras los apóstoles recordaban y predicaban la vida, los hechos y las enseñanzas, con la muerte y la resurrección de Jesús.

Hay varias conjeturas acerca de donde Mateo compuso su Evangelio en griego, entre los años 45-53 d.C.: Tiberio, Tiro, Sidón, Damasco y otras ciudades. La mayoría de los temas seleccionados para inclusión en el Evangelio según Mateo refleja situaciones de una comunidad con creyentes judíos y gentiles. Esta mixtura social, cultural, religiosa e histórica se veía en el este de la región mediterránea, especialmente en Antioquía de Siria, la tercera ciudad del imperio romano, con una población de 200.000 personas.

Sólo Mateo indica la extensión de la fama de Jesús “por toda Siria” (Mt 4:24). La provincia de Siria, con la ciudad de Antioquía, acogía la mayor concentración de judíos fuera de Palestina. La iglesia de Antioquía envió misioneros para alcanzar judíos y gentiles (Hch 13), y esta iglesia habrá recibido con gozo la doble preocupación de Mateo por ambos grupos.

Desde Antioquía el Evangelio según Mateo se habrá distribuido ampliamente, gracias a varios factores: (1) el autor fue un apóstol; (2) la iglesia de Antioquía era grande, bien administrada y respetada, y un Evangelio aceptado por ella, que salía de allí, tendría credibilidad en el imperio romano y el imperio parto; (3) por su puerto en el Mar Mediterráneo, y los caminos que salían de Antioquía, un Evangelio respetado alcanzaría a todo el mundo conocido.

Ataques al autor, la fecha y el contenido

A pesar de las muchas evidencias que confirman a Mateo como el autor de este Evangelio, una ofuscación acerca del autor, la fecha de composición y el contenido se desenroscó y deslizó en Europa. Postula esta suposición que algún escriba anónimo, o grupo de escribas (no se sabe nombres, ni detalles), recolectaba diversos manuscritos y luego seleccionaba y elegía partes para unirlas en un nuevo manuscrito.  Se presumió, por ejemplo, que ese nuevo manuscrito, compuesto de una variedad de pedazos extraídos de otros manuscritos, sería el Evangelio según Mateo.  Esta teoría, que ha acumulado muchos adherentes, descarta por completo el testimonio unánime de los padres de la iglesia, y los antiguos documentos completos del Evangelio según Mateo que tenemos hoy, guardados en bibliotecas y museos.

Esta teoría comenzó por 1.650 d.C., cuando principió en Europa el análisis crítico textual de la Biblia. Fue la hipótesis de “crítica de fuentes”, que imagina diversos orígenes para un libro de la Biblia. El creador de esta hipótesis era un judío extremista que expulsaron de la sinagoga por sus conceptos radicales acerca de Dios y la Biblia. Pretende esta conjetura que variaciones en un texto bíblico podrían demostrar su fuente original; pero supone que sería imposible identificar el proceso exacto que resultó en el documento que tenemos. La especulación llegó a ser llamada “la hipótesis documentaria” sobre el origen de escritos antiguos, y algunos la han aplicado al Evangelio de Mateo desde 1.860 d.C.

En contra del claro testimonio unánime de los padres de la iglesia, tales profesores, muchas veces liberales en su teología, ofrecen teorías conflictivas, no probadas, las cuales consternan y confunden a algunos lectores de la Biblia. Según esa hipótesis, algún desconocido recolector de manuscritos tomaba porciones de ellos y los arreglaba para remendarlos, como se haría una colcha, en lo que llamó el Evangelio de Mateo (se explica que tomó un nombre apostólico para conseguir más aceptación para su colcha de porciones). Se postula que este desconocido recolector y editor basaba su Evangelio en (a) porciones del Evangelio según Marcos, (b) una fuente desconocida, de la cual no existe ninguna copia hoy, llamada Q (Quelle en alemán quiere decir “fuente”), y (c) M, material conocido sólo por el autor anónimo del Evangelio según Mateo.  Diferentes académicos argumentan, en libros pesados, acerca de diversas versiones de la hipótesis sobre la autoría y la fecha de composición. 

