- Por ley, los de Moab eran prohibidos de estar en la congregación de Israel por 10 generaciones, como consecuencia de su rechazo del pueblo israelí bajo Moisés, y porque procuraron desviar al pueblo israelí de Jehová (Dt 23:3-6). Esta es la condición de cada ser humano—“sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Ef 2:12).
- Rut, la moabita, fue atraída por la fe y la vida de su suegra, y aún de luto por la muerte de su esposo, se pegó a Noemí, y dijo, “A dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios” (Rt 1:16). Esta fue la conversión de Rut, y por su fe en Dios halló misericordia.
- En obediencia a su suegra y conforme a las costumbres de aquel tiempo, sin manipular la situación, Rut fue dirigida por el Señor a los campos del hombre que podía salvar su condición, y él tuvo compasión de ella (Rt 2-3). Así Dios dirige y provee por sus hijos e hijas que le siguen con corazón sincero.
- Booz redimió a Rut, siguiendo las costumbres del pueblo, y se casó con ella (Rt 4:9-10). Los ancianos y el pueblo proclamaron una hermosa bendición sobre ellos: “Testigos somos. Jehová haga a la mujer (Rut, la moabita) que entra en tu casa como a Raquel y a Lea, las cuales edificaron la casa de Israel; y tú seas ilustre en Efrata, y seas de renombre en Belén. Y sea tu casa como la casa de Fares, el que Tamar dio a luz a Judá, por la descendencia que de esa joven te dé Jehová” (Rt 4:11-12). Rut obtuvo entre el pueblo de Dios lo que nunca hubiera adquirido si se permaneciera en Moab—es mejor servir a Dios que servir a nuestra cultura; es mejor seguir los caminos de Dios que los caminos de nuestros padres.
- La historia de Rut muestra el bien que es convertirnos a Dios y servirle de corazón. ¡Es tiempo que invitemos a todos a que vengan al Señor para andar en sus caminos!