Con el pretensioso deseo de dar suficiente tiempo para el desenvolvimiento del intricado y enigmático proceso de combinar varias fuentes en un solo documento, los que profesan la crítica de fuentes suponen que la composición del Evangelio según Mateo ocurrió entre 70 d.C. (después de la catástrofe que sufrió Jerusalén) y 110 d.C.

Académicos que escriben acerca del intricado proceso manejado en la crítica de fuentes emplean palabras como “aparece, no es obvio, postulan, desacuerdo entre exponentes, hipótesis, suposición, conjetura, no convincente, presunción, y cuestiones difíciles”.  Tales palabras no transmiten confianza en las declaraciones de aquellos que rechazan a Mateo como autor de este Evangelio.

En respuesta a este ataque, con su pesada carga de dudas e incertidumbres, dedicados y eruditos expertos bíblicos, convencidos de la veracidad de las Escrituras y el testimonio de los primeros seguidores de Jesús, han investigado y luchado por demostrar la confiabilidad de la autoría histórica de los Evangelios.  Basan sus conclusiones en sólidas pruebas externas e internas del Evangelio. 

Este comentario depende de las investigaciones de estos eruditos expertos, presentadas en palabras y explicaciones que pueden servir como anclas ciertas para predicadores y creyentes hispanohablantes en este tiempo de cambios y titubeos.

Los otros Evangelios

El Evangelio según Marcos. Sabemos que Pedro fue un amigo que tenía confianza con la familia de Juan Marcos, y llegó a su casa cuando fue librado de la cárcel (Hch 12:11-17). Bernabé y Saulo/Pablo tomaron a Marcos en su primer viaje misionero (Hch 13:5). Fue como 46 d.C. que Marcos se separó de la misión de Pablo y Bernabé, y volvió a Jerusalén (Hch 13:13). Luego, Bernabé salió hacia Chipre en misión con Marcos (Hch 15:39).

Según los historiadores de la iglesia primitiva, un corto tiempo después Pedro tomó a Juan Marcos como un compañero y ayudante (1 P 5:13). Marcos habrá escuchado, entonces, muchas veces mientras Pedro predicaba el evangelio y relataba historias de Jesús que él había visto.  Según tradiciones de la iglesia, se piensa que durante la década de los 50 d.C., Pedro hizo visitas a Roma para evangelizar.

Porque Marcos no fue un discípulo de Jesús durante su ministerio, varios padres de la iglesia dieron testimonio de que el Evangelio según Marcos fue escrito bajo la influencia de Pedro. Hay indicaciones dentro del texto de Marcos que demuestran el efecto de Pedro en palabras y relatos incluidos en el Evangelio según Marcos, y otros lugares donde el texto no refiere a ocasiones que serían vergonzosas para Pedro.

El profesor F. F. Bruce, un gran experto en la historia y el texto griego del Nuevo Testamento, opinó que una fecha antes de 60 d.C. sería muy posible para la composición del Evangelio según Marcos. Según el testimonio unánime de los padres de la iglesia, Mateo fue publicado primero, así que Marcos tenía acceso a aquel Evangelio.  Mateo se compuso para judíos y gentiles; Marcos fue más breve, y dirigido principalmente a gentiles.

Según el historiador Eusebio, Marcos produjo su Evangelio a petición de los creyentes que deseaban un registro escrito para recordar lo que habían oído de Pedro. Al concluir su primera epístola, Pedro mencionó a Marcos, y escribió desde Roma, que metafóricamente llamó Babilonia (1 P 5:13). Por esto, se concluye que el Evangelio según Marcos fue escrito en Roma, alrededor de 55-56 d.C.

Hay evidencias de que Pedro llegó a Roma definitivamente en 59-60 d.C.  Quedó allí predicando, y alcanzaba hasta senadores de la nación.  Cuando Nerón comenzó a perseguir a los cristianos, la situación se puso grave. Se cree que Pedro fue martirizado en Roma entre 64-68 d.C., crucificado cabeza abajo. El apóstol Pablo fue decapitado en estos años, también en Roma.

Más de la mitad del material en el Evangelio según Marcos está también en el Evangelio según Mateo. El griego de Mateo es más refinado y correcto que el de Marcos.  Cuando se considera el testimonio de los ancianos padres de la iglesia, afirmando que Mateo escribió primero, y las circunstancias que confrontaban los dos autores, es probable que Marcos copió, o a lo menos usó como base, secciones del Evangelio según Mateo.  Parece menos probable que el apóstol Mateo, con su trasfondo levítico, y conociendo muy bien el griego, usara lo escrito por Marcos como base para su Evangelio.  Además, siempre en los primeros siglos de la iglesia el Evangelio según Mateo trascendía al Evangelio según Marcos, porque Mateo fue escrito por un apóstol que seguía a Jesús casi todo su ministerio.

Origen manifestó que el segundo Evangelio publicado fue Marcos, “que lo escribió según la instrucción de Pedro”. El tercero fue Lucas, y el cuarto Juan.

Los escritos de Lucas.  Los Hechos de los Apóstoles terminó con Pablo en una casa alquilada en Roma, “predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo abiertamente y sin impedimento” (Hch 28:30-31).  Una de las posibles razones porque Lucas escribió Los Hechos fue para manifestar la actitud favorable de oficiales y reconocidas personas del imperio romano hacia los cristianos: el procónsul Sergio Paulo en Chipre (Hch 13:7-12); los avergonzados magistrados de Filipos (16:36-40); el procónsul Galión en Acaya exoneró a los cristianos de acusaciones judías (18:12-16); las autoridades de Asia eran amigos de Pablo (19:31); el escribano (secretario cívico) de Éfeso defendió públicamente a los cristianos (19:35-41); el tribunal Claudio Lisias, los gobernadores Félix, Porcio Festo, y el rey Agripa opinaron que Pablo no había cometido ningún crimen (23:26-29; 24:25-27; 25:8-12, 13-22, 23-27; 26:30-32).  En ese tiempo el imperio romano veía con clemencia la fe de los cristianos.

Todo esto cambió drásticamente en 64 d.C. cuando Roma sufrió un gran incendio y el emperador Nerón inculpó a los cristianos.  La acusación fue falsa, y muchos líderes romanos lo sabían, pero tenían que acatar las acciones y disposición de Nerón. Y así fue que la actitud oficial, desde el emperador hasta funcionarios menores, miraba a los seguidores de Jesús con sospecha y rencor. 

Después del incendio de Roma, ningún oficial romano se atrevería a defender a los que predicaban Jesús, y de esa manera desafiar la corriente oficial en contra de los cristianos.

Lucas no mencionó nada de hostilidad imperial al terminar Los Hechos, y por esto entendemos que lo escribió antes de 64 d.C.  Dado estas realidades históricas, la fecha más aceptable para la preparación de Los Hechos de los Apóstoles es 62-63 d.C.

Sabemos que Lucas escribió su Evangelio primero, y después compuso Los Hechos, para Teófilo (Lc 1:1-4; Hch 1:1).  Teófilo fue una persona de alto rango, posiblemente un oficial del imperio, porque Lucas le llamó “excelentísimo Teófilo” (Lc 1:3), usando el título de respeto que se empleaba al dirigirse a autoridades (Hch 23:26; 24:3; 26:25). Teófilo significa “amigo de Dios”. Este nombre también puede ser una invitación a todo lector a seguir al Señor Jesucristo y así convertirse en un amigo de Dios. 

El Evangelio según Lucas. F. F. Bruce calculó, considerando los registros antiguos de eventos romanos gubernamentales que sucedían durante la vida de Pablo, que la fecha para la composición del Evangelio según Lucas ocurrió durante los dos años (57-59 d.C.) que Pablo fue preso en Cesarea Marítima (Hch 24:26-27). Allí Lucas le atendía.  

Cesarea Marítima fue la capital romana de Palestina, Judea y Siria, y tenía un puerto importante. Por esto, algunos apóstoles, y muchos discípulos de Jesús que le seguían durante su ministerio, habrán pasado por allí. Así que Lucas tuvo amplia oportunidad para llevar a cabo investigaciones y entrevistas con ellos (Lc 1:1-4), que usaría para escribir su Evangelio. Anteriormente, mientras estuvo con Pablo en Jerusalén, Lucas podía entrevistar apóstoles y discípulos residentes allí (los verbos plurales indican que Lucas estaba con Pablo en Jerusalén; Hch 21:1-17; 27:1, etc.).

Lucas escribió un prólogo para su Evangelio con estas palabras: “Puesto que muchos han intentado poner en orden un relato acerca de las cosas que han sido ciertísimas entre nosotros, así como nos las transmitieron los que desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, me ha parecido bien también a mí, después de haberlo investigado todo con diligencia desde el comienzo, escribírtelas en orden” (Lc 1:1-4, RVA-2015). 

Cinco puntos nos llaman la atención en este prólogo: (1) Muchos intentaron escribir relatos acerca de Jesús. Quiere decir que una cantidad de documentos sobre la vida de Jesús circulaban cuando Lucas escribió, y él los había leído.

(2) Lucas enfatizó que Jesús hizo y habló cosas “que eran ciertísimas” para los primeros cristianos, lo cual fue transmitido por “testigos oculares y ministros de la palabra”. Obviamente refiere a los apóstoles que caminaban, escuchaban y vivían con Jesús, o sea que Lucas valorizaba el testimonio apostólico, al igual que los líderes cristianos de siglos sucesivos.

(3) Lucas dio credibilidad a algunos de los Evangelios que le precedían, al manifestar que “han intentado poner en orden” (griego: “arreglar o componer”), y que él quiso “escribírtelas en orden” (griego: “orden continuado, sucesivamente”). Sin criticar a los que escribieron antes que él, Lucas procuró descubrir y seguir el proceso cronológico de la vida y ministerio de Jesús.  

(4) Lucas decidió “investigar con diligencia desde el comienzo” (griego: “habiendo trazado rigorosamente todo desde su principio”). Lucas llevó a cabo una exhaustiva investigación antes de formular su Evangelio, certificando las palabras y los hechos con los que vieron y hablaron con Jesús.

(5) Lucas reconocía que él no fue testigo personal de Jesús, y por eso tuvo que depender de fuentes fiables. Como autor fidedigno, ganó acceso a la información que buscaba al revisar los documentos que existían en su día, y realizó entrevistas con testigos oculares del ministerio de Jesucristo que todavía estaban vivos.

Entre los “relatos” que Lucas mencionó estarían Mateo y Marcos.  Esto explica la inclusión en el Evangelio de Lucas de eventos y enseñanzas que también están en Mateo y Marcos. Lucas usó estos dos Evangelios entre sus fuentes fidedignos. Mateo fue “testigo ocular”, y Marcos dependía de Pedro, otro “testigo ocular”. 

Durante su estadía en Cesarea Marítima con Pablo, Lucas estaba cerca de donde se cree Mateo compuso su Evangelio unos años antes (Antioquía), y pudo conseguir su propia copia.  Lucas habrá tenido acceso también al Evangelio según Marcos, porque constantemente venían pasajeros desde Roma a Cesarea Marítima, y podían fácilmente traer rollos de manuscritos consigo.  Concluimos, entonces, que en esa ciudad portuaria, en los años 57-59 d.C. Lucas compuso el Evangelio según Lucas.

Agustín (354-430 d.C.) compuso un libro llamado “Una armonía de los evangelios”. En ese libro explicó que “los cuatro evangelistas cuyos nombres han logrado la diseminación más admirable en el mundo entero, y cuya cantidad ha sido determinado en cuatro . . . . fueron escritos en el siguiente orden: primero Mateo, luego Marcos, en tercer lugar Lucas, y finalmente Juan”.

El Evangelio según Juan. Sobre la fecha de composición de Juan hay mucha discusión. Comentaristas evangélicos varían entre una fecha temprana antes de 64 d.C.: consideran que Juan no refiere a los efectos del incendio de Roma y la muerte de Pedro (si se toma a Jn 21:18-19 como una profecía no cumplida todavía cuando se escribió el Evangelio). Mirando a Jn 5:2, y la belleza de Jerusalén descrito en tiempo presente, muchos creen que el Evangelio según Juan fue redactado antes de la destrucción de Jerusalén, que aconteció en 70 d.C.

Otros optan por una fecha posterior a 85 d.C., tomando en cuenta los errores de la herejía gnóstica de ese entonces que Juan confrontó. 

Si Juan escribió su Evangelio antes de 70 d.C., pudo haberse compuesto en Jerusalén; si fue cerca de 85 d.C., posiblemente fue escrito en Éfeso u otra parte de Asia Menor donde Juan servía a las iglesias.  Su Evangelio es distinto a los otros tres, y toca muchos puntos que ellos no incluyeron.

Algunos se preocupan por ciertas diferencias entre los tres Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas).  La realidad es que son idénticos en tantos detalles que los aparentes desacuerdos se desvanecen en casi nada.  El distintivo “sinóptico” significa en griego “ver juntos”, o “ver desde el mismo punto de vista”.

Diferencias son comunes cuando en la corte dos o tres testigos manifiestan lo que observó cada uno en un crimen. Hemos de considerar: (1) cada persona contempla y recuerda el evento según su propia perspectiva; (b) cada persona tiene su propio estilo de hablar y expresarse; (c) cada persona interpreta el evento según su relación con lo acontecido y las lecciones que extrae del evento.

Con individuos tan disimilares como Mateo, Marcos, Lucas y Juan, es de esperar que ocurran variaciones en sus relatos. ¡Lo admirable es que se alineen en todos los puntos importantes!  El testimonio de los cuatro Evangelios constituye una certeza firme para los seguidores del Señor Jesucristo.

Los que discuten y argumentan sobre estas diferencias insignificantes son como personas que desesperadamente buscan las espinas del pescado, y no disfrutan la rica carne. Nos trae a la mente la advertencia del apóstol: “Evita las contiendas necias . . . las controversias y los debates . . . porque de nada aprovechan y son vanos” (Tit 3:9-11; RVA-2015).

La Biblia es el libro más confirmado de su tiempo de composición, con el mayor número de documentos antiguos que prueban su autenticidad. Hay 141 manuscritos, o fragmentos de manuscritos del Nuevo Testamento en papiro (papel producido en Egipto), que datan desde los primeros siglos de la era cristiana. Los más antiguos son de los Evangelios de Mateo y de Juan, seguidos por Marcos, Lucas, y los demás libros del Nuevo Testamento. Algunos fragmentos de Mateo y Juan fueron copiados por escribas alrededor del año 100 d.C. o poco después.

Para recopilar la información presentada acerca de los Evangelios:

• 34-35 d.C.—el primer escrito (“logia”) de Mateo en arameo/hebreo, en Jerusalén.

• 45-53 d.C.—el Evangelio de Mateo en griego, escrito en Antioquía.

• 55-56 d.C.—el Evangelio de Marcos, escrito en Roma.

• 57-59 d.C.—el Evangelio de Lucas fue escrito, en Cesarea Marítima.

• 62-63 d.C.—Lucas compuso los Hechos de los Apóstoles, en Roma.

• 64-68 d.C.—Pedro y Pablo martirizados en Roma. • 64-85 d.C.—entre estas fechas se escribió el Evangelio de Juan, en Jerusalén o en Éfeso.

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